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Una de series: Shark

El jueves de esta semana, un jueves ya marchito y perdido en nuestro recuerdo dentro de la interminable lista de días que pasan en nuestra vida, una gran serie se despidió de sus seguidores. Shark ha finalizado. Y, efectivamente, es una pena, y de las grandes, porque era una serie francamente buena.

Shark cuenta la historia del abogado Sebastian Stark, apodado comúnmente como "el Tiburón" (obviamente, queda mejor en inglés, aprovechando el juego de palabras que hay entre la palabra shark, es decir, tiburón, y el apellido del protagonista, Stark). ¿Por qué le apodaron así? Pues principalmente porque es el mejor; siempre había destacado por ser el perenne abogado de las celebrities de Los Ángeles, con unos métodos poco o nada ortodoxos, muy cercanos al perjurio a veces; es un abogado sin escrúpulos... pero es el mejor. Quiere el destino que una vez, uno de sus clientes acusado de maltratar a su esposa y de intentar asesinarla quede en libertad por una de sus grandes defensas, y a los pocos días, este cliente, sin escrúpulos de ningún tipo, mate finalmente a su mujer. Esa fue la obra de Stark, que aún sabiendo que su cliente era poco menos que un psicópata, hizo todo lo posible por ganar el caso... porque Stark es el mejor y nunca pierde. Claro, es la triste y trágica obra de Stark. A partir de ese momento, Sebastian decide cambiar de vida, y acepta trabajar para el fiscal del distrito; es decir, Stark se pasa al bando contrario, y ahora decide perseguir precisamente a todos aquellos que antes se encontraban en su lista de clientes; renuncia a su cómoda vida y a su abultado sueldo trabajando para erradicar el crimen y la corrupción en Los Ángeles, en un intento de enmendar el daño que anteriormente había causado por su ausencia de escrúpulos. Pero Stark sigue siendo el mejor, y sigue utilizando sus peculiares métodos para ganar, eso sí, contando con un estupendo equipo: Raina (Sophina Brown), Madeleine (Sarah Carter), Jessica (Jeri Ryan), Isaac (Henry Simmons), Casey (Sam Page, actor que abandonaría la serie al finalizar la primera temporada), Danny (Kevin Alejandro) y Martin (Alexis Cruz), personaje que moriría asesinado durante la primera temporada. A menudo, Stark demuestra ser un jefe un poco tiránico, con unos métodos que se contraponen a los de sus colaboradores, un poco más duchos en escrúpulos que él, pero poco a poco, aprenden a apreciarse mutuamente, llegando a crer un tándem perfecto. A todos estos cambios en la vida de Sebastian hay que añadir el hecho de que su hija, Julie (Danielle Panabaker), decide vivir con él (Sebastian y su mujer están divorciados); por lo tanto, Stark pasa de vivir solo y llevar una vida amorosa bastante exitosa a aprender a ser el padre que nunca había sido para Julie, e intentando llevar una convivencia "pacífica" con una hija adolescente.

En líneas generales, la serie está francamente bien, y el especial interés reside en que cada episodio plantea un nuevo caso que resolver. Destaco, por supuesto, el caso Wayne Callison (Bill Campbell), el psicópata despiadado cuyo caso ocupó la trama principal de tres capítulos a lo largo de la serie. Para mi gusto, cuenta con unos grandes actores, destacando por supuesto a James Woods, realizando un trabajo impecable como el ambicioso abogado. De todos modos, la calidad interpretativa de Woods queda patente en numerosas de sus interpretaciones en el cine, así que tampoco voy a añadir nada nuevo.

La serie cuenta con tan sólo dos temporadas. La huelga de guionistas también afectó a Shark, y tras una primera temporada de 22 capítulos y una segunda de 16, se despidió de su audiencia, dejando un hueco importante. Y es que Shark es mucho más que la típica serie de abogados, es una buena creación, con guiones sólidos y entretenidos. En fin... para el recuerdo, desde luego.

Hasta siempre, Sebastian.

Catherine Heathcliff.

Lo que estoy escuchando: Shape of My Heart (Shapes), de Dominic Miller y Sting.

Hasta siempre, Paul

Uno de los grandes nos ha dejado.

Paul Newman ha fallecido a los 83 años por un cáncer de pulmón en fase terminal. De nada habían servido los diferentes tratamientos de quimioterapia a los que se había sometido.

Finalmente, decidió pasar sus últimos días al lado de lo suyos, su familia, los que más lo querían. Al lado de Joanne Woodward, su mujer desde 1958. Amor, del bueno y del de verdad.

Estamos en perpetua deuda con usted; mil gracias, ahora y siempre, por su legado cinematográfico y su inmortal talento.

Descanse en paz, señor Newman. Siempre estará en nuestros corazones.





Catherine Heathcliff.
Lo que estoy escuchando: Over the Rainbow, de Judy Garland.


Wear Sunscreen




Muchas gracias a Pilar por mandármelo; es un cielo. Como el video.

Catherine Heathcliff.

I am Coraline Duvall


Cómo voy a echar de menos Moonlight...
Catherine Heathcliff.
Lo que estoy escuchando: Warning Sign, de Coldplay. (A Rush of Blood to the Head).

Sugar... oh, honey, honey!

Estoy fatal. Y no me refiero precisamente a mal de la cabeza, que también, eso por descontado; estoy fatal porque no se me quita el resfriado-gripe-enfriamiento que llevo arrastrando desde hace casi dos semanas.


Tengo tos de camionero; llevo cinco días sin dormir a pierna suelta porque la tos no me deja. Me duele ya el pecho, los músculos de la tripa... es increíble, lo que puedo llegar a toser, por Dios. Y es que no paro. Porque no puedo, por más que lo intento.


He renunciado a tomarme medicamentos porque no sirven absolutamente para nada; el jarabe para la tos, en lugar de quitármela, me da sueño, pero un sueño grande, grande, grande, como un coma; yo creo que por eso me quita la tos, porque me duermo y no toso; pero yo no puedo estar todo el día en perpetuo estado comatoso, más que nada, porque trabajo y tengo muchas cosas que hacer. Así que me he pasado a los remedios naturales. Traducción: leche caliente, infusiones, zumo de naranja y/o mandarina, miel, más miel y otra vez miel.


Que yo no tengo nada en contra de los remedios naturales, al contrario, los prefiero antes que los medicamentos. Pero es que la miel me da muchísimo asco... es horroroso, no la soporto. Es vómito de abeja, por Dios. Asco, asco y más asco. Y me la tengo que tomar a cucharadas, así, a palo seco, y por la noche con leche caliente.


Y... sin embargo, es lo que me está suavizando la garganta, y calmándome durante unos benditos minutos la tos.


¿Me da asco la miel? Mucho. ¿Me la tomo? Por supuesto, porque es lo que me está quitando la miseria.


Así que sarna con gusto no pica. Ea.



Catherine Heathcliff.
Lo que estoy escuchando: Sugar, oh Honey, Honey, de The Archies.


Hace dos noches decidí ver Diamante de sangre (Blood Diamond en el original), si bien es cierto que mi acercamiento hacia ella era de bastantes reticencias. He conocido a varias personas que me dijeron que no desperdiciara mi tiempo viéndola; conociéndome, obvié el comentario, pero sí que es cierto que ya iba con la idea preconcebida de que no me iba a gustar.


Bueno, pues me equivoqué otra vez.


Diamante de sangre es una muy buena película, muy realista, a mi juicio. Las escenas violentas son una constante, pero lamentablemente, una realidad en Sierra Leona, y por extensión, en cualquier país de África.


La película tiene lugar en el año 1999 durante la encarnizada guerra civil que asoló Sierra Leona, entre el gobierno del país y las fuerzas o guerrillas rebeldes del FUR (Frente Unido Revolucionario). Ante este desolador paisaje, Solomon (Djimon Hounsou), un pobre pescador, ve como el FUR masacra su poblado, captura a su mujer y a dos de sus tres hijos, y se lleva al mayor para entrenarlo en las "artes" de la guerrilla; además, él mismo es secuestrado para trabajar sin descanso en las minas de diamantes que controla el FUR, pues esta organización, a través del tráfico de diamantes, encuentra perennes fondos de financiación a su lucha: a través del contrabando de estos diamantes a otros países y del dinero obtenido de la venta de los mismos consiguen un constante devenir de armas que secunden su revolución. Un día Solomon encuentra en las minas de diamantes un ejemplar bastante grande y de un curioso color rosado, así que decide enterrarlo para más tarde quedarse con él, pero es descubierto por un soldado del FUR; en ese momento, el gobierno atacó la mina en la que Solomon estaba, y tanto él como el soldado del FUR que le había visto el diamante son apresados. Estando en la cárcel, Solomon se encuentra con Danny Archer (Leonardo DiCaprio), un ex mercenario nacido en Zimbabwe, que vive del continuo contrabando de diamantes que él mismo lleva hasta la frontera de Liberia (las exportaciones de diamantes desde Sierra Leona están prohibidas; por eso los contrabandistas deben ingeniárselas -constantes sobornos para ello, obviamente- para hacer llegar los diamantes al país vecino, Liberia, y continuar así con el ilegal proceso). Quiere el destino que Danny descubra que Solomon tiene un enorme diamante rosado escondido, así que cuando el primero es liberado, hace que salga Solomon de la prisión también. ¿El motivo de Danny? Quedarse con el diamante para el contrabando. ¿El motivo de Solomon? Poder encontrar a su familia, y en especial, a su hijo Dia; entre Danny y Solomon surge como una especie de pacto, una simbiosis, de la que ambos obtendrán algún tipo de beneficio. Además de ambos, la periodista Maddy Bowen (Jennifer Connelly) entra en acción, haciendo aún si cabe la simbiosis del trío protagonista más perfecta: Maddy quiere destapar la maraña de contrabando y muertes que rodea al comercio ilegal de diamantes, prohibido por la comunidad internacional; quiere destapar sobre todo el hecho de que los principales beneficiarios de este contrabando y de esta masacre humana son las multinacionales de los grandes países; quién mejor que darle esa información que Danny, un contrabandista de primer orden. Danny quiere que Solomon le indique dónde está enterrado el diamante rosado, y para ello, debe cumplir su parte del trato: ayudarle a encontrar a su familia; Danny sabe que con Maddy podrá encontrarlos más fácilmente, pues ella tiene información a las bases de datos de los campos de refugiados a los que posiblemente hayan sido enviados la mujer y los dos hijos menores de Solomon. Pero nos queda Dia, su hijo mayor... lo encontrará a través de su periplo por corazón de Sierra Leona, pero ya no será su Dia, sino un cruel y despiadado niño soldado del FUR...


Con respecto a las actuaciones, bueno, el adjetivo general es "correctas". Leonardo DiCaprio hace un buen papel, y está... eso, correcto. DiCaprio nunca ha sido santo de mi devoción, así que no puedo reconocer que hace una interpratación magistral, por la sencilla razón de que creo que no es un gran, gran, gran actor. Es buen actor. Punto. Y sus interprataciones son correctas. Y sí, digo lo mismo también de su trabajo en Infiltrados (The Departed (2006), de Martin Scorsese). Yo siempre diré que ante cualquier película de Leonardo DiCaprio siempre hay algún actor que lo eclipse. Y en Diamante de Sangre ese actor es Djimon Hounsou; para mí es lo MEJOR de la película en lo que a interpretaciones se refiere, y lo digo en mayúsculas: pedazo de actor, sí, señor. Cuando su Solomon gritaba, yo gritaba; cuando reía, yo reía; y, sobre todo, cuando lloraba, mis lágrimas eran las suyas. Grata sorpresa, y no es porque lo considerara mal actor, pero es que nunca le había visto una interpretación tan visceral como ésta. Y es que En America (In America (2002), de Jim Sheridan) es una de mis grandes asignaturas pendientes. Con respecto a Jennifer Connelly... bueno, no está mal, está correcta también. Sí que es cierto que a mí Jennifer me ha encantado desde siempre, pero en esta película había veces en las que sus planos me parecían completamente prescindibles... un mal día, supongo.


Después de haberla visto y de estar recordándola a medida que escribo esta entrada, sólo puedo decir que es una gran película. Como ya he dicho antes, a mí me pareció muy, muy, muy realista, y sobre todo, hace sentir al espectador realmente insignificante ante los grandes problemas que asolan África; los niños soldados es una cruel realidad, y eso es lo que más me impactó, pues es algo que todos conocemos y volvemos la cara ante ello. África es ese gran continente olvidado... y si hay algo que tengo claro es que el fin del mundo no tiene fecha fija en África, porque el apocalipsis llega siglos devastando ese maltrecho continente.


Catherine Heathcliff.
Lo que estoy escuchando: Earth Song, de Michael Jackson (History).


Una de series: Último aviso

Último aviso.

Al comienzo de esta semana, FOX decidió incluir en su programación de los lunes una nueva serie norteamericana: Último aviso (Burn Notice en el original). El primero capítulo, el piloto, me resultó bastante denso, en el sentido de que parecía como si los creadores de la serie hubiesen querido meter toda la trama posible dentro de un capítulo que no llegaba a los 60 minutos de duración. ¿Cuál es la consecuencia inmediata de esto? Pues que si no se presta atención, el argumento baila, y si el argumento baila, el espectador corre el peligro de no pillarle el ritmo a la serie ni marcando el compás con unas maracas. A mí eso me pasó a ratos, no siempre, y sí que es cierto y reconozco que le pillé el punto a la serie al día siguiente cuando leí un par de críticas por internet sobre la serie.

Y es que es una serie original y divertida; a pesar de los pesares, a mí el piloto me gustó, y me dejó con ganas de más.

Michael Westen (Jeffey Donovan) es un agente secreto que se ve atrapado en Miami tras una misión fallida en Nigeria, encargo que fracasó por una especie de inexplicable coordinación con su contacto de la zona; claro, ese desorden es fruto, principalmente, del hecho de que Westen ha sido "quemado", es decir, apartado del servicio activo porque no se le considera apto para realizarlo nunca más. A partir de ese momento, vuelve a Miami, a su casa, pero no puede salir de allí: no tiene contactos, ni armas, ni identificaciones personales, y está sometido a una constante vigilancia; está claro: alguien le ha traicionado. ¿Quién? Eso es lo que intentará averiguar a lo largo de los capítulos, mientras que, para salir del paso, se ve obligado a hacer alguna "chapucilla" que otra como detective privado clandestino. Además, Michael es todo un manitas; al estar desprovisto de medios y de equipo, es capaz de crear hasta el instrumento más sofisticado a partir de elementos totalmente rudimentarios de la vida cotidiana de cualquier persona.

En cualquier caso, y a pesar de todo, Michael no está solo; cuenta con la ayuda de su ex novia Fiona (Gabrielle Anwar), antigua terrorista del IRA. Claro, la tensión sexual está servida en un constante tira y afloja; está claro que Fiona y Michael se quieren y se desean. También pulula por ahí Sam Axe (Bruce Campbell), un antiguo oficial de la inteligencia de la marina semi retirado, que malvive estafando a ricas ancianas que viajan a Miami en pos de una nueva juventud; pero ojo, porque es también un agente doble que le pasará constante información sobre Weston -del que dice ser amigo íntimo- al FBI. Otro personaje clave de la serie es la madre de Michael, Madeline, una fumadora compulsiva que intenta proteger a su hijo... a su manera. La verdad es que cuando Madeline aparece es inevitable reírse... para mí, en las escenas y diálogos que comparte con su hijo, es un personaje genial.

Como ya he dicho, el capítulo piloto me dejó muy buen sabor de boca y con ganas de más Michael; y es que la clave de comedia y el tono de humor con el que Michael narra sus desventuras es lo que hace que la serie no sea en absoluto aburrida. Además, merece la pena también por ver a Jeffrey Donovan, un Michael Weston estupendo; engaña hasta al más observador; ofrece el prototipo físico antitético a cualquier idea preconcebida de espía que nos podamos imaginar... pero engaña, sobre todo, por su desmedido ingenio. Conquista al espectador, si no por su físico espectacular, sí por sus dotes intelectuales y por su lenguaje irónico y mordaz, que es capaz de añadirle esa chispa humorística de ingenio hasta en las situaciones más peligrosas y difíciles. Olé.

He leído en muchos sitios de internet que comparan esta nueva serie con la clásica sesentera de Superagente 86 (Get Smart en el original). Sinceramente, no sé por qué, porque no se parecen en nada, salvo por la clave de humor de las dos... pero vamos, para mí Michael Weston y Maxwell Smart se parecen entre sí a lo que un garbanzo a una lenteja: son legumbres, sí, pero un garbanzo es un garbanzo, y una lenteja es una lenteja. Weston y Smart son agentes secretos, sí, pero Weston es Weston, y Smart es Smart. Las comparaciones siempre son odiosas.

Último aviso, muy recomendable.



Catherine Heathcliff.
Lo que estoy escuchando: You Know My Name, de Chris Cornell.

Farewell




El 1 de julio me encontré un gorrión. No era más que un polluelillo sin apenas plumas y con unas enormes boqueras amarillas en las comisuras del pico. Me lo encontré al mediodía, piando, muerto de hambre, en el suelo. Lo cogí y me lo llevé a casa, llena de ilusión por la novedad. En casa, cuando yo era pequeña, siempre se habían criado gorriones, pero que lo hiciera yo... bueno, eso es toda una novedad, teniendo en cuenta lo patosa que soy, y, sobre todo, porque tenía en mis manos una vida que dependía de mis cuidados.






Le puse de nombre Heathcliff.






Siempre he tenido entendido que, cuando se decide uno a criar un gorrión dentro del ámbito doméstico, la primera semana es crucial. Bueno, mi pequeño hallazgo no pareció extrañar ni la comida ni el entorno; las migas de pan con leche fueron su sustento durante muchas semanas, y las devoraba con avidez, casi cada media hora. Y una cajita de zapatos y otra un poquito más grande después fueron sus nidos.






A medida que mi pajarillo empezaba a comer de todo, y crecía y le iban saliendo plumas, comprendimos que no estábamos ante un pajarillo, sino ante una pajarilla: una gorriona en toda regla. ¿Cómo lo supimos? Bueno, las gorrionas tienen el pecho y la tripita de un golor grisáceo blancuzco; los machos tienen un corbatín negro debajo del pico.






Heathcliff pasó a ser Cathy.






Mi pequeña Cathy se fue ganando el corazón de todos en casa, pues es increíble lo que un gorrión puede llegar a hacer; los subestimamos al verlos tan pequeños, tan insignificantes, tan comunes; pero mi pequeña Cathy nos daba lecciones cada día. Y, lo mejor para mí era que conocía mi voz por encima de las demás; los gorriones se guían mayormente por los sonidos, y de hecho, conocen el piar de su madre sobre los demás. Eso es lo que le pasaba a mi Cathy, que sabía que era yo cuando le decía: "¡Cathy!", o incluso, un suave "¡Pío"; así era como yo llamaba a mi pajarita, y venía a mi hombro, y comía de mi boca...






Era un encanto, y en casa estábamos todos encantados con ella... menos mi perrita; Cathy y Lupy nunca partieron peras.






Hoy se ha ido mi Cathy; después de más de dos meses conmigo ha decidido que su lugar está ahí fuera, con los demás gorriones. En casa, cuando ya le terminaron de salir las plumas del todo, empezamos a ponerla en la ventana, para que se fuera acostumbrando; al principio, se escondía; poco a poco, se fue acercando a la ventana, siempre y cuando yo la sostuviera en mi mano, hasta que finalmente, se ponía ella sola, con unos cuantos granitos de trigo que le habíamos comprado semanas antes.






Pero hoy se me ha ido. Y sé que es ley de vida, y que, obviamente, un gorrión no es como un perro, ni se puede tratar como tal; de hecho, yo siempre diré que un gorrión en una casa o en una jaula, en cautividad, es una crueldad. El gorrión es la representación genuina de la libertad, y está hecho para ser libre. Pero aquí estoy, sentada delante del ordenador, como una estúpida, sin parar de llorar desde que se fue.






Me hace gracia de manera irónica, porque me acuerdo que el primer día que la traje a casa mi padre me dijo: "te vas a hinchar de llorar cuando se vaya"; y yo le contesté: "qué va, papá, si sé que se tiene que ir; bah, lo tengo asumido". Ya lo ves, Catherine Heathcliff, ya lo ves.






Echo mucho de menos a mi gorriona. Me había acostumbrado a su piar y a sus picoteos. Siempre que estaba en el ordenador se venía conmigo y se echaba junto al aparato... el lado positivo y gracioso de esto es que mi Lupy es la única en la casa que no ha acusado su ausencia.






No tienes remedio, Catherine Heathcliff; habrá mucha gente que lea esto y se ría de tí, Catherine. Y por más años que pasen, nunca cambiarás.








Catherine Heathcliff.
Lo que estoy escuchando: I'll Be Waiting, de Lenny Kravitz.

Ready to go to 'The Ten Tenors' Concert!





El próximo domingo 28 del presente mes y año, una servidora estará en el campo de fútbol de mi ciudad para ver a Los Diez Tenores.




No quepo en mí de gozo... ¡qué ganas tenía! Y es que iban a venir a comienzos del verano, pero pospusieron su visita "por problemas de agenda". En su día, cuando se aplazó el concierto, pensaba que ya no vendrían, pero me equivoqué... por suerte.




Así que nada, a disfrutar, que estas cosas sólo pasan una vez en la vida. Preveo que será un espectáculo magnífico, y que lo disfrutaré 100%; no en vano estos diez australianos, muy guapos y muy rubios (la mayoría), constituyen una de mis formaciones preferidas.




Además, tengo entradas para la cuarta fila... ¡cerquita! ¡Qué ganas!




¿Aceptarán llevarme con ellos como su 'groupie' oficial? Ya quisiera yo...



Catherine Heathcliff.

Me hace llorar. Un escalofrío recorre mi espalda.

Llorar...

Es la perfección absoluta.



Catherine Heathcliff.

Delirios de defectos

Cuando una persona está enferma le da por pensar.


Como era de esperar, y dado que he dado comienzo a un nuevo curso, he pillado mi primer catarro. Normal. Con tanto alumno metido en seis aulas, era de esperar que pillase cualquier tipo de proceso gripal. Lo que no me imaginé es que iba a ser tan pronto; quizás sea debido a este tiempo fresco que estamos viviendo desde hace unos días; el otoño este año parece haberse adelantado... menos mal.


El viernes estaba peor. Creo que tenía fiebre, aunque no mucha, pero lo peor de todo, lo que no puedo soportar, es el dolor de huesos; eso es lo que peor llevo, esa sensación de costarte incluso levantar la cabeza o hasta mantenerla firme sobre los hombros, como si pesara media tonelada. Y ese sopor... que te decides meterte en la cama y no puedes dormir, o si lo haces, no descansas, y te despiertas aún peor que cuando bendita la hora decidiste reposar. En fin, nada nuevo para nadie. Un catarro común.


Pero es que a mí el viernes me dio por pensar, no sé si producto de la fiebre o no, y reflexioné sobre mi vida y sobre mí. Y yo no sé qué ocurrió que empecé a enumerar unos cuantos defectos, que si bien los tengo, nunca me había parado a pensar y a meditar seriamente en ellos. Craso error. Cuando uno está enfermo, nunca debe hacer eso, pues refugiarse en la autocrítica, unido al estado sedante de los medicamentos, puede perjudicar seriamente la salud. E irremediablemente pensaba en si debía cambiarlos o, cuanto menos, moderarlos.


Soy muy intransigente; no me gusta que me lleven la contraria -según qué casos, claro-, y si me la llevan, más le vale a quien sea que tenga un argumento de peso que contraiga mi opinión. También es verdad que cuando no llevo razón, lo reconozco y asumo mis errores.

Soy una persona muy bromista, pero no me gusta que me hagan a mí las bromas; claro, la ley del embudo, muy injusta, por cierto; muy mal, Catherine, muy mal.

Soy rencorosa; antes no lo era, dejaba pasar todo, pero a raíz de comprarme el barquito y navegar sola en él, me he dado cuenta de que me he transformado en alguien un tanto rencoroso, pero no mucho; en realidad, no es que sea rencor, sino más bien cautela, y ser menos permisiva con según qué cosas, no quiero que me vuelvan a hacer daño, aunque ésto no lo podemos evitar, es parte de la aventura que es vivir.

Ayudo a todo el mundo que me lo pida con una sonrisa de oreja a oreja y con mil amores, pero si los que me piden ayuda son parte de mi familia -como mi madre o mi padre- ya es otro cantar... puede ser que la sonrisa se transforme en una mueca irritante. Mala persona, Catherine, mala persona.

Me gusta ser puntual y que lo sean conmigo; me irrita muchísimo quedar con alguien a las 21 y que esa persona llegue a las 21.15.

Cambio de carácter con una facilidad pasmosa: lo mismo estoy riéndome a carcajada limpia, a los cinco minutos tengo hinchada la vena del cuello de ira o me estoy deshaciendo en lágrimas, lo mismo te quiero que te odio, no hay término medio. Vas de mal en peor, Catherine, así no se puede ser.

Soy absolutamente perfeccionista, casi de manera enfermiza; todo tiene que estar programado y milimetrado con una perfección completa; si una línea recta se traza un tanto torcida... ah, mundo, guarda tus espaldas, que la iracunda Catherine hará acto de presencia.

Me lo callo todo; soy una tumba andante, tanto en lo que se refiere a mis cosas como a las de los demás. Es muy difícil que yo le abra de manera completa mi corazón a nadie. Claro, hay veces que, de tanto callar, mi mundo interior estalla… en un torrente de lágrimas.

Me cuesta mucho confiar en las personas al principio. Lo que es un proceso duradero para la mayor parte de los seres humanos, para mí es una andadura casi eterna. En realidad, esto puede considerarse tanto un defecto como una virtud, pero sí que es cierto que a veces echo en falta el tiempo en el que confiaba en las personas al cien por cien; ando con pies de plomo ahora, y así es francamente difícil vivir. Palabra. Pobre Catherine...

¿Cuántos más? Cientos, miles. ¿Y qué piensas hacer con ellos, Catherine? Pues no lo sé, la verdad.


I am what I am... the way God made me.





Catherine Heathcliff.

Lo que estoy escuchando: I Am What I Am, de Mark Owen (Green Man).

Entre ánimas... It's Me, Cathy!

Es lo que provoca el imsomnio.

La falta de sueño que sufrí el miércoles por la noche hizo mella en mí, pero no en lo físico, sino en mi mente.

Cuando no puedo conciliar el sueño le pido ayuda a mi mp4. En realidad, no sé por qué, porque el escuchar música me permite coger el sueño menos todavía.

No obstante, la soledad de la noche me permite conocer más a fondo maravillas que yo ya sabía y apreciaba... pero la oscuridad me hace el regalo de comenzar a contemplarlas a fondo, en detalle, en silencio... y darme cuenta realmente del precioso presente que en la intimidad nocturna los acordes de dos canciones me ofrecían.





Catherine Heathcliff.

Una de series: El club contra el crimen

El club contra el crimen.

Bajo este nombre (Women's Murder Club en el original) se presentó en FOX el lunes pasado esta nueva serie. Durante las anteriores semanas, la promoción televisiva de esta serie en dicho canal había sido considerable, y yo, asidua telespectadora del mismo -de hecho, es el único canal que veo, pues sólo veo la tele durante la noche mientras ceno- miraba con recelo esta nueva incorporación. ¿Por qué? Bueno... a mi juicio intentaban vendernos la moto; cada capítulo de esta serie parecía, a juzgar por la promoción, girar en torno a misterios policiales varios, resueltos con éxito, por supuesto, por 4 mujeres, muy intrépidas y muy divinas ellas. Claro, a mí esto me olía a chamusquina... y a feminismo barato, una de las cosas que más odio por encima de todas las demás sobre la faz de la tierra.

Bueno, pues me equivoqué.

El primer capítulo -el piloto- no sólo me sorprendió gratamente, sino que me animó a continuar viendo la serie, a seguirla; en otras palabras, me quedé con ganas de más. Es cierto que no me equivoqué en el argumento. La principal protagonista es Lindsay, una detective obsesionada con su trabajo, con una vida personal bastante penosa, pero tan eficiente y cumplidora en sus labores, y en lo cotidiano tan absolutamente patosa, que el espectador no puede más que simpatizar con ella de inmediato. Obviamente, éste es el eterno cliché del policía bueno... sólo que en mujer. A Lindsay la acompañan Jill, abogada, Claire, médico forense, y Cindy, periodista en prácticas; juntas parecen formar una especie de cuarteto contra el crimen, "como un club", como diría Cindy, contra los misterios y crímenes que, presumo, en cada capítulo irán apareciendo.

La serie engancha, en gran parte, por la curiosidad que plantea el hecho de un nuevo crimen a resolver en cada capítulo; no obstante, he de decir que los cuatro personajes femeninos son encantadores, y eso que en un principio los rechacé vehementemente, por considerar que la serie era sólo un mero pretexto para idealizar a la mujer trabajadora, luchadora y emprendedora de hoy día. Cada una de las cuatro, en sus retratos tanto personales como laborales, y por supuesto, en su relación de amistad, gustan al espectador por igual; cada una de ellas es capaz de ofrecer a la audiencia características varias que las hacen simpáticas, pues el telespectador es capaz de aceptar rasgos de cada una de ellas para construir el personaje perfecto; las cuatro son un todo, y eso es lo que gusta de ellas.

En definitia, es una buena serie, que, sobre todo, engancha, y deja con ganas de más. Y no, no es una muestra más de feminismo barato; si así fuera yo no estaría hablando de ella en este, mi blog.

Un exceso de autoafirmación cae, irremediablemente, en la exclusión, y por ende, en la autodiscriminación. Una mujer demuestra lo que es cada día, día a día, sin necesidad de reivindicaciones sangrantes y acérrimas.


Catherine Heathcliff.

Una de series: Sin cita previa

Sin cita previa.

Aprovechando que Antena 3 ha incluido esta serie en su parrilla televisiva, haré mi crítica personal sobre la misma, como viene siendo habitual en este mi blog personal, dado que ya tuve la oportunidad, hace bastantes meses, de ver la primera temporada al completo en FOX.

Supongo que muchos sabrán que Sin cita previa nace a partir del personaje de Anatomía de Grey, la doctora Addison Montgomery (Kate Walsh); vamos, que este personaje sirvió para hacer de la primera el spin-off de la segunda. Como ya dije en mi crítica personal sobre Anatomía de Grey, para mí el personaje de la doctora Montgomery era de los mejorcitos de la serie, y cuando abandonó la misma al final de la 3ª temporada, a mí me iba a dar un síncope... hasta que me enteré que le habían ofrecido su propia serie... ah, bueno, eso ya es otra cosa, ¿no?

Bueno... Sin cita previa (Private Practice en el original) es una serie un tanto extraña. Y digo extraña si tomamos el tipo de trabajo y cómo se trabaja en la clínica Oceanside. Yo no sé si en California existen clínicas privadas dedicadas a la maternidad y a la concepción de este tipo, pero vamos, es raro de narices. Perdón por mi ignorancia, pero yo qué sé, siempre intento encontrarle el lado verosímil a lo que no lo es. Partiendo de esa base, la serie no aporta nada nuevo, bajo mi modesto punto de vista. Una serie de médicos (muy divinos todos y con unos métodos alternativos, nada convencionales, pero oh, milagro, siempre efectivos) se relacionan los unos con los otros, siempre juntos y revueltos, para construir el principal hilo argumental de la serie. Ya está, poco más. A mí la serie me gusta... pero no me apasiona. Se convirtió en una especie de alternativa para la noche de los jueves en FOX, y aunque hubiese ocurrido que la detestara con todas mis fuerzas, la hubiese seguido viendo, sólo y exclusivamente por Kate Walsh; me encanta cómo actúa esta mujer...
En cualquier caso, la serie me divierte, y por eso la seguí en su momento. La primera temporada tuvo un final un tanto abrupto por la huelga de guionistas, pero bueno, parece ser que la segunda temporada llegará en breve... y yo estaré ahí para continuar viéndola... aunque tampoco me ciegue la expectación.

En fin, para pasar el rato...

Catherine Heathcliff.


Lo que estoy escuchando: When You're Gone, de Bryan Adams y Melanie C. (Bryan Adams: Anthology).

Ese barco velero, cargado de sueños...


Una vez, hace ya algo de tiempo, me compré un barquito. Bah, nada del otro mundo; un velero. Pequeño, pero coqueto; nada lujoso, pero acogedor. Como digo, mi velero no era nada especial, pero para mí era mi mayor tesoro, y sólo dejaba subir a él a las personas que yo quería, a las que realmente sentía que debían estar allí; quería compartir con esas personas elegidas todo lo maravilloso que ocurría en mi barquito, y, sobre todo, quería que se sintiesen tan felices en él como yo lo era cuando subía a mi pequeña embarcación.


Recuerdo que hace bastante tiempo, justo cuando decidí comprarme el velero, dejé subir a una persona. Esa persona me dio su amistad, la cual yo tomé con cuidado, como un zafiro raro y magnífico que apenas un roce lo podría dañar, y yo a cambio, le ofrecí con mi amistad, no sólo zafiros, sino todos los rubíes, esmeraldas, perlas, e incluso, los diamantes que durante mis largas travesías en mi barquito recogía de las profundidades del océano. Poco a poco, llegó a convertirse en una de las más importantes de mi vida, hasta el punto que, en el terreno de la amistad, sentía que teniendo a mi lado a esa persona, no necesitaría a nadie más en mi barquito. De manera gradual, construimos un camarote en el que sólo podíamos entrar esa persona y yo, y el mundo que construimos hizo que llegara a considerarla como un miembro más de mi familia... y de hecho, mi propia familia así la consideró también.


Pero... el mar es traicionero, y una tempestad imprevista sucedió. Esa persona decidió, un día, así, de repente, dejar de visitar mi velero, y poco a poco, se fue apeando de mi barquito, hasta que se subió al suyo propio, y se alejó de mi embarcación, en dirección opuesta, dejando tras de sí las estelas de tristeza y desaliento que marcaban mi alma como hierros al rojo vivo.


Eso marcó mi velero con fuego. El casco se dañó, y tuve que esforzarme mucho, muchísimo, en la soledad del océano, para poder repararlo... a día de hoy creo que lo está, pero aunque el casco sea duro, muy duro, la mella sigue ahí, latente, y cuando la miro de vez en cuando, no puedo evitar recordar qué es lo que la causó, y una ensoñación deliciosamente dolorosa me evade de mi velero, y hace que bucee lentamente, y que me adentre en las profundidades del mar. No obstante, casi instantáneamente, una gaviota que sobrevuela mi velero justo en ese momento, siempre me hace despertar de ese ensueño, y donde una vez estaba la grieta en el casco, veo un muy buen trabajo de reconstrucción, y me siento francamente orgullosa de mí misma.


A veces me pregunto si volveré a contruir otro camarote con otra persona, ya sea una construcción cimentada en la amistad sincera o en el amor verdadero. Con respecto a la primera, tengo mis serias dudas, sobre todo, por mí, pues tras ese acontecimiento yo no he vuelto a ser la misma; en lo que se refiere a la segunda, por supuesto que sí, aunque todo lo vivido me ha hecho ser realmente cauta, y no orientar mi timón, viento en popa, a toda vela, en pos de ese objetivo... digamos que las olas en calma mecen mi velero, con tranquilidad, sin prisa... pero sin pausa...


...y algún día, por fin, llegaré a tierra.


Catherine Heathcliff.


Lo que estoy escuchando: Fix You, de Coldplay (X&Y).

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