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Adiós, 2009, adiós


De todos es bien sabido que cuando un año expira y otro nuevo comienza es cualidad inherente del ser humano hacer examen de conciencia e intentar analizar y comprender qué han supuesto para él/ella esos 365 días de su vida. Llevo tiempo queriendo escribir esta entrada, pero la inspiración o las dudas sobre cómo la enfocarían no aparecían por ningún lado. Bueno, la inspiración vino finalmente desde el blog de mi amiga Lui. Así que, querida Lui, desde aquí te pido persmiso para adueñarme de tu entrada y hacerla un poquito mía. Espero y deseo que no te importe...

01. ¿Qué hiciste en 2009 que no hubieras hecho nunca antes? Comenzar a vivir sola, fuera del nido, y alejada del cobijo bajo el ala de papá y mamá. Vamos, lo que viene siendo independizarse.

02. ¿Cumpliste tus propósitos de año nuevo, y harás más para el próximo año? Nunca me pongo propósitos para el nuevo año, así que no sé qué responder a esta pregunta.

03. ¿Alguien cercano a ti tuvo hijos? Sí, y fue (y es) un niño precioso.

04. ¿Alguien cercano a ti murió? Pues familiar, afortunadamente, no, pero sí que a mediados de año un vecino de mis padres decidió quitarse la vida de una manera un poco cruel. Fue difícil para todos, pues lo conocíamos desde hacía años. En fin, c'est la vie y su decisión.

05. ¿Qué países has visitado? Ninguno. Patético.

06. ¿Qué querrías tener en 2010 que no tuviste en 2009? Pues la verdad es que 2009 fue un año bastante completito en todos los sentidos, así que me guardo muy mucho de pedir nada para 2010. Virgencita, que me quede como estoy.

07. ¿Qué fecha de 2009 se te quedará grabada en tu memoria, y por qué? Tres fechas: 13 de julio, día en que me hicieron la entrevista para mi actual trabajo. 15 de julio, día en que me comunicaron la feliz noticia de que había sido seleccionada. 1 de septiembre, día en que empecé a trabajar en mi colegio.

08. ¿Cuál ha sido tu mayor logro este año? Trabajar haciendo algo que me apasiona y vivir en una de las ciudades más hermosas de la tierra.

09. ¿Cuál ha sido tu mayor fracaso? La relación que mantuve con mi ex novio. Fracaso absoluto. Dicen que de todo en esta vida se aprende; pues no es verdad, que yo de esto no aprendí nada, tan sólo a arrepentirme mientras viva.

10. ¿Has sufrido alguna enfermedad o daño físico? Pues el 6 de agosto me operaron de la enfermedad de Freiberg en el segundo dedo del pie derecho. Hoy por hoy estoy estupenda, y tacones siempre, claro. Porque yo lo valgo.

11. ¿Cuál ha sido la mejor cosa que has comprado? Mi portátil Packard Bell. ¡Más lindo!

12. ¿El comportamiento de quién mereció alabanza? El de mi madre, todos los días.

13. ¿El comportamiento de quién te decepcionó? Más que decir el "quién" es curioso que en todos los casos han sido personas de las que yo me decía "si ya me lo figuraba yo, si lo veía venir", o peor aún: de las que mi madre siempre dice "¡te lo dije!".

14. ¿A dónde fue la mayor parte de tu dinero? En lo de siempre: películas en dvd, cds, libros, ropa, zapatos, complementos y cosmética.

15. ¿Qué te hizo mucha, mucha ilusión? Una tableta de chocolate negro en el momento oportuno y de la persona adecuada.

16. ¿Qué canción te recordará siempre 2009? Todas las que yo llamo "Blacky's songs" y todas las de Coldplay.

17. Comparado con el año pasado, eres: Tristemente, más solitaria, independiente e introvertida.

18. ¿Qué quisieras haber hecho más? Ser menos pasional, que luego los palos vienen doblados y siempre por el mismo sitio. Y es que nunca los veo venir.

19. ¿Qué quisieras haber hecho menos? Haberle dedicado tiempo a personas y a cosas que no merecían la pena.

20. ¿Cómo pasarás las Navidades? Con mi familia, es decir, mis padres.

21. ¿Cómo pasarás la Noche Vieja? Ídem. Después de las uvitas, supongo que caerá alguna peli en dvd. Bueno, eso si mi sidriña no me hace recurrir urgentemente a la cama...

22. ¿Te enamoraste en 2009? Sí.

23. ¿Cuántos rollos de una noche? Ninguno, pero no sólo en 2009, siempre, que yo no soy de esas cosas. Yo soy de coroneles Brandon y no de Willoughbies.

24. ¿Cuál fue tu programa de televisión favorito? Dexter y Los Tudor. ¡Ñam, ñam!

25. ¿Odias a alguien que no odiases el año pasado? Si es que yo no puedo odiar a nadie. Mira que lo intento, oye, pero es que soy incapaz. A veces me gustaría tener más maldad.

26. ¿Cuál fue el mejor libro que leíste? Desde mi cielo, de Alice Sebold. Pero no es el mejor libro que he leído en mi vida ni por asomo.

27. ¿Cuál fue tu mejor descubrimiento musical? La gran mayoría de las que me recomienda Blackwood.

28. ¿Qué querías y obtuviste? Amigos de verdad. Un trabajo que me apasiona. Vivir y disfrutar de Sevilla.

29. ¿Qué querías y no obtuviste? Un Mini... snif, snif.

30. ¿Cuál fue tu película favorita este año? El curioso caso de Benjamin Button y Revolutionary Road.

31. ¿Qué hiciste en tu cumpleaños y cuantos cumpliste? Pues lo celebré tres veces, y las tres fueron estupendas, más que nada, porque estuve en todo momento con quien realmente quería estar. Cumplí 25, un cuarto de siglo. Olé.

32. ¿Qué única cosa hubiera hecho tu año incalculablemente más satisfactorio? No haber desperdiciado semanas, semanas y semanas llorando y lamentándome por las esquinas por algo y alguien que no merecían la pena.

33. ¿Cómo describirías tu concepto de la moda en 2009? Pues sigo el patrón Catherine Heathcliff: todo debe ir conjuntado al milímetro. Y bueno, soy rematadamente pija. Pero con cerebro, que conste.

34. ¿Qué te mantuvo en tu sano juicio? Mi nueva vida en Sevilla.

35. ¿Qué figura pública te gustó más este año? Todos los años voy a responder que Daniel Day-Lewis, Tim Burton y los cuatro miembros de Coldplay.

36. ¿Cuál ha sido tu videojuego favorito este año? Nunca he jugado con videojuegos. He crecido sin consola de ningún tipo, y creo que no me ha ido tan mal, ¿no?

37. ¿Quién ha hecho el mayor número de cameos en tus sueños este año? A saber... si mis sueños están siempre llenos de bichos y criaturas horripilantes, dignos de psicoanálisis profundo. Oye, pero nunca sueño con vampiros, con lo que me gustan. ¡Ofú!

38. ¿A quién echaste de menos? Fácil: a los que más quiero.

39. ¿Quién fue la mejor persona que conociste? Dos, y él y ella ya lo saben.

39. Dinos una valiosa lección que hayas aprendido en 2009: Ser siempre fiel a mis principios y a mi conciencia.

40. Quotea una canción que resuma tu año: Everything's Not Lost, de Coldplay.

Feliz Año. De corazón.

Catherine Heathcliff.

Lo que estoy escuchando: New Year's Day, de U2.

Song of the week I


Una compañera de trabajo tuvo un gran detalle el día de mi cumpleaños: regalarme una agenda de 2010 de Gustav Klimt. Y a mí me encantó, porque la agenda es linda de verdad, porque me encanta que me regalen (y regalar) cosas útiles y porque Gustav Klimt es mi pintor favorito. Me encanta toda su obra, y de hecho el fondo de pantalla de mi portátil varía semanalmente, pues repasa su obra pictórica de cabo a rabo. Ahora mismo, el que tengo configurado en la pantalla de mi flamante Packard Bell es La satisfacción, una obra de arte pintada por Klimt en torno a 1905-1910.

Curiosidades de la vida, es la portada de mi agenda.

Hoy estaba entusiasmada, porque por fin he podido empezar a escribir en mi agenda nueva, mi agenda de "Con E..., a las 13 horas, en el Hospital de Santiago". Nunca suelo anotar con quién quedo ni dónde, más que nada porque no me hace falta, que mi cabeza es como un pequeño y minucioso ordenador. Pero todo obedecía a la infantil ilusión de estrenar mi agenda de Klimt. Y claro, ya aproveché que había quedado para un par de cervezas con mi amiga de la infancia para dejar constancia gráfica en mi agenda de Klimt.

Hoy pensaba que debía tomarme muy en serio mi agenda de Klimt. Como ya he dicho, soy un poco mi propio ordenador personal, así que nunca he necesitado dejar las cosas apuntadas por doquier, no suelo olvidarme de ellas, pero aún así, yo siempre he tenido mi agenda escolar al lado, aunque no escribiera nada en ella. Me gustaba refugiarme en la seguridad que da tener algo donde apuntar las cosas importantes para que no se te olvidaran, aunque eso no fuera a pasar. Esta vez presumo que será diferente; mi agenda de Klimt lo merece, así que pienso apuntar todo, hasta corazoncitos palpitantes si hace falta, como las quinceañeras.

Propósito de Año Nuevo: mi agenda de Klimt. Adecentarla y llenarla de cosas importantes, cosas que merecen la pena.

Así que, siguiendo esta premisa, me he propuesto escribir en el margen superior izquierdo la siguiente información: "Song of the Week". Self-explanatory. Es un gran dato que apunto en mi nueva agenda de Klimt.

Comienza, pues, la nueva era de la agendita de marras...

Song of the week: Full Moon, de The Ghosts.


Catherine Heathcliff.


Sinopsis: Coraline Jones es una inquieta y curiosa jovencita que descubre en su nueva casa una puerta secreta y decide abrirla. Al hacerlo y cruzar el umbral, halla una segunda versión de su vida, una vida paralela a la que ella tiene, pero aparentemente, perfeccionada: a primera vista, la realidad paralela es curiosamente parecida a su vida de verdad, aunque mucho mejor. Pero cuando su increíble y maravillosa aventura empieza a tomar un cariz peligroso y su otra madre intenta mantenerla a su lado para siempre, Coraline deberá recurrir a su determinación y coraje, a la ayuda de sus extravagantes vecinos y a un gato negro con el don del habla para salvar a sus auténticos padres, a unos niños fantasma y regresar a casa.

Todo lo que huela a Tim Burton es santo de mi devoción. Conclusión: me compré hace unos días el dvd de Los mundos de Coraline. Bueno, en realidad, me la regaló mi madre, por aquéllo de la Navidad. Aquí, la verdad sea dicha, el señor Burton tiene poco que ver, salvo la inseparable unión metafórica que mantiene con Henry Sellick, director de la cinta que nos ocupa. El motivo de esa unión es que Sellick figura como director de Pesadilla antes de Navidad (The Nightmare Before Christmas, 1993), película que aparece insociablemente unida a Tim Burton por ser el gran motor que puso en marcha uno de los mejores films de animación de todos los tiempos -si no la mejor-. A priori, podría pensarse que la magia de la historia de Jack Skelleton es producto de la bendita mano de Burton, y que en el caso de Coraline Jones se quedaría en un vano intento por parte de Sellick de igualar al gran maestro. Bueno, nada más lejos de la realidad: el resultado fue plenamente satisfactorio.

Si bien es cierto que maravillas como Pesadilla antes de Navidad o La novia cadáver (The Corpse Bride, 2005) no pueden ser comparadas con ningún producto -como diría aquél-, Los mundos de Coraline es una película de animación de las buenas. Yo disfruté como una enana viéndola y me mantuvo clavada en mi sillón durante su más de hora y media de metraje. Tiene todos los elementos "Burtonianos" que podrían interesarme: es oscura, aunque con contrastes de gran colorido antinatural, siniestra a ratos, mordaz en su humor, el villano -la villana, en este caso- da miedo de verdad, y la eterna reflexión y/o moraleja de que ni los malos son tan malos, ni los buenos son tan buenos.

Podría extenderme en la cantidad de simbología que mi "pervertida" mente vio durante la película, como por qué la bruja malvada adopta la forma de la madre de Coraline y por qué ésta encuentra en el mundo paralelo una versión de su madre engañosamente bondadosa, ajena a la de su mundo real, con la que en apariencia parece no mantener una buena relación. ¿Estamos acaso ante un complejo de Electra en toda regla? O sacando la feminista que llevo dentro -¿ah, sí? ¿Es que llevo una feminista dentro? Anda, no lo sabía- por qué el padre de Coraline en ambas versiones de los dos mundos es bastante pusilánime y calzonazos, "sometido" a las decisiones de su cónyuge. Bueno, y por qué Coraline es tan tirana con su joven vecino Wybie, si sólo quiere ayudarla. Lo cierto es que son suculentos datos que dan para más de una entrada, pero para bien o para mal, el propósito de ésta era hablar de la película como espectadora. Y no puedo más que arrojar datos positivos.

En definitiva, película de animación muy recomendable. Considero que es una pequeña joya a descubrir y mejor verla de noche con las lueces apagadas, más que nada para respetar lo lúgubre de según qué escenas y el gran colorido onírico de otras. Y otra cosa: alejémonos de una vez del eterno cliché de película de animación = película de niños. Esta no lo es, a mi jucio. Es cruda a ratos, -como el hecho de la malvada bruja tenga la desagradable costumbre de arrancar los ojos a sus víctimas y reemplazarlos por ¡botones!-, y de verdad, que la bruja es mala de narices, que no exagero. Yo vi la película con mi madre, y las dos al día siguiente desayunando coincidimos en lo mismo: de niños nada de nada. Yo tengo 25 años, pero es que mi madre tiene 57.

Claro está, hay niños... y niños.
Catherine Heathcliff.

Lo que estoy escuchando: Satellite Heart, de Anya Marina (New Moon Original Soundtrack).

Mañana de Navidad

Hoy es Navidad. El mundo entero lleva 365 días pensando en este día, bien porque les reporte felicidad, o tal vez todo lo contrario, pues si se está viviendo un momento difícil, este día y la Navidad al completo, en general, se transforman en un auténtico camino de espinas. Una amiga mía siempre me dice que le gustaría cerrar los ojos y abrirlos el día 7 de enero, para que la Navidad se hubiese esfumado por completo sin que se hubiese dado cuenta. Ella odia la Navidad, y a mí no es que me guste especialmente; cuando era pequeña sí, obviamente... se ve que tengo más cerca los años de bastón que los de cuna.

Dejando a un lado las felicitaciones hipócritas y los buenos deseos con el ansia de quedar bien, hay que reconocer que estos días tienen algo de mágico. Magia blanca o magia negra, no lo sé, pero indiferentes no son. Y dado que mis Navidades son íntimas y familiares y que mis felicitaciones navideñas son escasas, pero salen del corazón, he pensado que quizá esta entrada endulzaría un poquito más a los que miran estos días con acritud y también a los que rebosan terrones de azúcar edulcorados a cada paso que dan.

Sonríe.

Feliz Navidad.





Catherine Heathcliff.

Lo que estoy escuchando: All I Want for Christmas, de Mariah Carey.

Amor


¿Qué es lo que nos ocurre a los seres humanos cuando nos enamoramos? Resulta curioso el hecho de que desafiamos todo lo habido y por haber por ese sentimiento. Todos los posibles impedimentos se transforman en secundarios. La separación se nos antoja dolorosa, mucho más la espiritual que la física. Y no paramos de preguntarnos qué es lo que haremos, o cómo soportaremos la distancia. Y aunque las trabas sean numerosas, a menudo estamos dispuestos a obviarlas en pos de un único sentir: el amor.

Hace falta valentía para dejar a un lado las piedras en el camino, y poco a poco, ir allanándolo para hallar al final del camino la compañía de la persona a la que amas.

...y yo me siento dolorosamente valiente.
Catherine Heathcliff.
Lo que estoy escuchando: Same Mistake, de James Blunt (All the Lost Souls).

Panic! At the School


Tengo la boca enorme, gigantesca, grandísima. Y no lo digo en el sentido literal de la palabra, que también, sino en el metafórico. Cuando hace un mes o cosa así me propusieron participar en las actividades deportivas de mi colegio que se celebran justo antes de la Navidad, al final del primer trimestre, dije que "sí" sin dudar. Vamos, Catherine, será divertido, me dije. Así que acepté con la plena seguridad que da apalabrar eventos con una distancia relativa en el tiempo: parece que ese día nunca va a llegar, así que, cuando lo haga, ya te preocuparás, ¿no? Bueno, yo estaba encantada, si hasta hace un par de semanas, sacando la gran pija que llevo dentro, me compré un chándal nuevo de marca para la ocasión en una casa de deportes, rosa y gris, precioso, divino total, ¡divino!

Bueno, pues ese día ha llegado.

Mañana a las 10 de la mañana, Dios mediante, una servidora estará disputando un partido de balón prisionero de profesoras contra alumnas de tercero y cuarto de secundaria. El caso es que aterrorizada me hallo. Conociéndome y dado que soy un pato mareado (con chándal rosa y gris divino, sí, pero pato al fin y al cabo) voy a hacer el ridículo más grande en la historia de mi colegio. Porque, a ver, Catherine, ¿cuánto hace que no juegas al balón prisionero? ¿Veinte años? Sí, más o menos, año arriba, año abajo. Me lloverán los balonazos a cascoporro, ya lo verás, y para colmo seré incapaz de esquivarlos, porque soy un pato mareado con chándal gris y rosa. Y siendo como soy, luego no podré devolverlos con saña, porque las alumnas de 15 y 16 años me darán penita, y oye, que yo tengo 25 y entonces sería una abusona, y yo soy de todo menos eso, que en mi época de instituto se ve que no conocía los chándals rosa y gris divinos y los/las abosones/as tenían especial y cruel predilección por mí. Y lo peor de todo, por si esto fuera poco, es que no me acuerdo ni de cuáles eran las reglas del juego; en mi mente sólo se visualizan balonazos por doquier, todos a mi culo, o peor: a mi careto.


Dios, ¡voy a morir!

Y, ¿de qué me sirve mi hora y media diaria de Batuka y pilates? Porque en Batuka no te enseñan a esquivar malvados balones. Yo te hago maravillas con las mancuernas, pero ¿y los balones? ¡Jesucristo! Bueno, sí, me va a servir para no echar los pulmones por la boca, y el hígado de paso. ¿Pero los balones? Dios...

Querido Dios:

Si estás leyendo a esta, tu humilde sierva, haz que la AEMET me de una buena noticia y mañana caigan chuzos de punta. ¡Por favor!

Claro, conociendo mi asquerosa suerte mañana hace un sol de justicia y yo haré un ridículo espantoso. Con chándal rosa y gris, divina, pero ridícula. No importa, moriré con las botas puestas. Bueno, con las botas no, con el chándal rosa y gris, divina de la muerte.

Me acerco peligrosamente a un momento muy similar al vivido por Birdget Jones al dejarse caer por la barra del parque de bomberos.


Que sea lo que Dios quiera, Amén.

Catherine Heathcliff.

Lo que estoy escuchando: Scream, de Michael & Janet Jackson (History).

Oh, blanca Navidad


Desde que era pequeña, he adorado siempre la Navidad. Siempre me ha aportado buenos momentos y he intentado vivirla con ilusión, si bien es cierto que la espartana sobriedad es la tónica general en la celebración de estas fiestas en casa. Como todos, compartiré estas fechas tan señaladas con la familia, con los míos, aunque en mi caso eso de "la familia" se reduce a mis padres. Punto.

Llevo desde que comenzó el fin de semana pensando en la vuelta a casa por Navidad. Se me va a hacer extraño por numerosos motivos. Para empezar, va a ser el primer año en el que soy yo la que tiene que volver a casa por Navidad, como decía el manido anuncio de televisión; jamás se ha dado el caso, constantemente he estado en casa, pero ahora vivo sola y en otra ciudad, así que siempre hay una primera vez para todo, dicen. Y también para el regreso.

Tengo sensaciones enfrentadas. La perspectiva de volver se me antoja extraña. Por un lado, tengo ganas de estar en mi hogar y poder abrazar a mi madre cuando me apetezca, sin necesidad de recurrir a largas conversaciones por teléfono para sentirla cerca en la distancia. Tengo ganas de estar en mi hogar para comenzar debates acalorados con mi padre sobre cualquier cosa, hasta la más estúpida o trivial, para continuar discutiendo en serio, estar unas horas sin hablarnos y acabar dándonos un abrazo diciendo el típico, pero sentido "no ha pasado nada, papá". Tengo ganas de volver a visitar la tierra donde está mi casa, tan diferente a mi Sevilla, pero la cual no por ello menos añorada; hay que estar lejos para darse cuenta, claro. Y tengo ganas de que llegue el regreso para ver a mis amigos, los cuales no veo desde finales de verano, pero a los que sigo llevando guardados bajo llave en mi mundo interior.

Y, ¿qué es lo que dejaré aquí durante dos semanas? Demasiadas cosas y personas como para que mis pobres líneas les hagan justicia. He llegado a sentirme tan bien en este lugar que ahora soy una extraña en mi propio hogar. Tranquilidad, autorrealización, apoyo, amistad, amor... quizá el rosa de la rebeca que vestía esta mañana en el trabajo ensombrece mi juicio, no lo sé, o será el cansancio acumulado durante el día de hoy. Siempre he dicho que mi hogar está donde estén los míos, y de un tiempo a esta parte siento que, en realidad, está aquí.

Así que en estos días inquietos llenos de correcciones, evaluaciones, tarjetas de felicitación, ajetreos, prisas y buenos deseos, no puedo evitar levantar mi bolígrafo rojo del examen, mirar al vacío y preguntarme si estas dos semanas de ausencia, de separación, de distancia física, me serán tan difíciles como ya de por sí me están resultando tan sólo al pensar en ellas.

...Es una sensación extraña dejarte tu otra mitad a 300 kilómetros de distancia...

Catherine Heathcliff.

Lo que estoy escuchando: Carry You Home, de James Blunt (All the Lost Souls).

Miscelánea


La vida es caprichosa. Nos empeñamos en controlarla y creemos que, por más que lo intentemos, conseguiremos asir con fuerza las riendas de la encabritada cabalgadura y domaremos la montura. Resulta bastante triste reconocer que, al fin y al cabo, jamás conseguimos cabalgar en paz, sino que la calma es relativa y el galope aparece sin trote previo de aviso.

El año expira, morirá en cuestión de días, y la conciencia humana tiende a hacer autobalance. En mi caso particular, este año ha sido inquieto. Mi cautela me impide calificarlo de manera optimista o pesimista, porque si algo he aprendido a lo largo de estos doce meses es que de un día para otro las cosas pueden cambiar de forma drástica.

Es curioso lo mucho que puede suponer un acto tan cotidiano como hablar. Tristemente, los seres humanos somos de naturaleza egoísta y andamos siempre demasiado ocupados como para frenar, tomar un profundo respiro y dejarnos llevar. Soy muy aficionada a las utopías y creo en la palabra. Pero en la de verdad. Es hermoso abrir en canal tu pecho, extraer tu corazón y hablar con él entre tus manos, como si fuera testigo mudo de lo que debes decir, sin olvidar pronunciar todo lo que en secreto te ha estado susurrando durante meses. Ánimo, te dice, lo estás haciendo muy bien, no dejes nada en el tintero, nada que en tus largas horas de velada auoconfesión y recapitulación no hayas anhelado expresar.

Me siento bien. Que haya tranquilidad, no hay decepción por ningún rincón, sabía cuáles eran mis cartas. Cartas... sí, esas que la vida presenta de cuando en cuando, y de cuyo juego dependerá el devenir de tus días. Las personas que se cruzan en nuestras vidas... a veces merece la pena pararse a pensar en ellas. No me gusta hablar de mí, pues pienso que mis escritos son ya de por sí bastante reveladores, y cierto es que las cosas siempre me han gustado claras, directas, concisas.

Ayer al mediodía alguien muy importante para mí me dijo que los filósofos están todos locos. Y es verdad. Dejemos, pues, la filosofía aparte. Siempre he sabido lo que quería, mis anhelos, mis inquietudes. Puedo enorgullecerme de eso. Lo tengo muy claro.

Y siento que debo dar las gracias.
Catherine Heathcliff.

Lo que estoy escuchando: A White Demon Love Song, de The Killers (New Moon Soundtrack).

Bad Romance, de Lady Gaga

Que adoro la música por encima de todas las cosas no es ningún secreto. Si alguien me pregunta qué tipo de música escucho, responderé que de todo tipo. Claro, esa etiqueta "de todo tipo" es peligrosa, porque hay sonidos horripilantes que nunca atravesarán los altavoces ni de mi portátil, ni de mi equipo de música. Casi todos se refieren a los que mueven masas y son generalmente marca intrínseca de la adolescencia pasajera, como el manido chunta-chunta o todo lo que tiene que ver con espeluznantes letras que tengan que ver con menear o restregar alguna parte baja de la anatomía de un ser humano. Esas cosas como que no están hechas para mí, qué le vamos a hacer.

Hace unos meses -bastantes, diría yo- llegó a mis manos, por casualidad, un cd extraño de una no menos extraña ¿artista?: The Fame, de Lady Gaga. ¿Quién narices sería esta Lady Gaga? Investigando por internet me topé con una mujer, cuanto menos, extravagante. Excesiva, rimbombante, exagerada, escandalosa, provocadora... todos son apelativos que la describen a la perfección. La reacción inicial es de rechazo, o al menos, eso fue lo que provocó en mí. Su estética, la verdad, es que tiene que ver conmigo lo que los garbanzos con las rosas de un jardín. Y no es que yo la esté llamando a ella garbanzo y a mí rosa, que no es ese el tema; a lo que me vengo a referir es que, a priori, la estética de esta buena mujer obedece a todo lo antitético con respecto a mí. Pero el caso es que no, que escuchando su música me fue "enganchando" gradualmente, porque a pesar de que lo suyo es un pop-dance ajeno a lo que yo podría escuchar inicialmente, su música siempre ha conseguido despertar en mí ese lado frívolo que yo también tengo y que normalmente me esfuerzo en ocultar.

Así que no me importa clamar a los cuatro vientos que, señores, Lady Gaga me encanta y disfruto mucho escuchándola cuando quiero dejar aflorar mi lado superficial. Su música es mero entretenimiento, sin pretensiones, y su estética, extraña como ella sola, es deliciosamente extravagante y divertida.

Si me permiten mis lectores, me autodedico su último single, Bad Romance. El videoclip no tiene desperdicio, sin duda, e indiferencia es lo último que provoca. Está siendo la banda sonora de mi fin de semana griposo, lleno de tos y reposo en cama. Casi me sueno la nariz al compás del "oh, la, la" del estribillo...



Catherine Heathcliff.

Lo que estoy escuchando: Blanco y en botella, vamos.

9 Times 9 I'd Say: Daniel, you're the best

Una de las razones por las que estoy deseando que acabe este año y que empiece 2010 es por ver en el cine la última película de mi amado, idolatrado, venerado, apreciado y deseado Daniel Day-Lewis.

Me da igual que aparezca rodeado de bellas féminas en Nine (Rob Marshall, 2009). Lo único que quiero ver (y oir) ahora mismo es a mi amado Daniel cantar. ¡Qué suerte tienen Nicole Kidman, Kate Hudson, Penélope Cruz, Marion Cotillard y Fergie! Y es que aparecer al lado del señor Day-Lewis en pantalla las hará hasta buenas actrices, cosa que no son; bueno, quizás la señora de Keith Urban y la francesita Cotillard se pueden escapar, pero sí que es cierto que mejorarán interpretativamente también al lado de este gentleman.

Es que me encanta este hombre. Y como yo también tengo un lado frívolo, como todo ser humano, escribo y publico esta entrada clamando a los cuatro vientos mi amor por mi anglo-irlandés favorito.

Creo que Daniel Day-Lewis es para las mujeres hechas y derechas lo que los ídolos juveniles son para las quinceañeras. Y es que decir con 25 años que estás enamoradísima hasta el tuétano de los huesos (platónicamente, está claro) de Daniel Day-Lewis parece que hasta te da un estatus social importante, porque claro, bebes los vientos por el mejor actor vivo que hay hoy día.

Que sirva como aperitivo y para ir calentando motores para el gran estreno.




Catherine Heathcliff Day-Lewis.

Lo que estoy escuchando: Arrivederci Roma, de Dean Martin.

Cosas de Green Day


Hoy es martes, y aunque supongan un día lleno de cosas que hacer, se me hacen realmente cortos,y será precisamente por eso, por la cantidad de cosas que hay programadas en mi agenda. Los lunes son diferentes. Salgo de trabajar a las 12.30, aunque rara vez me marcho a casa a esa hora; siempre me suelo quedar escondida en el aula de informática, sola, adelantando trabajo. Lo cierto es que estoy tan bien que casi nunca me quiero ir. Los lunes tengo guardia de recreo en el aula de castigados, y hay que estar muy pendiente de cómo se comportan lo que allí están, revisar lo que hacen e imponer autoridad; si están precisamente en ese aula de castigados es porque su comportamiento ha sido más bien nulo, y han entorpecido el normal funcionamiento de una clase. Todo profesor que se precie sabrá de lo que estoy hablando. Paciencia y mano dura cuando la ocasión lo requiera. El caso es que ayer tuve una guardia de recreo . Había poca gente, pero los que había, a pesar de no ser alumnos míos, me conocen y yo a ellos. Conforme iban terminando las tareas y castigos impuestos, iban saliendo al patio. Esto ocurrió con un alumno en concreto (que no pertenece a mis aulas, pero que he tenido la ocasión de conocer por tener que ir a su clase varias veces y por diversos motivos); cuando se levantaba para ir al patio, me hizo la siguiente pregunta:

- Seño, ¿usted está aquí todos los lunes?

A lo que yo respondí:


- Sí, todos los lunes tengo guardia en el aula de castigados. ¿Por qué lo preguntas?

Y él añadió:


- Porque a partir de ahora me voy a portar mal todos los lunes para que me manden castigado en el recreo aquí con usted.

Evidentemente, a mí me dio la risa, y tras el "anda, deja el peloteo y márchate al patio" que le dije a continuación, el chico se fue. La cosa quedó ahí y no le di más importancia, porque lo cierto es que no la tiene. Pero, casualidades de la vida, ayer por la tarde encendí la radio y estaba sonando Boulevard of Broken Dreams, de Green Day. Siempre que escucho este grupo me acuerdo de este alumno. Y ahora viene la historia que explica por qué lo recuerdo. Un día tuve que ir a su clase a sustituir a su profesor de inglés que no pudo ir a clase. Cuando me presenté y les dije que iba a ser su profesora de inglés durante esa hora y que darían la lección conmigo, él dijo en voz alta, sin razón aparente, tan sólo la de hacer la gracia correspondiente: "Don't want to be an American idiot!". Yo, con mucha sangre fría, lo miré muy seria y le contesté: "'I walk this empty street, on the Boulevard of Broken Dreams'. Deja a Green Day tranquilitos en su casa y saca el libro de inglés; cuando acabe la clase, hablamos de Green Day, de Pearl Jam y de Pink Floyd todo lo que quieras, pero ahora toca inglés, así que abre el libro, el cuadernillo y tu cuaderno de clase". Lo cierto es que el chico se quedó muy serio durante toda la hora, hizo los deberes y participó bastante, y cuando sonó el timbre del final de la clase, me dijo: "señorita, ¿usted cómo conoce a Green Day?". Claro, es lo que pasa, que los alumnos se piensan que los profesores no tenemos vida propia, o qué sé yo. Yo me reí y le dije: "Green Day no son propiedad tuya, así que sí, los conozco y me gustan algunas canciones". Él sonrió y desde ese día es raro el momento en el que se cruza conmigo y no me dedica una palabra amable, siempre con mucho respeto y aprecio. Me da mucha alegría como profesora sentir que, aunque sea un sólo alumno, te escucha y te tiene en cuenta, a pesar de que fuese por un motivo tan insignificante como una canción de Green Day. Y me da más alegría aún comprobar que este chico no es de mi clase ni siquiera, sino que lo fue en un momento puntual.

Por cosas como esta, y por infinitas más, merece muy mucho la pena ser profesora.

Catherine Heathcliff.

Lo que estoy escuchando: Wake Me Up When September Ends, de Green Day (of course!).

Carta abierta


Querida Catherine:


¿No te ha pasado nunca que tienes la necesidad de decir más cosas de las que realmente dices? ¿No tienes la sensación de que ocultas palabras, distintas a las que se escapan por tu boca?


A veces he notado cómo deseas decir las cosas abiertamente, con el corazón en la mano, pero quizá la cautela, o tal vez la inseguridad, frena tu lengua. Y sé también que quizás intuyes que las palabras dichas son insuficientes para expresar toda la magnitud de lo que realmente pretendes decir. Probablemente, esperas que tu interlocutor sea capaz de leer entre líneas y sepa descifrar aquéllo que no dices. Y también crees que la persona con la que hablas sabe lo que escondes, y quizá esperes que sea esa persona la que inicie la dialéctica, y comenzar así tú a desnudar tu alma poco a poco, como los gajos de una mandarina que van cayendo capa a capa, paso a paso.


Porque, si hay algo que desees más en este momento es precisamente eso, desnudar tu alma, despojarla de forma moral impostada y dejar ver lo que verdaderamente sientes, sin máscaras.


¿Crees que se presentará la ocasión en la que puedas hablar abiertamente, sin ataduras? ¿Crees que tu interlocutor dará comienzo a la detonación?


Eres consciente de que las consecuencias te importan bien poco ahora; tan sólo quieres hablar y dar explosión a la bomba de relojería que latente aguarda en tu interior.


Pero necesitas aquéllo que te espolee a ello.


¿Qué piensas hacer, Catherine? Porque yo puedo darte la solución, pero el salto al vacío sólo depende de ti.


¿Qué vas a hacer?


Firmado: Tú misma.


Catherine Heathcliff.


Lo que estoy escuchando: Here with Me, de Dido (No Angel).

Get well soon


Hoy, mañana de domingo, te dedico esta entrada a ti.

Sé que estás enfermo y que llevas unos días en cama intentando recuperarte, así que hay que procurar hacer ese periodo de convalecencia lo más llevadero posible.

Lo mejor: un poquito de buena música.





Get well soon!
Catherine Heathcliff.
Lo que estoy escuchando: Justo lo que hay arriba...


Sinopsis: Bella y Edward continúan con su relación, siempre empañada por las continuas peticiones de Bella (Kristen Stewart) por ser transformada en lo que más ansía y las constantes negativas de Edward (Robert Pattinson), que además sufre desesperadamente por el peligro al que expone constantemente a Bella, pues tanto su familia como él son depredadores natos. Por esta razón, Edward abandona a Bella, dejando a ésta sumida en la más profunda de las desesperaciones. Con la ayuda de Jacob Black (Taylor Lautner), su amigo de la infancia y miembro de la tribu quileute, Bella intentará superar su tristeza. Pero Bella parece amiga de los problemas, y nuevos peligros, criaturas sobrenaturales y vampiros ancestrales se cruzarán por su camino. Por si esto fuera poco, su afinidad con Jacob se verá acrecentada cada día hasta el punto de que ella se encontrará en medio de dos mundos antagónicos y ancestralmente enfrentados. ¿A quién deberá prestar lealtad?


Por fin se estrenó la segunda parte de la saga Crepúsculo (Twilight). Yo nunca he sido muy amiga de ir a ver las películas de masas la misma semana de su estreno, pero claro, este es un caso distinto. Aún así y por mucho que me guste esta saga, sigo resaltando sus carencias literarias, apoyando sólo el lado de puro entretenimiento, especialmente, en su adaptación al cine. Pocas son las veces en las que prefiero la película al libro, y con esta saga tal es el caso.


En general, no puedo decir nada malo de lo que anoche vi. Me gustó mucho de principio a fin. La película es fiel al libro al máximo, y ha conseguido lo imposible: Luna Nueva, el libro, me resultó lo más tedioso que había leído en mi vida, tan sólo superado por Amanecer (Breaking Dawn), el cuarto y último volumen de la saga de Meyer; pero Luna Nueva, la película, me ha gustado muchísimo más que la primera. Para esta segunda parte se han sucedido muchos cambios y éramos bastantes los que contemplábamos estas novedades con excépticos ojos. No obstante, yo creo que los cambios han sido a mejor: director (Chris Weitz), nuevo compositor de la banda sonora instrumental (Alexander Desplat), cambios en la apariencia de los personajes, nuevos artistas para las canciones principales de la banda sonora (aunque Muse continúa por ahí, evidentemente). Además, me gustó mucho comprobar que el director de fotografía era Javier Aguirresarobe. Muy buen sabor de boca, sí.


Todo en general me resultó agradable de ver: la madurez en el rostro de Kristen Stewart (parece mucho más mayor que en la película precedente), aunque me siguió pareciendo tan mala actriz como viene siendo habitual; los rasgos vampíricos más acentuados de los Cullen; la interpretación de Taylor Lautner, que es bastante buena; los Vulturi, que me encantan, son mi debilidad, tanto en el libro como en la película; el clan de los licántropos; la reserva quileute; Forks en general; el humor que a veces salpicaba la película; el tono rojizo más acentuado del pelo de Victoria (Rachelle Lefevre) y el pelo más rubio de Rosalie (Nikki Reed); el personaje de Jasper (Jackson Rathbone); la ciudad de Volterra... y podría seguir así, pero me temo que se debería más a mi entusiasmo subjetivo que a la pura realidad.


De todos modos, también sigo observando los mismos errores que en la primera, y es que, aparte de que Stewart es pésima trabajando, Rob Pattinson me pone de los nervios con esa impostura forzada de vampiro romántico y sufridor por su condición de condenado. Venga ya, hombre, tanta tontería byroniana, que por cierto, es incapaz de captar. Se lo ha creído que no veas, el chaval. Y la chavala, de paso, también.


Ahora me queda esperar al dvd, que ganas no me faltan. Además, así podré ver la película sin los constantes gritos, suspiros y demás risitas de las niñitas, porque vaya tela... estoy planteándome si exigir la devolución de la mitad del importe por daños y perjuicios. Y es que la superficialidad... es lo que ensombrece estas cosas, y es lo que hace que me de vergüenza admitir que a mí esta saga me gusta.


Catherine Heathcliff.


Lo que estoy escuchando: Possibility, de Lykke Li (The Twilight Saga: New Moon Original Soundtrack).

Moonlight Shadow, de Mike Oldfield

Mis palabras poco pueden añadir a esta obra maestra. No puedo decir más de lo que no se haya dicho ya de este gran clásico. Incluida en el álbum Crises (1983), se convirtió desde ese momento en una de las composiciones más emblemáticas del músico galés.

Tengo 25 años y he crecido con Mike Oldfield. Escucho ciertas piezas y no puedo evitar recordar momentos de mi infancia en los que me sentaba con mi hermano a escuchar a la vez que hablábamos. Lo cierto es que manteníamos conversaciones bastante largas, y por qué no decirlo, profundas, a pesar de yo ser una niña y el no ser más que un imberbe adolescente. Mi hermano, Óscar, me presentó a Mike Oldfield, y desde ese momento, la imagen del músico galés aparece inevitablemente asociada a Óscar.

El primer concierto al que fui en mi vida fue de Mike Oldfield y yo tenía 14 años. Recuerdo que empezó con In the Beginning, para continuar después con There Be Light, ambas incluidas en The Songs of Distant Earth (1994). Mi hermano me contó en su momento que el señor Oldfield creó este disco en homenaje a la novela Cánticos de la lejana tierra (The Songs of Distant Earth), de Arthur C. Clarke. Según mi hermano, Mike Oldfield dijo que ésta era su novela favorita, a lo que él añadió: "y la mía también". Jamás he leído el libro de Clarke por no considerarme capaz; yo, leyendo ciencia ficción, qué disparate. Las cosas están empezando a cambiar, y dos más dos no siempre son cuatro.

Mi hermano comenzó a coleccionar todos los cd's originales de la obra de Mike Oldfield, así que éste puede sentirse orgulloso: yo ahora tengo toda su discografía original. Y, pase lo que pase, seguirá siendo así, pues en cierto modo, me siento heredera y depositaria de esa función, ante la ya irremediable ausencia del que inició esta colección.

Hoy me he topado con ésto, y sí, es posible: puede enamorarte todavía más si cabe.


Para Óscar.
"I stay, I pray...
See you in Heaven...
...one day."
Catherine Heathcliff.

De afinidades


Afinidad: (Del lat. affinitas, -atis). Proximidad, analogía o semejanza de una cosa con otra. Atracción o adecuación de caracteres, opiniones, gustos, etc., que existe entre dos o más personas.


Conexión: Enlace, atadura, trabazón, concatenación de una cosa con otra. Acción o efecto de conectar. Amistades, mancomunidad de ideas o de intereses.


Vínculo: Unión o atadura de una persona con otra.


Consonancia: Relación de igualdad o conformidad que tienen algunas cosas o personas entre sí.


Complementar: Dar complemento a algo.


Gustar: Desear, querer y tener complacencia de algo.


Complacencia: Satisfacción, placer y contento que resulta de algo.


Catherine Heathcliff.


Lo que estoy escuchando: The River, de Bruce Springsteen.

No me gusta


No me gustan los domingos, ni mucho menos los domingos por la tarde. Son bastante deprimentes y estoy todo el día de un humor de perros, sin parar de refunfuñar. Lo gracioso del tema es que no sé explicar por qué.


No me gusta el calor. Odio los climas cálidos y los meses de junio, julio y agosto son un auténtico calvario para mí. Porque esto es como yo siempre digo: si tienes frío, te abrigas; si tienes calor, ¿qué narices haces?


No me gustan las incoherencias, el egoísmo, la envidia y la ignorancia. No me gusta la gente que no coge el toro por los cuernos y afronta las situaciones, enmascarando la verdad, o peor, omitiéndola. No me gusta la gente que no es clara, las de doble cara, y no me gusta no ser lo suficientemente espabilada a veces como para no darme cuenta de dónde están y resguardarme de ellas.


No me gusta que me guste siempre la persona equivocada. No me gusta sentir que he encontrado a la horma de mi zapato para luego darme cuenta que el zapato no era de mi número, me estaba pequeño o más bien grande. No me gusta que si creo haberlo encontrado, son más los impedimentos y dificultades que impiden la completa consecución. Aún así, siempre arriesgo.


No me gustan las paradojas ni las incongruencias.


No me gusta planchar, ni tampoco guardar la ropa. No me gusta ser tan maniática del orden que no me puedo permitir que no me guste dejar montañas de ropa sin planchar ni sin guardar en su sitio correspondiente. No me gusta ser incongruente en este aspecto, así que, a tenor del párrafo anterior, no me gustas, Catherine Heathcliff.


No me gusta la ausencia de orden y de higiene.


No me gusta la música fuerte, ni tampoco muy baja. Me pregunto especialmente si mis vecinos conocen el término medio.


No me gusta la gente que silba a todas horas y en espacios públicos cerrados, como por ejemplo, el autobús o el banco. Tampoco me gusta la gente que come pipas en las mismas situaciones, ni tampoco que tiren las cáscaras donde les venga en gana. No me gusta la gente que habla a gritos por el móvil, o que tienen el mp3 a todo volumen que se escucha hasta a través de los auriculares. No me gustan los que directamente prescinden de los auriculares para oir su música a todo trapo. Y lo que es peor: generalmente es música horriblemente estridente.


No me gustan los malos modales ni las formas intimidatorias. No me gusta la gente que chilla para intentar imponer su razón, ni tampoco los que son intransigentes. No me gustan los extremismos de ninguna clase. No me gusta que por sentirme orgullosa de ser española me tachen de facha, cuando no hay cosa más alejada de la realidad.


No me gusta la alcachofa, ni el queso. Pero el resto de verduras me chifla, y el queso en la pasta, cocinada de la manera que sea, me encanta. Vuelvo a ser paradójica, así que cada vez me odio más a mí misma.


No me gusta que mis cuatro muelas del juicio hayan decidido salir a la par. No me gusta que la inferior izquierda me de tanto la lata, a pesar de tener espacio suficiente para salir. No me gusta que mi dentista me inste a quitármelas; si tengo espacio y están saliendo correctamente, ¿por qué me las voy a quitar? ¿Acaso no son mías? Pues eso.


No me gusta esconderme.


No me gusta llorar. No me gusta la violencia, ni el maltrato, ni el abandono, sea del tipo que sea.


No me gusta el tabaco, ni el alcohol. Me lo paso genial con un caramelo en la boca y con un vaso de Coca-Cola (o Cola-Cao, en su defecto). Para decir estupideces no me hace falta un gin-tonic.


No me gusta el cine español, en general. Hay contadísimas excepciones, no obstante.


No me gusta que me gusten tanto la ropa, los zapatos, los complementos, la cosmética y la peluquería, porque básicamente, tengo que moderarme siempre. Las facturas y el alquiler son prioritarios, evidentemente.


No me gusta no tener a nadie que quiera hacer conmigo la ruta por el norte de España que tengo planeada para este veranno. A este paso me veo haciéndola sola, o peor aún, no yendo.


No me gusta que porque me guste Coldplay, o porque sepa quién es Björk, o porque adore a Tim Burton, idolatre hasta la saciedad a Daniel Day-Lewis y lea novelas decimonónicas inglesas, me tachen de "gafapasta". O peor aún: de freakie.


No me gustan las etiquetas. No siempre dos más dos son cuatro.


No me gusta la gente que habla mal, sin corrección, y no me gusta el lenguaje sms.


No me gusta no conseguir pasar siempre desapercibida.


No me gusta nada en absoluto hablar de mí.


No me gusta que el/la que haya leído esta entrada no se crea lo dicho en la oración anterior.


Catherine Heathcliff.


Lo que estoy escuchando: Odio, de Revólver.

Una declaración. Un regalo. Nada más que decir. Sólo oir; escuchar.

Parte de la banda sonora de mi vida, una vez más.


Lo que estoy escuchando:


Catherine Heathcliff.

Confieso que...


- ¿Juras decir la verdad, nada más que la verdad?

- Lo prometo.

- No, lo prometo no; ¿lo juras?

- No, no lo juro; lo prometo. Desde pequeña me insuflaron el temor reverencial de nunca jurar y eso es lo que hago: nunca juro, sino que prometo.

- Bueno, tanto da. ¿Tienes ya lista tu confesión?

- Sí. Llevo todo el día de hoy con ella en mi cabeza.

- Comienza, pues.

- Es que no me apetece comenzar. Tampoco sé realmente si la confesión servirá para algo.

- La utilidad de tus palabras está por ver. De todas formas, eres plenamente consciente de que tus palabras no siempre han surtido el efecto deseado; o tal vez sí, y lo ignoras.

- Tal vez sí, y yo lo ignoro.

- ¿Pues...?

- Pues...

>> Confieso que todo ha cambiado. Casi estando en el final de año, puedo decir que difiere en su totalidad de cómo empezó. Todo lo que me rodea es diferente, satisfacción es la única palabra que se me ocurre para hacerle justicia a la sensación general que tengo dentro de mí. Estoy tranquila, francamente tranquila.

>> Confieso que yo misma me veo diferente en todos los sentidos; cambiada. Una vez mi madre me dijo que la gente nunca cambiaba, que siempre eran de tal o cual manera, pero dejaban a la luz la cara que mejor le convenía según las circunstancias. Yo no sé si es porque todo lo que diga mi madre para mí es palabra de Dios, a pesar de mis 25 años, pero la cuestión es que yo me lo creí a pies juntillas. Pero he constatado que es una verdad a medias, que dicen que es la peor de las mentiras. Yo lo siento, lo he experimentado, y hoy puedo decir que no soy la misma.

>> Confieso que si algo he aprendido durante todos estos meses es a dejar el tiempo correr. Las cosas vienen solas si no las buscas, dicen, porque empecinarse en la continua búsqueda de algo conlleva a la inevitable frustración y consiguiente desesperación ante la amarga espera.

>> Confieso que jamás me curaré de una grave enfermedad que padezco, llamada impaciencia. Jamás. Y eso es una paradoja, porque si he aprendido a dejar el tiempo correr no sé a cuento de qué sigo padeciendo esta impaciencia patológica que trunca cualquier intento de apaciguar mi agitado espíritu.

>> Confieso que me doy cuenta, cada día más, de lo difícil que soy. Soy una persona llena de complejidades, y supongo difícil de conducir en la intimidad. Quizá sea por eso por lo que últimamente tiendo a psicoanalizarme bastante y a llegar a determinadas conclusiones.

>> Confieso que todo es mucho más sencillo de lo que yo lo hago. Sería conveniente que aprendiera de una vez por todas y me autoconvenciera de que en esto he perdido. Tirar la toalla, quizás, y no empecinarme en algo que siempre he sabido que no estaba predestinado a mis manos. No sé por qué llegado a cierto punto disfracé lo que de hecho tenía delante de mí y obvié el factor de que son razones de peso para la no realización. El cerebro debe pesar más que el corazón, y lamentablemente ahora mismo no consigo evitar que mi corazón sea más pesado que mi masa encefálica.

>> Confieso que todo esto me sabe a poco. Las palabras vertidas, derramadas. ¿Por qué me es tan fácil escribir y me cuesta tanto hablar? Me cuesta hablar, y sin embargo, jamás guardo silencio.

>> Confieso que me gustaría saber realmente qué piensas.


-Ya es suficiente.


Catherine Heathcliff.


Lo que estoy escuchando: Private Universe, de Crowded House (Recurring Dream).

Primer día


Anoche, cuando me fui a la cama, hice balance del fin de semana. Acostada cogí mi móvil, puse la alarma para levantarme temprano hoy lunes y, antes de apagar el teléfono, decidí escuchar algo de música. Fui a la carpeta del móvil donde tengo en formato mp3 mis canciones, y elegí The Scientist, de Coldplay. No es ningún secreto lo que esa canción significa para mí, así que pensé que qué mejor manera de poner punto y final a un cumpleaños realmente especial.


Las primeras notas del piano comenzaron a sonar a través del pequeño altavoz de mi móvil. Lo puse debajo de mi almohada y me arropé; apagué la luz y apoyé la cabeza, de manera que la música parecía envolver el silencio de la noche.


No puedo evitar pensar que este cumpleaños ha sido diferente en todos los sentidos, distinto a todos los vividos anteriormente. Sé muy bien por qué es, y también sé que me gustaría vivir algo parecido el próximo año, y al siguiente, y al siguiente...


La canción dejó de sonar y yo no pude más que hacerme preguntas que yo sola no sé responder.


¿No sería más fácil acaso hablar sin tapujos? ¿Sin cortapisas, abiertamente? A veces siento que escondo mi alma porque las circunstancias me obligan a ello, pero si yo sintiera que hay un sólo atisbo de poder mostrarla desnuda, sin ningún atavío, lo haría, sin dudarlo.


Deben ser los años, pero cierto es que me he vuelto muy reservada. Todo lo escondo dentro de mí. Tan sólo parece ser que cuando escribo me dejo arropar por las cálidas palabras que me ayudan a expresar gráficamente la inquietud de mi alma.


Me agota. Me gustaría poder despojarme de toda vestidura impostada y decir lo que realmente anhelo decir... pero, de nuevo, no puedo hacer lo sola. Necesito ayuda.


¿Debería temer el riesgo?


Primer día, un año más... pero las mismas preguntas, la misma inquietud. El mismo deseo.


Catherine Heathcliff.


Lo que estoy escuchando: All Is Full of Love, de Björk.

Tal día como hoy, hace 25 años...


Tal día como hoy, hace 25 años, mi madre estaba de parto.


Tal día como hoy, hace 25 años, mi madre se preocupaba, porque sentía dolores de parto, pero no podía explicarse por qué, pues estaba embarazada de ocho meses; mi nacimiento no estaba programado hasta finales de diciembre. Regalo navideño en toda regla. Bueno, regalo o carbón, según como se mire...


Tal día como hoy, hace 25 años, mi padre estaba trabajando y mi madre, aparte de soportar con estoicismo los dolores, se preguntaba qué iba a hacer ella sin mi padre, en caso de que, efectivamente, yo decidiera salir antes de tiempo; ella no sabía conducir, y el hospital más cercano estaba a 19 kilómetros a través de una carretera estrecha y bacheada.


Tal día como hoy, hace 25 años, hacía un frío gélido. Normal, mis padres vivían en Hontoria de la Cantera, provincia de Burgos, y en noviembre... pues blanco y en botella.


Tal día como hoy, hace 25 años, mi padre llegó de trabajar a la hora de comer para irse justo después otra vez. Mi madre se lo prohibió: lo que llevaba dentro tenía prisa. Así que mi padre montó a mi madre en su Renault 12 amarillo limón (véase lo hortera que era mi padre por aquella época), presa del pánico, y no sabe explicarme cómo consiguió recorrer los 19 kilómetros de distancia. Pero llegó, ¿eh? Ahí, como un campeón. Y mientras mi madre iba en el coche camino al hospital, mi padre le decía: "Mamá Catherine, ¡¡¡¡¡aguanta!!!!!". Y mamá Catherine respondía, muy tranquila ella: "Si yo aguanto, Papá Catherine, pero lo que está dentro no".


Tal día como hoy, hace 25 años, nací a las 13.45 en Burgos capital. Según mi querida madre, y cito textualmente (es que yo no me acuerdo, vamos, por eso recurro a ella): "naciste a la hora de comer, en el hospital privado de la Cruz Roja, al lado del río Arlanzón y de la estatua del Cid". Casi nada, ¿eh? Y es que Charlton Heston... a mi madre siempre le gustó.


Tal día como hoy, hace 25 años, yo nací bastante pequeñita. ¡Paradojas de la vida, oiga! Pesé al nacer 2 kilos, 850 gramos. Mi madre cuando me vio sólo fue capaz de exclamar, de pura decepción: "¡Qué cosa más chica!". Yo me imagino la situación, ahí todo el mundo con el acento burgalés puro, y mi madre soltando eso por su boca, medio dormida, agotada y con su gracejo andaluz. Hubiese sido digno de ver, y yo lo vi, pero es que no me acuerdo, ¿por qué será?


Tal día como hoy, hace 25 años, la comadrona que atendió a mi madre en el hospital le dijo la profética frase de "¡ay, esta niña viene para monja!". Y mi madre, muy ¿sorprendida?, preguntó el motivo, a lo que la comadrona respondió: "Es que ha nacido mirando para arriba, y lo normal en los niños es que nazcan mirando para abajo, hacia las nalgas de la madre; esta niña ha mirado para arriba, estaba mirando hacia el Cielo, así que va a ser monja". Personalmente, 25 años después, yo no niego que esa profecía sea cierta, pero en mi caso me parece que la pobre comadrona tuvo poca visión de futuro...


Tal día como hoy, hace 25 años, abrí los ojos al mundo. Y si bien el mundo es a veces bastante perro, tiene cositas que merecen la pena ser vividas. Así que, tal y como dije en la entrada anterior, este es el primer cuarto de siglo, pero vendrá el segundo, el tercero... y unos cuantos añitos más.


...Espero...



Catherine Heathcliff.


Lo que estoy escuchando: Happy Birthday, de Stevie Wonder.

Happy Birthday, Teacher!


Un cuarto de siglo no se cumple todos los días, y de hecho, sólo se cumple una vez, porque a partir de ahora, ya serán dos cuartos de siglo, tres cuartos de siglo... y para de contar, que dudo mucho llegar al siglo completo, aunque quién sabe. Yo querría dar guerra eternamente, pero...


El caso es que el próximo domingo día 8 de noviembre, es decir, pasado mañana, Catherine Heathcliff, la que escribe, cumplirá la nada desdeñable cifra de 25 años. Y es que a mí siempre me ha gustado ese número. Supongo que es una buena edad, y en fin, creo que llega en el momento vital más apropiado para mí, pues hacía mucho tiempo que no me sentía así de bien en (casi) todos los sentidos. Dejemos el "casi" cauteloso, pues.


Hoy mis alumnos me han hecho un regalo. Un regalo precioso. Han escrito todos en una improvisada felicitación una dedicatoria, y está firmada por todos y cada uno de mis pupilos. Buenos deseos de cumpleaños y hermosas palabras de cariño. Además, me han cantado el cumpleaños feliz, tanto en la lengua de Albión como en nuestra lengua mater. Lo cierto es que ha sido toda una sorpresa, y aunque haya días en los que las clases no salgan del todo como yo esperaba, y aunque tenga la completa certeza que de aquí a junio tendré días pésimos, así como inmejorables, estoy infinitamente agradecida por el cariño que en tan poco tiempo recibo por parte de ellos.


A pesar de castigos, miradas severas, reprimendas, deberes extras, exámenes complicados... y a pesar de sonrisas, juego del Ahorcado el último cuarto de hora si se portan bien (eso sí, con vocabulario del tema, que hay que repasar), palabras de aliento, ánimo cuando parecen agobiarse (hay veces que utilizar el got o no detrás de have puede ser una decisión agotadora de la que dependa que Sevilla entera se hunda en una zanja o no).


Y a pesar de adorarlos. Porque es que ellos no son conscientes de lo mucho que su "seño" les aprecia. Hoy, mañana y siempre.


Mi tableta de chocolate negro, mi dedicatoria... what else could I ask?


Feliz cumple, seño.


Catherine Heathcliff.


Lo que estoy escuchando: Happy Birthday, de Bernadette Carroll.

Chocolate


Hoy es un día especial, o al menos, a mí me lo parece.


Y digo que a mí me parece especial porque alguien me ha endulzado la jornada, y por extensión, el resto de una semana que se me estaba haciendo un tanto cuesta arriba.


Hoy me han regalado una tableta de chocolate. De chocolate negro.


E, independientemente de lo infinitamente agradecida que me he sentido y que me siento por el hermoso detalle, ese gesto y los minutos de conversación posteriores han conseguido que comience a contemplar las cosas de otra manera.


Hoy he llegado a casa a la hora de comer y he escrito un mensaje con mi móvil. Lo he enviado. A los diez minutos, he recibido una llamada a mi teléfono.


- ¿Diga?

- ¡Hola!

- ¡Hola, papá!


...Muchísimas gracias...


Catherine Heathcliff.


Lo que estoy escuchando: Les Bonbons, de Jacques Brel.

Tras la máscara


Tenía la sensación de que le habían pegado un mazazo en la cabeza y acababa de despertar bruscamente. El dolor de cabeza tras una mala noche de sueño era permanente.


Parece ser que todo había sido producto de su inquieta imaginación. O eso, o ella había visto nublados sus sentidos y no entendía nada en absoluto.


Es increible lo volátiles que son los sentimientos, pensaba. Claro, lo son aquéllos que no corren parejos a otros. A los esperados.


Le sorprendía comprobar lo que habían provocado los escasos días de separación, y no podía evitar preguntarse si alguna vez había sido diferente, o si todo había sido devaneo sin rumbo fijo de sus anhelos.


Todo era demasiado complicado y ella estaba cansada de aguardar. Estaba cansada de sentirse una completa imbécil, y una vez más, se avergonzaba. ¿Es que acaso no iba a escarmentar?


Abrió la ventana. El fresco aire de la mañana acarició su cara. Pero eso no la renovó, como esperaba. Tal vez era porque desde hacía varios días no se sentía ella misma.


Es lo que suele pasar: tras la tempestad llega la calma, y tras la euforia llega el hundimiento.


O tal vez fuese sólo una cosa de paciencia, de seguir aguardando.


Pero, ¿para qué, al fin y al cabo?


La máscara era demasiado pesada, y estaba agotada de ocultarse tras ella.


Catherine Heathcliff.


Lo que estoy escuchando: Behind the Mask, de Fleetwood Mac (Behind the Mask)


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