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Cosas de Green Day


Hoy es martes, y aunque supongan un día lleno de cosas que hacer, se me hacen realmente cortos,y será precisamente por eso, por la cantidad de cosas que hay programadas en mi agenda. Los lunes son diferentes. Salgo de trabajar a las 12.30, aunque rara vez me marcho a casa a esa hora; siempre me suelo quedar escondida en el aula de informática, sola, adelantando trabajo. Lo cierto es que estoy tan bien que casi nunca me quiero ir. Los lunes tengo guardia de recreo en el aula de castigados, y hay que estar muy pendiente de cómo se comportan lo que allí están, revisar lo que hacen e imponer autoridad; si están precisamente en ese aula de castigados es porque su comportamiento ha sido más bien nulo, y han entorpecido el normal funcionamiento de una clase. Todo profesor que se precie sabrá de lo que estoy hablando. Paciencia y mano dura cuando la ocasión lo requiera. El caso es que ayer tuve una guardia de recreo . Había poca gente, pero los que había, a pesar de no ser alumnos míos, me conocen y yo a ellos. Conforme iban terminando las tareas y castigos impuestos, iban saliendo al patio. Esto ocurrió con un alumno en concreto (que no pertenece a mis aulas, pero que he tenido la ocasión de conocer por tener que ir a su clase varias veces y por diversos motivos); cuando se levantaba para ir al patio, me hizo la siguiente pregunta:

- Seño, ¿usted está aquí todos los lunes?

A lo que yo respondí:


- Sí, todos los lunes tengo guardia en el aula de castigados. ¿Por qué lo preguntas?

Y él añadió:


- Porque a partir de ahora me voy a portar mal todos los lunes para que me manden castigado en el recreo aquí con usted.

Evidentemente, a mí me dio la risa, y tras el "anda, deja el peloteo y márchate al patio" que le dije a continuación, el chico se fue. La cosa quedó ahí y no le di más importancia, porque lo cierto es que no la tiene. Pero, casualidades de la vida, ayer por la tarde encendí la radio y estaba sonando Boulevard of Broken Dreams, de Green Day. Siempre que escucho este grupo me acuerdo de este alumno. Y ahora viene la historia que explica por qué lo recuerdo. Un día tuve que ir a su clase a sustituir a su profesor de inglés que no pudo ir a clase. Cuando me presenté y les dije que iba a ser su profesora de inglés durante esa hora y que darían la lección conmigo, él dijo en voz alta, sin razón aparente, tan sólo la de hacer la gracia correspondiente: "Don't want to be an American idiot!". Yo, con mucha sangre fría, lo miré muy seria y le contesté: "'I walk this empty street, on the Boulevard of Broken Dreams'. Deja a Green Day tranquilitos en su casa y saca el libro de inglés; cuando acabe la clase, hablamos de Green Day, de Pearl Jam y de Pink Floyd todo lo que quieras, pero ahora toca inglés, así que abre el libro, el cuadernillo y tu cuaderno de clase". Lo cierto es que el chico se quedó muy serio durante toda la hora, hizo los deberes y participó bastante, y cuando sonó el timbre del final de la clase, me dijo: "señorita, ¿usted cómo conoce a Green Day?". Claro, es lo que pasa, que los alumnos se piensan que los profesores no tenemos vida propia, o qué sé yo. Yo me reí y le dije: "Green Day no son propiedad tuya, así que sí, los conozco y me gustan algunas canciones". Él sonrió y desde ese día es raro el momento en el que se cruza conmigo y no me dedica una palabra amable, siempre con mucho respeto y aprecio. Me da mucha alegría como profesora sentir que, aunque sea un sólo alumno, te escucha y te tiene en cuenta, a pesar de que fuese por un motivo tan insignificante como una canción de Green Day. Y me da más alegría aún comprobar que este chico no es de mi clase ni siquiera, sino que lo fue en un momento puntual.

Por cosas como esta, y por infinitas más, merece muy mucho la pena ser profesora.

Catherine Heathcliff.

Lo que estoy escuchando: Wake Me Up When September Ends, de Green Day (of course!).

Carta abierta


Querida Catherine:


¿No te ha pasado nunca que tienes la necesidad de decir más cosas de las que realmente dices? ¿No tienes la sensación de que ocultas palabras, distintas a las que se escapan por tu boca?


A veces he notado cómo deseas decir las cosas abiertamente, con el corazón en la mano, pero quizá la cautela, o tal vez la inseguridad, frena tu lengua. Y sé también que quizás intuyes que las palabras dichas son insuficientes para expresar toda la magnitud de lo que realmente pretendes decir. Probablemente, esperas que tu interlocutor sea capaz de leer entre líneas y sepa descifrar aquéllo que no dices. Y también crees que la persona con la que hablas sabe lo que escondes, y quizá esperes que sea esa persona la que inicie la dialéctica, y comenzar así tú a desnudar tu alma poco a poco, como los gajos de una mandarina que van cayendo capa a capa, paso a paso.


Porque, si hay algo que desees más en este momento es precisamente eso, desnudar tu alma, despojarla de forma moral impostada y dejar ver lo que verdaderamente sientes, sin máscaras.


¿Crees que se presentará la ocasión en la que puedas hablar abiertamente, sin ataduras? ¿Crees que tu interlocutor dará comienzo a la detonación?


Eres consciente de que las consecuencias te importan bien poco ahora; tan sólo quieres hablar y dar explosión a la bomba de relojería que latente aguarda en tu interior.


Pero necesitas aquéllo que te espolee a ello.


¿Qué piensas hacer, Catherine? Porque yo puedo darte la solución, pero el salto al vacío sólo depende de ti.


¿Qué vas a hacer?


Firmado: Tú misma.


Catherine Heathcliff.


Lo que estoy escuchando: Here with Me, de Dido (No Angel).

Get well soon


Hoy, mañana de domingo, te dedico esta entrada a ti.

Sé que estás enfermo y que llevas unos días en cama intentando recuperarte, así que hay que procurar hacer ese periodo de convalecencia lo más llevadero posible.

Lo mejor: un poquito de buena música.





Get well soon!
Catherine Heathcliff.
Lo que estoy escuchando: Justo lo que hay arriba...


Sinopsis: Bella y Edward continúan con su relación, siempre empañada por las continuas peticiones de Bella (Kristen Stewart) por ser transformada en lo que más ansía y las constantes negativas de Edward (Robert Pattinson), que además sufre desesperadamente por el peligro al que expone constantemente a Bella, pues tanto su familia como él son depredadores natos. Por esta razón, Edward abandona a Bella, dejando a ésta sumida en la más profunda de las desesperaciones. Con la ayuda de Jacob Black (Taylor Lautner), su amigo de la infancia y miembro de la tribu quileute, Bella intentará superar su tristeza. Pero Bella parece amiga de los problemas, y nuevos peligros, criaturas sobrenaturales y vampiros ancestrales se cruzarán por su camino. Por si esto fuera poco, su afinidad con Jacob se verá acrecentada cada día hasta el punto de que ella se encontrará en medio de dos mundos antagónicos y ancestralmente enfrentados. ¿A quién deberá prestar lealtad?


Por fin se estrenó la segunda parte de la saga Crepúsculo (Twilight). Yo nunca he sido muy amiga de ir a ver las películas de masas la misma semana de su estreno, pero claro, este es un caso distinto. Aún así y por mucho que me guste esta saga, sigo resaltando sus carencias literarias, apoyando sólo el lado de puro entretenimiento, especialmente, en su adaptación al cine. Pocas son las veces en las que prefiero la película al libro, y con esta saga tal es el caso.


En general, no puedo decir nada malo de lo que anoche vi. Me gustó mucho de principio a fin. La película es fiel al libro al máximo, y ha conseguido lo imposible: Luna Nueva, el libro, me resultó lo más tedioso que había leído en mi vida, tan sólo superado por Amanecer (Breaking Dawn), el cuarto y último volumen de la saga de Meyer; pero Luna Nueva, la película, me ha gustado muchísimo más que la primera. Para esta segunda parte se han sucedido muchos cambios y éramos bastantes los que contemplábamos estas novedades con excépticos ojos. No obstante, yo creo que los cambios han sido a mejor: director (Chris Weitz), nuevo compositor de la banda sonora instrumental (Alexander Desplat), cambios en la apariencia de los personajes, nuevos artistas para las canciones principales de la banda sonora (aunque Muse continúa por ahí, evidentemente). Además, me gustó mucho comprobar que el director de fotografía era Javier Aguirresarobe. Muy buen sabor de boca, sí.


Todo en general me resultó agradable de ver: la madurez en el rostro de Kristen Stewart (parece mucho más mayor que en la película precedente), aunque me siguió pareciendo tan mala actriz como viene siendo habitual; los rasgos vampíricos más acentuados de los Cullen; la interpretación de Taylor Lautner, que es bastante buena; los Vulturi, que me encantan, son mi debilidad, tanto en el libro como en la película; el clan de los licántropos; la reserva quileute; Forks en general; el humor que a veces salpicaba la película; el tono rojizo más acentuado del pelo de Victoria (Rachelle Lefevre) y el pelo más rubio de Rosalie (Nikki Reed); el personaje de Jasper (Jackson Rathbone); la ciudad de Volterra... y podría seguir así, pero me temo que se debería más a mi entusiasmo subjetivo que a la pura realidad.


De todos modos, también sigo observando los mismos errores que en la primera, y es que, aparte de que Stewart es pésima trabajando, Rob Pattinson me pone de los nervios con esa impostura forzada de vampiro romántico y sufridor por su condición de condenado. Venga ya, hombre, tanta tontería byroniana, que por cierto, es incapaz de captar. Se lo ha creído que no veas, el chaval. Y la chavala, de paso, también.


Ahora me queda esperar al dvd, que ganas no me faltan. Además, así podré ver la película sin los constantes gritos, suspiros y demás risitas de las niñitas, porque vaya tela... estoy planteándome si exigir la devolución de la mitad del importe por daños y perjuicios. Y es que la superficialidad... es lo que ensombrece estas cosas, y es lo que hace que me de vergüenza admitir que a mí esta saga me gusta.


Catherine Heathcliff.


Lo que estoy escuchando: Possibility, de Lykke Li (The Twilight Saga: New Moon Original Soundtrack).

Moonlight Shadow, de Mike Oldfield

Mis palabras poco pueden añadir a esta obra maestra. No puedo decir más de lo que no se haya dicho ya de este gran clásico. Incluida en el álbum Crises (1983), se convirtió desde ese momento en una de las composiciones más emblemáticas del músico galés.

Tengo 25 años y he crecido con Mike Oldfield. Escucho ciertas piezas y no puedo evitar recordar momentos de mi infancia en los que me sentaba con mi hermano a escuchar a la vez que hablábamos. Lo cierto es que manteníamos conversaciones bastante largas, y por qué no decirlo, profundas, a pesar de yo ser una niña y el no ser más que un imberbe adolescente. Mi hermano, Óscar, me presentó a Mike Oldfield, y desde ese momento, la imagen del músico galés aparece inevitablemente asociada a Óscar.

El primer concierto al que fui en mi vida fue de Mike Oldfield y yo tenía 14 años. Recuerdo que empezó con In the Beginning, para continuar después con There Be Light, ambas incluidas en The Songs of Distant Earth (1994). Mi hermano me contó en su momento que el señor Oldfield creó este disco en homenaje a la novela Cánticos de la lejana tierra (The Songs of Distant Earth), de Arthur C. Clarke. Según mi hermano, Mike Oldfield dijo que ésta era su novela favorita, a lo que él añadió: "y la mía también". Jamás he leído el libro de Clarke por no considerarme capaz; yo, leyendo ciencia ficción, qué disparate. Las cosas están empezando a cambiar, y dos más dos no siempre son cuatro.

Mi hermano comenzó a coleccionar todos los cd's originales de la obra de Mike Oldfield, así que éste puede sentirse orgulloso: yo ahora tengo toda su discografía original. Y, pase lo que pase, seguirá siendo así, pues en cierto modo, me siento heredera y depositaria de esa función, ante la ya irremediable ausencia del que inició esta colección.

Hoy me he topado con ésto, y sí, es posible: puede enamorarte todavía más si cabe.


Para Óscar.
"I stay, I pray...
See you in Heaven...
...one day."
Catherine Heathcliff.

De afinidades


Afinidad: (Del lat. affinitas, -atis). Proximidad, analogía o semejanza de una cosa con otra. Atracción o adecuación de caracteres, opiniones, gustos, etc., que existe entre dos o más personas.


Conexión: Enlace, atadura, trabazón, concatenación de una cosa con otra. Acción o efecto de conectar. Amistades, mancomunidad de ideas o de intereses.


Vínculo: Unión o atadura de una persona con otra.


Consonancia: Relación de igualdad o conformidad que tienen algunas cosas o personas entre sí.


Complementar: Dar complemento a algo.


Gustar: Desear, querer y tener complacencia de algo.


Complacencia: Satisfacción, placer y contento que resulta de algo.


Catherine Heathcliff.


Lo que estoy escuchando: The River, de Bruce Springsteen.

No me gusta


No me gustan los domingos, ni mucho menos los domingos por la tarde. Son bastante deprimentes y estoy todo el día de un humor de perros, sin parar de refunfuñar. Lo gracioso del tema es que no sé explicar por qué.


No me gusta el calor. Odio los climas cálidos y los meses de junio, julio y agosto son un auténtico calvario para mí. Porque esto es como yo siempre digo: si tienes frío, te abrigas; si tienes calor, ¿qué narices haces?


No me gustan las incoherencias, el egoísmo, la envidia y la ignorancia. No me gusta la gente que no coge el toro por los cuernos y afronta las situaciones, enmascarando la verdad, o peor, omitiéndola. No me gusta la gente que no es clara, las de doble cara, y no me gusta no ser lo suficientemente espabilada a veces como para no darme cuenta de dónde están y resguardarme de ellas.


No me gusta que me guste siempre la persona equivocada. No me gusta sentir que he encontrado a la horma de mi zapato para luego darme cuenta que el zapato no era de mi número, me estaba pequeño o más bien grande. No me gusta que si creo haberlo encontrado, son más los impedimentos y dificultades que impiden la completa consecución. Aún así, siempre arriesgo.


No me gustan las paradojas ni las incongruencias.


No me gusta planchar, ni tampoco guardar la ropa. No me gusta ser tan maniática del orden que no me puedo permitir que no me guste dejar montañas de ropa sin planchar ni sin guardar en su sitio correspondiente. No me gusta ser incongruente en este aspecto, así que, a tenor del párrafo anterior, no me gustas, Catherine Heathcliff.


No me gusta la ausencia de orden y de higiene.


No me gusta la música fuerte, ni tampoco muy baja. Me pregunto especialmente si mis vecinos conocen el término medio.


No me gusta la gente que silba a todas horas y en espacios públicos cerrados, como por ejemplo, el autobús o el banco. Tampoco me gusta la gente que come pipas en las mismas situaciones, ni tampoco que tiren las cáscaras donde les venga en gana. No me gusta la gente que habla a gritos por el móvil, o que tienen el mp3 a todo volumen que se escucha hasta a través de los auriculares. No me gustan los que directamente prescinden de los auriculares para oir su música a todo trapo. Y lo que es peor: generalmente es música horriblemente estridente.


No me gustan los malos modales ni las formas intimidatorias. No me gusta la gente que chilla para intentar imponer su razón, ni tampoco los que son intransigentes. No me gustan los extremismos de ninguna clase. No me gusta que por sentirme orgullosa de ser española me tachen de facha, cuando no hay cosa más alejada de la realidad.


No me gusta la alcachofa, ni el queso. Pero el resto de verduras me chifla, y el queso en la pasta, cocinada de la manera que sea, me encanta. Vuelvo a ser paradójica, así que cada vez me odio más a mí misma.


No me gusta que mis cuatro muelas del juicio hayan decidido salir a la par. No me gusta que la inferior izquierda me de tanto la lata, a pesar de tener espacio suficiente para salir. No me gusta que mi dentista me inste a quitármelas; si tengo espacio y están saliendo correctamente, ¿por qué me las voy a quitar? ¿Acaso no son mías? Pues eso.


No me gusta esconderme.


No me gusta llorar. No me gusta la violencia, ni el maltrato, ni el abandono, sea del tipo que sea.


No me gusta el tabaco, ni el alcohol. Me lo paso genial con un caramelo en la boca y con un vaso de Coca-Cola (o Cola-Cao, en su defecto). Para decir estupideces no me hace falta un gin-tonic.


No me gusta el cine español, en general. Hay contadísimas excepciones, no obstante.


No me gusta que me gusten tanto la ropa, los zapatos, los complementos, la cosmética y la peluquería, porque básicamente, tengo que moderarme siempre. Las facturas y el alquiler son prioritarios, evidentemente.


No me gusta no tener a nadie que quiera hacer conmigo la ruta por el norte de España que tengo planeada para este veranno. A este paso me veo haciéndola sola, o peor aún, no yendo.


No me gusta que porque me guste Coldplay, o porque sepa quién es Björk, o porque adore a Tim Burton, idolatre hasta la saciedad a Daniel Day-Lewis y lea novelas decimonónicas inglesas, me tachen de "gafapasta". O peor aún: de freakie.


No me gustan las etiquetas. No siempre dos más dos son cuatro.


No me gusta la gente que habla mal, sin corrección, y no me gusta el lenguaje sms.


No me gusta no conseguir pasar siempre desapercibida.


No me gusta nada en absoluto hablar de mí.


No me gusta que el/la que haya leído esta entrada no se crea lo dicho en la oración anterior.


Catherine Heathcliff.


Lo que estoy escuchando: Odio, de Revólver.

Una declaración. Un regalo. Nada más que decir. Sólo oir; escuchar.

Parte de la banda sonora de mi vida, una vez más.


Lo que estoy escuchando:


Catherine Heathcliff.

Confieso que...


- ¿Juras decir la verdad, nada más que la verdad?

- Lo prometo.

- No, lo prometo no; ¿lo juras?

- No, no lo juro; lo prometo. Desde pequeña me insuflaron el temor reverencial de nunca jurar y eso es lo que hago: nunca juro, sino que prometo.

- Bueno, tanto da. ¿Tienes ya lista tu confesión?

- Sí. Llevo todo el día de hoy con ella en mi cabeza.

- Comienza, pues.

- Es que no me apetece comenzar. Tampoco sé realmente si la confesión servirá para algo.

- La utilidad de tus palabras está por ver. De todas formas, eres plenamente consciente de que tus palabras no siempre han surtido el efecto deseado; o tal vez sí, y lo ignoras.

- Tal vez sí, y yo lo ignoro.

- ¿Pues...?

- Pues...

>> Confieso que todo ha cambiado. Casi estando en el final de año, puedo decir que difiere en su totalidad de cómo empezó. Todo lo que me rodea es diferente, satisfacción es la única palabra que se me ocurre para hacerle justicia a la sensación general que tengo dentro de mí. Estoy tranquila, francamente tranquila.

>> Confieso que yo misma me veo diferente en todos los sentidos; cambiada. Una vez mi madre me dijo que la gente nunca cambiaba, que siempre eran de tal o cual manera, pero dejaban a la luz la cara que mejor le convenía según las circunstancias. Yo no sé si es porque todo lo que diga mi madre para mí es palabra de Dios, a pesar de mis 25 años, pero la cuestión es que yo me lo creí a pies juntillas. Pero he constatado que es una verdad a medias, que dicen que es la peor de las mentiras. Yo lo siento, lo he experimentado, y hoy puedo decir que no soy la misma.

>> Confieso que si algo he aprendido durante todos estos meses es a dejar el tiempo correr. Las cosas vienen solas si no las buscas, dicen, porque empecinarse en la continua búsqueda de algo conlleva a la inevitable frustración y consiguiente desesperación ante la amarga espera.

>> Confieso que jamás me curaré de una grave enfermedad que padezco, llamada impaciencia. Jamás. Y eso es una paradoja, porque si he aprendido a dejar el tiempo correr no sé a cuento de qué sigo padeciendo esta impaciencia patológica que trunca cualquier intento de apaciguar mi agitado espíritu.

>> Confieso que me doy cuenta, cada día más, de lo difícil que soy. Soy una persona llena de complejidades, y supongo difícil de conducir en la intimidad. Quizá sea por eso por lo que últimamente tiendo a psicoanalizarme bastante y a llegar a determinadas conclusiones.

>> Confieso que todo es mucho más sencillo de lo que yo lo hago. Sería conveniente que aprendiera de una vez por todas y me autoconvenciera de que en esto he perdido. Tirar la toalla, quizás, y no empecinarme en algo que siempre he sabido que no estaba predestinado a mis manos. No sé por qué llegado a cierto punto disfracé lo que de hecho tenía delante de mí y obvié el factor de que son razones de peso para la no realización. El cerebro debe pesar más que el corazón, y lamentablemente ahora mismo no consigo evitar que mi corazón sea más pesado que mi masa encefálica.

>> Confieso que todo esto me sabe a poco. Las palabras vertidas, derramadas. ¿Por qué me es tan fácil escribir y me cuesta tanto hablar? Me cuesta hablar, y sin embargo, jamás guardo silencio.

>> Confieso que me gustaría saber realmente qué piensas.


-Ya es suficiente.


Catherine Heathcliff.


Lo que estoy escuchando: Private Universe, de Crowded House (Recurring Dream).

Primer día


Anoche, cuando me fui a la cama, hice balance del fin de semana. Acostada cogí mi móvil, puse la alarma para levantarme temprano hoy lunes y, antes de apagar el teléfono, decidí escuchar algo de música. Fui a la carpeta del móvil donde tengo en formato mp3 mis canciones, y elegí The Scientist, de Coldplay. No es ningún secreto lo que esa canción significa para mí, así que pensé que qué mejor manera de poner punto y final a un cumpleaños realmente especial.


Las primeras notas del piano comenzaron a sonar a través del pequeño altavoz de mi móvil. Lo puse debajo de mi almohada y me arropé; apagué la luz y apoyé la cabeza, de manera que la música parecía envolver el silencio de la noche.


No puedo evitar pensar que este cumpleaños ha sido diferente en todos los sentidos, distinto a todos los vividos anteriormente. Sé muy bien por qué es, y también sé que me gustaría vivir algo parecido el próximo año, y al siguiente, y al siguiente...


La canción dejó de sonar y yo no pude más que hacerme preguntas que yo sola no sé responder.


¿No sería más fácil acaso hablar sin tapujos? ¿Sin cortapisas, abiertamente? A veces siento que escondo mi alma porque las circunstancias me obligan a ello, pero si yo sintiera que hay un sólo atisbo de poder mostrarla desnuda, sin ningún atavío, lo haría, sin dudarlo.


Deben ser los años, pero cierto es que me he vuelto muy reservada. Todo lo escondo dentro de mí. Tan sólo parece ser que cuando escribo me dejo arropar por las cálidas palabras que me ayudan a expresar gráficamente la inquietud de mi alma.


Me agota. Me gustaría poder despojarme de toda vestidura impostada y decir lo que realmente anhelo decir... pero, de nuevo, no puedo hacer lo sola. Necesito ayuda.


¿Debería temer el riesgo?


Primer día, un año más... pero las mismas preguntas, la misma inquietud. El mismo deseo.


Catherine Heathcliff.


Lo que estoy escuchando: All Is Full of Love, de Björk.

Tal día como hoy, hace 25 años...


Tal día como hoy, hace 25 años, mi madre estaba de parto.


Tal día como hoy, hace 25 años, mi madre se preocupaba, porque sentía dolores de parto, pero no podía explicarse por qué, pues estaba embarazada de ocho meses; mi nacimiento no estaba programado hasta finales de diciembre. Regalo navideño en toda regla. Bueno, regalo o carbón, según como se mire...


Tal día como hoy, hace 25 años, mi padre estaba trabajando y mi madre, aparte de soportar con estoicismo los dolores, se preguntaba qué iba a hacer ella sin mi padre, en caso de que, efectivamente, yo decidiera salir antes de tiempo; ella no sabía conducir, y el hospital más cercano estaba a 19 kilómetros a través de una carretera estrecha y bacheada.


Tal día como hoy, hace 25 años, hacía un frío gélido. Normal, mis padres vivían en Hontoria de la Cantera, provincia de Burgos, y en noviembre... pues blanco y en botella.


Tal día como hoy, hace 25 años, mi padre llegó de trabajar a la hora de comer para irse justo después otra vez. Mi madre se lo prohibió: lo que llevaba dentro tenía prisa. Así que mi padre montó a mi madre en su Renault 12 amarillo limón (véase lo hortera que era mi padre por aquella época), presa del pánico, y no sabe explicarme cómo consiguió recorrer los 19 kilómetros de distancia. Pero llegó, ¿eh? Ahí, como un campeón. Y mientras mi madre iba en el coche camino al hospital, mi padre le decía: "Mamá Catherine, ¡¡¡¡¡aguanta!!!!!". Y mamá Catherine respondía, muy tranquila ella: "Si yo aguanto, Papá Catherine, pero lo que está dentro no".


Tal día como hoy, hace 25 años, nací a las 13.45 en Burgos capital. Según mi querida madre, y cito textualmente (es que yo no me acuerdo, vamos, por eso recurro a ella): "naciste a la hora de comer, en el hospital privado de la Cruz Roja, al lado del río Arlanzón y de la estatua del Cid". Casi nada, ¿eh? Y es que Charlton Heston... a mi madre siempre le gustó.


Tal día como hoy, hace 25 años, yo nací bastante pequeñita. ¡Paradojas de la vida, oiga! Pesé al nacer 2 kilos, 850 gramos. Mi madre cuando me vio sólo fue capaz de exclamar, de pura decepción: "¡Qué cosa más chica!". Yo me imagino la situación, ahí todo el mundo con el acento burgalés puro, y mi madre soltando eso por su boca, medio dormida, agotada y con su gracejo andaluz. Hubiese sido digno de ver, y yo lo vi, pero es que no me acuerdo, ¿por qué será?


Tal día como hoy, hace 25 años, la comadrona que atendió a mi madre en el hospital le dijo la profética frase de "¡ay, esta niña viene para monja!". Y mi madre, muy ¿sorprendida?, preguntó el motivo, a lo que la comadrona respondió: "Es que ha nacido mirando para arriba, y lo normal en los niños es que nazcan mirando para abajo, hacia las nalgas de la madre; esta niña ha mirado para arriba, estaba mirando hacia el Cielo, así que va a ser monja". Personalmente, 25 años después, yo no niego que esa profecía sea cierta, pero en mi caso me parece que la pobre comadrona tuvo poca visión de futuro...


Tal día como hoy, hace 25 años, abrí los ojos al mundo. Y si bien el mundo es a veces bastante perro, tiene cositas que merecen la pena ser vividas. Así que, tal y como dije en la entrada anterior, este es el primer cuarto de siglo, pero vendrá el segundo, el tercero... y unos cuantos añitos más.


...Espero...



Catherine Heathcliff.


Lo que estoy escuchando: Happy Birthday, de Stevie Wonder.

Happy Birthday, Teacher!


Un cuarto de siglo no se cumple todos los días, y de hecho, sólo se cumple una vez, porque a partir de ahora, ya serán dos cuartos de siglo, tres cuartos de siglo... y para de contar, que dudo mucho llegar al siglo completo, aunque quién sabe. Yo querría dar guerra eternamente, pero...


El caso es que el próximo domingo día 8 de noviembre, es decir, pasado mañana, Catherine Heathcliff, la que escribe, cumplirá la nada desdeñable cifra de 25 años. Y es que a mí siempre me ha gustado ese número. Supongo que es una buena edad, y en fin, creo que llega en el momento vital más apropiado para mí, pues hacía mucho tiempo que no me sentía así de bien en (casi) todos los sentidos. Dejemos el "casi" cauteloso, pues.


Hoy mis alumnos me han hecho un regalo. Un regalo precioso. Han escrito todos en una improvisada felicitación una dedicatoria, y está firmada por todos y cada uno de mis pupilos. Buenos deseos de cumpleaños y hermosas palabras de cariño. Además, me han cantado el cumpleaños feliz, tanto en la lengua de Albión como en nuestra lengua mater. Lo cierto es que ha sido toda una sorpresa, y aunque haya días en los que las clases no salgan del todo como yo esperaba, y aunque tenga la completa certeza que de aquí a junio tendré días pésimos, así como inmejorables, estoy infinitamente agradecida por el cariño que en tan poco tiempo recibo por parte de ellos.


A pesar de castigos, miradas severas, reprimendas, deberes extras, exámenes complicados... y a pesar de sonrisas, juego del Ahorcado el último cuarto de hora si se portan bien (eso sí, con vocabulario del tema, que hay que repasar), palabras de aliento, ánimo cuando parecen agobiarse (hay veces que utilizar el got o no detrás de have puede ser una decisión agotadora de la que dependa que Sevilla entera se hunda en una zanja o no).


Y a pesar de adorarlos. Porque es que ellos no son conscientes de lo mucho que su "seño" les aprecia. Hoy, mañana y siempre.


Mi tableta de chocolate negro, mi dedicatoria... what else could I ask?


Feliz cumple, seño.


Catherine Heathcliff.


Lo que estoy escuchando: Happy Birthday, de Bernadette Carroll.

Chocolate


Hoy es un día especial, o al menos, a mí me lo parece.


Y digo que a mí me parece especial porque alguien me ha endulzado la jornada, y por extensión, el resto de una semana que se me estaba haciendo un tanto cuesta arriba.


Hoy me han regalado una tableta de chocolate. De chocolate negro.


E, independientemente de lo infinitamente agradecida que me he sentido y que me siento por el hermoso detalle, ese gesto y los minutos de conversación posteriores han conseguido que comience a contemplar las cosas de otra manera.


Hoy he llegado a casa a la hora de comer y he escrito un mensaje con mi móvil. Lo he enviado. A los diez minutos, he recibido una llamada a mi teléfono.


- ¿Diga?

- ¡Hola!

- ¡Hola, papá!


...Muchísimas gracias...


Catherine Heathcliff.


Lo que estoy escuchando: Les Bonbons, de Jacques Brel.

Tras la máscara


Tenía la sensación de que le habían pegado un mazazo en la cabeza y acababa de despertar bruscamente. El dolor de cabeza tras una mala noche de sueño era permanente.


Parece ser que todo había sido producto de su inquieta imaginación. O eso, o ella había visto nublados sus sentidos y no entendía nada en absoluto.


Es increible lo volátiles que son los sentimientos, pensaba. Claro, lo son aquéllos que no corren parejos a otros. A los esperados.


Le sorprendía comprobar lo que habían provocado los escasos días de separación, y no podía evitar preguntarse si alguna vez había sido diferente, o si todo había sido devaneo sin rumbo fijo de sus anhelos.


Todo era demasiado complicado y ella estaba cansada de aguardar. Estaba cansada de sentirse una completa imbécil, y una vez más, se avergonzaba. ¿Es que acaso no iba a escarmentar?


Abrió la ventana. El fresco aire de la mañana acarició su cara. Pero eso no la renovó, como esperaba. Tal vez era porque desde hacía varios días no se sentía ella misma.


Es lo que suele pasar: tras la tempestad llega la calma, y tras la euforia llega el hundimiento.


O tal vez fuese sólo una cosa de paciencia, de seguir aguardando.


Pero, ¿para qué, al fin y al cabo?


La máscara era demasiado pesada, y estaba agotada de ocultarse tras ella.


Catherine Heathcliff.


Lo que estoy escuchando: Behind the Mask, de Fleetwood Mac (Behind the Mask)


Pater familias


Comencé a hacer deporte a finales de 2006. Desde esa época hasta día de hoy es algo rutinario, algo que hago cada día, sin excepción, en sesiones de una a dos horas diarias. Aerobic, pilates, tai chi, yoga, correr... todos los días hago aeorobic y pilates, y dos veces por semana también salgo a caminar y a correr durante dos horas. Siempre he sido de hacer deporte en soledad; nunca me ha gustado compartir ese momento. Hasta ahora.


Desde hace unas semanas, comencé a hacer mis sesiones particulares con una gran persona, y desde entonces, mis horas deportivas no son lo mismo. Disfruto como una niña pequeña, hasta el punto de que si llega el día en que tengo que hacer deporte sola, se me hace cuesta arriba completar la sesión, aunque lo haga. Nos reímos mucho y nos sentimos satisfechas al finalizar los ejercicios, beber un vasito de Aquarius y sonreir a cuasa de las endorfinas que segrega el cerebro. Me encanta. ¡Y mañana más!


Hoy hemos tenido antes sesión de cine. Palomitas en mano, hemos disfrutado de una buena película y charlas varias, y después, a ejercitarse, para que no se pierda ni un sólo día y eliminemos el sentimiento de culpabilidad de las palomitas.


Ahora, mientras escribo esto y saboreo un caramelo Werther, siento agujetas en mis brazos a causa de las pesas. Hasta esta noche no me he quedado sola en el piso y hoy más que nunca me siento sola. Este fin de semana ha sido difícil. Para lo que muchos ha sido un puente para disfrutar, para mí ha sido unos días para sentirme lejos de un ser querido. No me gusta no llegar a una entente cordiale con esa persona, ni me gusta tampoco ver a mi madre que sufre en silencio nuestra falta de entendimiento. Echo de menos que me llamen desde casa y que me hablen dos personas...


Me voy a ir a la cama ahora mismo, justo cuando termine esta entrada, pero a diferencia de semanas atrás, esta noche será dolorosamente triste. Siento lágrimas cálidas, pero no me permito llorar. Hoy no.


Estoy agotada esta noche. Mañana será otro día... sesión de deporte incluida, rato de evasión. El escape que necesito y que mis solitarias tardes de café no me aporta.


Te echo de menos, papá.


Catherine Heathcliff.


Lo que estoy escuchando: On your porch, de The Format.

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Me gusta Sevilla. De hecho, me gusta muchísimo Sevilla. Me gusta pasear por sus calles, sin aparente rumbo fijo. Me da igual el propósito o razón, el día, la estación del año, las circunstancias... para mí, cada esquina de esta ciudad esconde un tesoro a descubrir.


Me gustan las fuentes. Me puedo tirar horas contemplando el agua, oírla correr, sentarme en un bordillo en ellas... y aquí en Sevilla las hay a miles.


Me gusta el río Guadalquivir.


Me gusta sonreir. Me encanta ver cómo alguien también me responde con una sonrisa, pero sólo si ésta es sincera.


Me gusta la amabilidad. Yo siempre digo que ser amable no cuesta nada, es gratis, así que no entiendo por qué hay veces que la gente es antipática por naturaleza. Me gusta decir "buenos días", o "buenas tardes", o "buenas noches", o un simple "hola", y que me contesten.


Me gusta cómo huele mi madre. De hecho, creo que deberían patentar su olor, porque es el aroma más hermoso que jamás he percibido. La piel de mi madre huele a dulce, a jabón. A mamá. Me enorgullece decir que es sólo para mí cuando me abraza.


Me gusta la amistad. La sincera.


Me gusta una buena conversación, de cualquier tema, quizás, pero que sea buena e interesante. Me gusta hablar, y hablar, y hablar... y tener delante a alguien que sepa escuchar. Y viceversa, porque siempre me he considerado alguien que sabe escuchar.


Me gustan los animales, los perritos, especialmente. Pero por encima de todos, mi perrita Lupy.


Me gusta el cine, la música, el teatro, la literatura. Disciplinas muy conectadas, no compartimentos estancos. Cuatro grandes pilares en mi vida.


Me gusta Tim Burton, Coldplay, las Brontë y Daniel Day-Lewis.


Me gusta todo lo gótico, si bien no como estilo de vida, sí como estética y cultura. Me apasiona.


Me gustan mucho los coches. Hablar de mecánica, de modelos, de marcas, de prestaciones... puedo pasarme las horas muertas hablando de los pros y los contras del motor híbrido del Toyota Prius, o intentando explicar por qué el Mini es mi coche favorito... y el que nunca podré conseguir, no me llega el dinero. Me gusta también el fútbol, como decía la coplilla. Hace años veía hasta los partidos de segunda división, pero con el paso del tiempo, he visto reducido mi interés sobre todo a mi equipo predilecto, al que sigo al milímetro. Los coches, el fútbol... no me gustan los clichés, pero son cosas que hacen que mis amigos me digan "y eso que eres chica". Repito, no me gustan las etiquetas.


Me gusta conducir.


Me gustan las caricias, los abrazos, los besos. Darlos y recibirlos.


Me gusta escribir.


Me gustan los comentarios en mi humilde blog. Leerlos y responderlos.


Me gusta la fruta, la verdura y la carne de pollo. Me gusta la comida de mi madre. Es la mejor del mundo. Me gusta muchísimo cocinar, y además, se me da bien, lo reconozco, aunque peque de soberbia.


Me gusta la ropa, los zapatos, los cosméticos, los perfumes, los complementos. Tengo un lado frívolo que a veces es bastante poderoso; peligrosamente poderoso, diría yo.


Me gusta la higiene y el orden milimétrico.


Me gusta la puntualidad.


Me gusta comer tranquilamente, jamás sin prisa. Si tengo que levantarme media hora antes para desayunar con pausa, lo haré.


Me gusta mi trabajo. Adoro la enseñanza y la investigación. Hay docentes que, tristemente, no son conscientes de la maravillosa labor que tenemos la suerte de impartir.


Me gusta comer o cenar fuera, para después tener una sesión de cine o una copa o café tranquilos.


Me gusta el café y el Cola-Cao.


Me gusta soñar, imaginar lo que con secreto anhelo oculto dentro de mí, aguardando a que algún día quizás se cumpla.


Me gustan las ironías, el sarcasmo y las indirectas. Y también las paradojas, pues me gusta que la gente sea clara y concisa conmigo; que me digan las cosas sin miedo.


Me gusta el silencio. Sé guardar un secreto.


Y, aunque parezca mentira, no me gusta nada hablar de mí. Así que quizás he escrito estas líneas para que alguien sepa algo más de mí, o simplemente, son un examen de conciencia. Me gustan muchísimas cosas más, pero han brotado de mis teclas éstas. No en el orden de preferencia.


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Catherine Heathcliff.


Lo que estoy escuchando: Nine Million Bicycles, de Katie Melua (Call off the Search).

Agora (2009), de Alejandro Amenábar


Sinopsis: En el siglo IV, Egipto era una provincia más del Impero Romano. Su capital, Alejandría, se había convertido en el último reducto de una cultura a extinguir, cuyo trágico primer paso fue la destrucción de su emblemática biblioteca. En una época de revueltas de religión, en la que cristianos, judíos y paganos luchan por su supremacía, la brillante astrónoma Hipatia, atea y filósofa, lucha por preservar la sabiduría del mundo antiguo, sin percatarse de, por un lado, que su esclavo, Davo, se debate entre el apasionado amor que le profesa y el ansia de libertad que el cristianismo le ofrece, ni de que su antiguo discípulo Orestes, futuro prefecto, por otro, también la desea.

Este viernes saqué un poquito de tiempo y finalmente conseguí ir al cine a ver la película de la que todo el mundo habla. Lo cierto es que ya, directamente y sin dar más rodeos, no me gustó un pelo lo que vi. Venga, vale, sí, lo admito: me lloverán lanzas, dagas y cuchillos varios cuando la gente lea esto, pero es que es la pura verdad. Venga, la escenografía es magnífica, así como la fotografía; la ambientación, el atrezzo... y, sobre todo, lo que a mí más me gustó fue la banda sonora, de Dario Marianelli, que me pareció realmente impresionante. De verdad.

Lo cierto es que no entiendo varias cosas. La primera es por qué todo lo que huela a Amenábar es intocable. Que sí, que tiene un Oscar en su haber y que es un muy buen realizador, pero de ahí a que todo el mundo acuda cegado por su resplandeciente luz... venga ya. También hay que ser objetivos, y a mí me parece que Agora tiene un guión muy pobre. Se me hizo corta para no ser una película de escaso metraje, pero es que eso fue así porque me pasé todas las escenas buscando una explicación a la presencia de Hipatia por ahí. Porque, para mí, Hipatia es un mero pretexto por parte de Amenábar para representar las consecuencias del extremismo religioso por parte tanto de cristianos, como de judíos, como de paganos. Hipatia llega, enseña, investiga, hace un descubrimiento que tambalearía los cimientos de la ciencia y muere. Hala, ya está. Y mientras sus conciudadanos pegándose mamporros y espadazos a cascoporro. Siento ser tan superficial a priori, pero ese es el sabor de boca que me dejó la supuesta obra maestra de Amenábar.
Y me río también de aquéllos que dicen que Rachel Weisz es un pedazo de actriz, que demuestra su talento en Agora. Vamos a ver, señores: de toda la vida de Dios la señorita Weisz ha demostrado ser una actriz como la copa de un pino, no es nada nuevo y no necesita de Agora para probarlo. A su filmografía me remito, destacando grandes interpretaciones como El hombre que vino del mar, (Swept from the Sea, 1997), Enemigo a las puertas (Enemy at the Gates, 2001), El jardinero fiel (The Constant Gardener, 2005) o La fuente de la vida (The Fountain, 2006). Así que sí, Agora merece también la pena no sólo por los aspectos ténicos, sino también por ella. Porque estallo a carcajada limpia con el resto de secundarios, como Max Minghella, en el papel de Davo. Y es que el apellido tiene tela de influencia, vamos, porque otra cosa no me explico yo. Y bueno, salvo de la quema a Oscar Isaac, el actor guatemalteco que interpreta a Orestes, porque su interpretación me pareción buena a secas y porque su presencia escénica a mí me pareció arrebatadora y subyugante. Pero ya está.

En fin, creo que seré la única española que opine algo negativo de Agora. Francamente, me da igual. Yo, desde mi humilde blog, no la recomiendo en absoluto. Ahora ya cada uno que haga lo que quiera.

Evidentemente.

Catherine Heathcliff.

Lo que estoy escuchando: Woman, de Neneh Cherry.

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