Blogger Template by Blogcrowds.


Yo cada año me replanteo muy seriamente mi Eurofanatismo convencido. Mi afición por el expirante festival se remonta a años atrás, cuando mi amiga Eva y yo esperábamos que llegara mayo (más o menos) para ver el festival en directo. Durante las actuaciones, nos íbamos dando llamadas perdidas al móvil cuando salía algún artista que nos gustase; las preferencias iban desde gustos musicales a los más propiamente físicos, todo hay que decirlo, que éramos unas crías y las hormonas hablaban más alto cuando aparecía algún rubiales de los países del este o algún morenazo desde Grecia o Turquía.

¿Qué ha pasado este año? Pues que yo renuncié a mi afición por el festival cuando supe que había posibilidades de que un engendro de subespecie humana tenía intención de representarnos (no añadiré más al respecto). Lo que pasa es que el destino fue benévolo conmigo y finalmente quedó eliminada y descalificada del concurso; eso hizo que recuperara mi fe en el festival.

Este año 2010 en Oslo nos representa Daniel Diges. Su cara me es más que familiar, porque cuando era una peque lo veía en el papel de Gato en la serie Nada es para siempre, y supe años después que trabajó en la versión española del ¿pseudo?musical High School Musical. A mí el chaval en cuestión me encanta; me gusta su presencia, su voz y la canción, que me recuerda muchísimo al soniquete de Yann Tiersen, salvando las distancias de comparar un garbanzo con una rosa, voto a Dios.



Así que, a pesar de que en El Hormiguero se rían un montón de la canción Algo pequeñito, puedo decir que yo, como eurofan, estoy contenta... pero... ¿Qué pasa con Coral Segovia?

Pocas voces, tanto femeninas como masculinas, consiguen ponerme el vello de punta. Doña Coral Segovia lo consigue cada vez que canta. Su canción En una vida es estupenda y directamente no me pronuncio sobre su voz porque creo que es mejor que yo calle, deje de teclear y la oigamos.



Por mucho que me guste la canción de Daniel Diges, es evidente que Coral debería ir a Eurovisión. Es una gran artista como pocas, y le avalan su voz, su presencia escénica, su elegancia, sus canciones y, sobre todo, su ilusión desmedida por representar a nuestro país. Algún día lo conseguirá, lo deseo y realmente lo espero. De lo contrario, la sordera de este país es crónica y preocupante...

Catherine Heathcliff.

El síndrome de Marianne Dashwood


Hoy voy a ponerme moralista.

¿Qué narices le pasa a la sociedad en la que vivimos? ¿Qué pasa con los valores? Porque yo los tengo, y además creo que bien arraigados.

¿Por qué existe la deshonestidad, que hace que los que vamos de frente y por derecho, encima nos sintamos asquerosamente sucios y culpables de haber confiado en alguien?

Besos, abrazos, caricias... son tesoros de incalculable valor, no pañuelos de papel de usar y tirar. Yo no los cedo de manera gratuita, pero parece ser que hoy día son monedas de cobre que se intercambian en constantes trueques basados en la superficialidad y el hedonismo más puro.

Pero algo tengo claro: el problema lo tengo yo, porque parece ser que me quedé anclada en el siglo XIX.

...Marianne Dashwood esperando el regreso del coronel Brandon...
Catherine Heathcliff.
Lo que estoy escuchando: No More "I Love You's", de Annie Lennox.


Qué curiosa es la vida...

Desde que estoy viviendo sola y en otra ciudad, lejos de los míos, de los que quiero, me noto cambiada. Pero en el fondo es evidente que sigo siendo la misma. Las cosas, desde luego, no se contemplan con la encorsetada mirada de antaño; todo lo contrario, en realidad.

En Sevilla he encontrado mi vocación. Me dedico a algo que, al principio, no estaba en mis planes, y que es la enseñanza secundaria. Tengo mis días, pero en general, ahora, haciendo balance, puedo decir que es una de las mejores decisiones de mi vida; no me arrepiento de estar dando clase a secundaria... a pesar de los pesares y de cómo está en este país. Porque a pesar de que no todo sea un camino de rosas, yo adoro a mis alumnos, y tengo la gran suerte de que ellos a mí también; al menos, la gran mayoría. Me encanta mi colegio y no puedo sino decir cosas bonitas de todo lo que me rodea cuando voy a trabajar todas las mañanas con una sonrisa en la boca y con optimismo cargado.

En Sevilla he encontrado al amor de mi vida. Literalmente, y no exagero. No sé qué es lo que va a ocurrir, ni sé cómo narices terminará una historia que comenzó, pero que no terminó de cuajar, pero que, inevitablemente, siento que ahí está, flotando, en el aire, como una cosa pendiente... como tantas conversaciones que tenemos pendiente. Yo sigo con mi vida; entro, salgo, vuelvo a entrar y vuelvo a salir. Conozco a gente, y si bien sé que esta historia no puede tener final feliz con toda probabilidad, pues son más los daños colaterales que provocaría, estoy plenamente convencida de que es el amor de mi vida, y pase lo que pase y transcurran los años que transcurran, así es como yo lo recordaré. Dentro de un año releeré esto y sé que lo volveré a confirmar... recordádmelo, si yo no lo hago.

En Sevilla comencé a vivir en una de las ciudades más hermosas de la tierra, si no la que más. Sueño realizado por completo, pues siempre quise vivir aquí. Pero eso creo que, a estas alturas, no sorprende a nadie.

En Sevilla conocí a una persona maravillosa que se ha convertido en mi mejor amiga... y en verdad lo es. Compañera de trabajo, de hecho los alumnos ya hasta nos dicen que parecemos hermanas... ¡y que hasta nos parecemos físicamente! Será el mimetismo de estar siempre juntas...

Y últimamente, en Sevilla encontré a otra persona maravillosa que se ha convertido en mi mejor amigo. Es un hombre excepcional, con el que puedo hablar de TODO y que en las últimas semanas me ha demostrado su aprecio y su preocupación por mí. Yo siempre he dicho, basándose en mi experiencia, que las mujeres no pueden tener "mejores amigos" hombres, en el sentido estricto de la palabra, porque las mentalidades son bien distintas. Llamadme retrógrada, caduca y trasnochada, pero mi experiencia así me lo ha demostrado; los sentimientos se confunden en un 90% de los casos. Bueno, pues es delicioso equivocarse de esta manera, porque él para mí es mi mejor amigo, y lo adoro porque es como si en él hubiese encontrado a un hermano, y porque me ha hecho equivocarme y cambiar mis esquemas mentales. Para que veas, Catherine; eres demasiado categórica y te han derrotado. En cierto sentido, esta entrada va dedicada a él, porque si bien es un hombre muy abierto, bromista y simpático, es también muy celoso de su vida privada, la cual va desgranando poco a poco conmigo. Y porque me supo escuchar mi larga perorata del martes por la tarde, mis dudas, mis miedos, mis anhelos ante un nuevo paso que debo dar en mi nueva vida sevillana, y porque sus consejos y su perspectiva de ver las cosas con 39 años me ha hecho a mí también contemplarlos con esa edad para proteger mis espaldas de 25 otoños y evitar el dolor.

Ahora escucho música, extractos de bandas sonoras, que él hoy me ha prestado por razones que no vienen al caso, y la pieza que suene de manera espontánea será la banda sonora de esta entrada.

Mil gracias, Sevilla.

Catherine Heathcliff.
Lo que estoy escuchando: Sweet Home Alabama, de Lynyrd Skynyrd.

Tirar la toalla


No suelo hacerlo, pero esta vez voy a pedir colaboración a mis escasos, pero fieles y queridos lectores. Me gustaría plantear una pregunta y que, a ser posible, me respondierais con sinceridad:

¿Habéis pensado alguna vez, de tan desesperados que os encontráis, en tirar la toalla?

Es que a mí me está pasando desde hace varias semanas... estoy tan absolutamente desanimada, tan completamente decepcionada, confundida, hastiada de la eterna miel en los labios, que me estoy planteando muy seriamente tirar la toalla.

Y el motivo principal por el cual planteo esta pregunta públicamente es porque jamás en mi vida me ha gustado perder, ni al parchís siquiera, y siempre he intentado luchar, luchar, luchar, luchar y más luchar para conseguir lo que me he propuesto en todo momento. Pero ahora es distinto. Quizá todo lo es, y tal vez yo esté demasiado cansada...
Catherine Heathcliff.
Lo que estoy escuchando: Why, de Annie Lennox.

Avatar (2009), de James Cameron


Sinopsis: en el año 2154, Jake Sully (Sam Worthington) es un ex-marine atado a una silla de ruedas, pero que a pesar de eso, sigue siendo un guerrero de corazón. Jake ha sido reclutado para viajar al planeta Pandora, donde las corporaciones están extrayendo un extraño mineral, pieza clave que resolvería la crisis energética de la Tierra. La atmósfera de Pandora es tóxica para los humanos, así que científicos han creado el programa Avatar, mediante el cual los humanos "conductores" tienen sus conciencias unidas a un avatar, un cuerpo biológico controlado de forma remota que puede sobrevivir en el aire letal. Estos cuerpos están creados genéticamente de ADN humano, mezclado con ADN de los nativos de Pandora, los Na'vi. Estando en su forma avatar, Jake es capaz de caminar otra vez. A través de su avatar, Jake ha recibido la misión de infiltrarse entre los Na'vi, los cuales se han convertido en el mayor obstáculo para la extracción del mineral, y ganarse su confianza para así asegurar el éxito de la misión humana. Pero una bella Na'vi, Neytiri (Zoe Saldana), salva la vida de Jake, y todo cambia. Jake es admitido en su clan y aprende a ser uno de ellos, sometiéndose a muchas y peligrosas pruebas y aventuras. Mientras, los humanos siguen con su plan, confiando en la valiosa información de Jack.

Por fin, señores, por fin. Avatares son los que he sufrido yo desde el 18 de diciembre, fecha en la que se estrenó la última película de James Cameron, para poder ver la última sensación del cine. Este jueves pasado fue un gran día, y si bien sabía que iba a llegar tarde a casa, que al día siguiente me tocaba madrugar para ir al cole y que iba a estar hecha un espojo muerto de sueño, me daba igual: yo tenía que ir, que bastantes oportunidades había perdido ya. Bueno, pues mi primera experiencia en 3D no fue mal del todo, pero yo es que tengo una teoría: James Cameron tiene el pene pequeño. Por qué si no, a ver, le da por hacer películas tan GRANDES. Es que este hombre tiene un gran problema, y es su preocupante megalomanía; de hecho, cuando entra a una habitación, lo hace cinco minutos después que su ego, porque éste lo hace primero, tan grande es. Vamos a ver, vamos a ver, vamos a ver: vayamos por partes.

La película es una maravilla, de principio a fin. De hecho, dura tres horas y a mí se me hizo realmente corta. Es que todo es perfecto, visualmente mágica. El ideal mundo creado por James Cameron es totalmente onírico, irreal, hermosamente utópico. Agridulce sensación al contemplar tanta belleza a través de unas ridículas gafas de 3D, lo más cerca que jamás podremos estar de ese subyugante, puro e inocente mundo. Yo le decía a mi madre por teléfono antes de ir que esta película es el siguiente paso en la historia del cine; yo, como cinéfila que me considero, me enorgullezco al decir que yo fui testigo de ese paso, de esa evolución; dentro de unos años podré decir eso de: yo estuve allí. Los Na'vi son espectaculares; es que saltan de la pantalla, parecen actores reales, es increible... los miras con detalle y eres capaz de contemplarle hasta los poros de la piel y cada raíz de cabello. Tanta perfección resulta espeluznante. El mensaje ecologista es claro y contudente, aunque a mí me caló más hondo el afán colonizador e imperialista de los seres humanos, recordándome a lo que siglos atrás hicimos con los nativos americanos o las tribus africanas y el mercado esclavista; la sensación de vergüenza y humillación fue la misma.


¿Cuál es el problema, pues? Bueno, en realidad el quid de la cuestión radica en el guión, que es inexistente. Aquéllos que dicen que
Avatar es una extraña mezcla entre Bailando con lobos (Dancing with Wolves, 1990, de Kevin Costner) y Pocahontas (1995, de Mike Gabriel y Eric Goldberg) acertaron de pleno; no esperes más de la cinta de Cameron. Creo que, al igual que pasó con Titanic (1997), James Cameron utiliza manidas historias, dignas del más prototípico cliché, para dar rienda suelta a su megalomanía, que es mucha, enorme, gigantesca. Me gustaría poner a este hombre en un aprieto, y es saber si es capaz de hacer una película de autor, como Pequeña Miss Sunshine (Little Miss Sunshine, 2006, de Jonathan Dayton y Valerie Faris) o Donde viven los monstruos (Where the Wild Things Are, 2009, de Spike Jonze).

Tal vez el problema sea yo, que me veo a veces sobrepasada por tanta magnificencia; quizá es porque soy una mujer a la que le gustan las cosas sencillas, sin pretensiones; o tal vez sea sea verdad que soy una gafapasta repelente, cosa que dudo, porque disfruté como una enana viendo
Sherlock Holmes (2009, de Guy Ritchie). No lo sé... Lloré, reí, me estremecí, permanecí en tensión. Sí, pero... y cuando yo le pongo un "pero" a alguna película es que algo falló cuando la vi. ¿Demasiadas expectativas, tal vez?

Por cierto, por cierto, por cierto: James Horner debería retirarse ya, que la partitura de
Avatar es taaaaan parecida a la de Troya (Troy, 2004, de Wolfgang Petersen), que ya canta por bulerías, vamos.

Lo siento, Margyh. Mi querido Blackwood, ya te lo dije en persona, pero te lo repito: tienes que ir a verla.
Catherine Heathcliff.

Lo que estoy escuchando: I See You, de Leona Lewis (Avatar Soundtrack).

Caramelos altruistas


Martes, quinta hora de la mañana. Tenía guardia, así que fui a sustituir a una clase de segundo de secundaria. Aunque yo sea profesora de primero, conozco a la gran mayoría de alumnos de los cuatro niveles de secundaria, así que no me importa entrar en una clase que no es "la mía", pues no me siento "extraña" entre los alumnos. No había deberes programados, así que les dejé la hora de asueto, dentro de un moderado clima distendido. A la media hora más o menos de estar en el aula, se acerca a la mesa del profesor, donde yo estaba corrigiendo unos exámenes, un alumno para hablar conmigo, muy enigmático.

AlumnoCathy: Señorita, tenga: un caramelo de banana.
CatherineHeathcliff, mirándolo con cara de escepticismo y con una sonrisa de medio lado: ¿Altruista?
AlumnoCathy, con cara de desconcierto y de no saber qué estaba pasando: No, no, no, señorita. De banana.

Y yo lanzo una pregunta al aire: ¿qué hacer cuando se te plantea una situación semejante? ¿Te ríes o le intentas explicar a esa criatura que no hay caramelos de sabor altruista? ¿Acaso el altruismo es un sabor? ¿Debería el profesor (yo, en este caso) replantearse su vocabulario y su forma de hablar ante situaciones coloquiales con un alumno? ¿O es que acaso yo he estado dormida durante 25 años y he abierto mis ojos a la luz a un nuevo idioma español, o quizá me quedé anclada en el siglo XIX y hablo como Mariano José de Larra? El viernes pasado fui al cine a ver La herencia Valdemar (José Luis Alemán, 2010), y desde entonces yo no duermo tranquila, pues mi piso me parece más grande, más oscuro y más frío que nunca, y ahora vivir sola se está convirtiendo en un pavoroso gran problema (y mi largo y lúgubre pasillo aún más), pero es que creo que debería darme más miedo pensar en caramelos altruistas que en un espíritu maligno caníbal poseyendo a un cadáver putrefacto andante (los que han visto la película sabrán de lo que estoy hablando).

O peor aún: ¡un espíritu maligno poseyendo un cadáver andante y con caramelos de banana altruistas en las manos!

De todos modos, será mejor olvidar la anécdota lingüística y semántica. El alumno tuvo un detalle hacia mí, así que por eso le sonreí, cogí el caramelo y guardé silencio tras decir "muchísimas gracias". Yo les recuerdo siempre a mis alumnos lo importante que es leer, culturizarse por placer; tristemente, no suelen hacerme mucho caso en esto, y bueno, a pesar de lo divertido de la situación vivida, no deja de ser bastante desalentador.
Catherine Heathcliff.
Lo que estoy escuchando: I Want Candy, de Aaron Carter.

Entradas más recientes Entradas antiguas Inicio