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Eclipse (2010), de David Slade


Sinopsis: Seattle está siendo asolada por una serie de desapariciones y asesinatos en masa. Para las autoridades, la autoría podría estar en un cruel y despiadado asesino en serie, pero en realidad, se trata de la vampiro Victoria, que espoleada por su sed de venganza hacia Bella y los Cullen, crea indiscriminadamente un ejército de vampiros neófitos para acabar con Edward, su familia y su amada. Para intentar detenerla y proteger también a Bella, los Cullen se ven obligados a unirse al clan licántropo, dejando así a un lado temporalmente su odio y rivalidad ancestrales. Al mismo tiempo, Bella tiene cada vez más problemas para aclarar sus sentimientos, pues está dividida por el amor que profesa al vampiro Edward Cullen y al hombre lobo Jacob Black...

Vamos a ver, vamos a ver, vamos a ver, vayamos por partes. A ver, a mí la saga Crepúsculo me gusta. No es que me apasione, pero bueno, me entretiene, con lo cual, ya es bastante. Yo me leí los cuatro volúmenes de la saga de Meyer en tiempo récord, porque enganchan que no veas (a pesar de sus más que frecuentes pasajes empalagosamente vomitivos), y a mí las pelis como que me van; me van porque, repito, me entretienen. Ya está. No se puede idolatrar a extremos insospechados esta saga (a no ser que seas una adolescente descontrolada), ni tampoco se puede condenar al más absoluto ostracismo; hay que ser objetivos: el único propósito, tanto por parte de las novelas como de las películas, es, simple y llanamente, entretener. Y conmigo lo consiguen, así que a mí no me importa volver a visionarlas de vez en cuando (ya volver a enfrentarme con la lectura de las novelas... eso ya es otro cantar).

Pero, ¿qué narices pasa? A ver, pues que en vez de ir in crescendo vamos cuesta abajo, en punto muerto, sin frenos y con el embrague pisado (esa frase es muy Catherine Heathcliff trademark). Porque mira que me aburrí soberanamente con Eclipse... fíjense ustedes, escasos y amados lectores de este blog, yo esperaba mucho menos de Luna Nueva (New Moon, 2009), de Chris Weitz, y mira por donde, me sorprendió gratamente y me lo pasé muy bien en el cine, me quedé con ganas de más, sí, señor. Lo cierto es que desde la primera, Crepúsculo (Twilight, 2008), de Catherine Hardwicke, creo que la cosa ha ido decayendo, quizá los cambios de directores o por la historia en sí, que es penosa hasta decir basta y que no se puede sacar de donde no hay. No sé, el caso es que Eclipse es mala de narices. Me sentí un poco mareada, aún conociendo la historia como lectora; hay un montón de información que contar que tiene que aparecer sí o sí, y el resultado es un batiburrillo de vampiros, hombres lobos, amores imposibles y odios ancestrales que marea, marea y mucho.

Supongo que aquí es como se dice siempre, que segundas partes nunca fueron buenas... en este caso, el dicho se cumple a la perfección.

Y, ¿qué pasa con las interpretaciones? Bueno, de mal en peor, porque en la primera eran bastante dignas. Buf, buf, por favor, pero qué pasarela de malos actores más interminable. Kristen Stewart sigue pareciéndome igual de pánfila que en la anterior (es que esa es la palabra adecuada para dirigirse a ella), y Robert Pattinson tiene serios problemas de autoestima, porque se cree un galán de los antiguos, como Montgomery Clift, y se queda en chulo piscina. Ah, no, perdón, que el chulo piscina es Taylor Lautner. Se nota que no había mucho dinero ante la insultante y descarada carencia de camisetas. Es que el resto de secundarios tanto me da que me da lo mismo, en serio. Patético, señores, pero... más dura será la caida. Y yo estaré ahí para verlo... ¿otro posible caso del síndrome Mark Hamill?

¿Lo mejor? La banda sonora, por supuesto, porque Howard Shore es un pedazo de genio, haga lo que haga. Y la selección, como viene siendo habitual en esta saga, de temas de grupos y solistas indis sigue siendo francamente buena, en serio. Yo soy una fan declarada de las bandas sonoras de esta saga, las recomiendo todas, las tres. Y supongo que para Amanecer (Breaking Dawn) ocurrirá lo mismo, y por partida doble.

Que luego me quejo, pero cuando estrenen Amanecer, ¿quién va a estar la primera en el cine para verla?

Catherine Heathcliff.

Lo que estoy escuchando: Chop and Change, de The Black Keys (Eclipse Soundtrack).

Sentido del humor


Una de las cosas más importantes en esta vida es tener sentido del humor. Y, sobre todo, cuando se vive alguna experiencia traumática de la que crees que es imposible salir. Supongo que cuando vemos que todo nos supera, armarte de paciencia y optimismo es la clave para empezar a encarrilar lo que antes contemplabas como un rumbo a la deriva sin remisión.

Mi padre es el mejor ejemplo de sentido del humor con el que me he topado.

Operado de un cáncer de colon con éxito. Sin metástasis, sin quimioterapia. Su cuerpo entero es un puro trombo. Dos en la pierna izquierda, en la vena poplítea y en la femoral. Tres en el pulmón. Está vivo, de milagro e inexplicablemente. Debe inyectarse heparina de 10000 mg durante seis meses, además de llevar dos medias compresoras desde los tobillos hasta la cintura para evitar que los trombos afecten a, por ejemplo, corazón, o que sigan subiendo hasta, Dios no lo quiera, el cerebro.

Hace un par de semanas, mi padre y yo íbamos a la ortopedia para encargar las medias compresoras. Íbamos caminando y disfrutando de un agradable paseo, sin prisas, sin pausas. Llegado el momento, teníamos que cruzar por un paso de cebra en una avenida principal de mi Úbeda de mis amores (esta ciudad es caótica en lo que a tráfico se refiere, prometido y palabra). Sucedió lo que siempre, que los coches se saltan a la torera los pasos de cebra. Mi padre, precavido como pocos, me agarró del brazo para que no cruzara hasta que la vía estuviese despejada:

PapáCatherine: ¡Shhhh, no, no, no cruces! Espérate, que hay gente que está muy loca. ¡Ja! Tendría gracia, vamos, que no me matara ni un cáncer ni un tromboembolismo pulmonar, sino un coche que me atropeyara. Y fíjate, Cathy, eso ya sería no un trombo, sino un trombazo.

Me hizo muchísima gracia. Él es único para bromear... y es el que mejor lo hace en casa. Y hace pocos días estábamos los tres (PapáCatherine, MamáCatherine y yo) viendo la tele en nuestro salón y en un canal del robo más grande de la historia, digo, de la TDT, de cuyo nombre no quiero acordarme, salió un reportaje sobre los metrosexuales. Comentario oportuno al 100% de PapáCatherine:

PapáCatherine: Metrosexuales, metrosexuales, ¡qué idiotez! Yo no soy un metrosexual, ¡yo soy un trombosexual!

Es único. Si eso no es sentido del humor, ¿qué si no?
Catherine Heathcliff.
Lo que estoy escuchando: The Last Laugh, de Mark Knopfler.

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