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Sherlock Holmes (2009), de Guy Ritchie


Sinopsis: Nueva vuelta de tuerca a uno de los personajes más famosos creados por Arthur Conan Doyle, en Sherlock Holmes Holmes (Robert Downey Jr.) y Watson (Jude Law), su incondicional y fiel compañero, se enfrentan a un nuevo reto. Nuestro héroe, mostrando unas habilidades para luchar tan letales como su legendaria agudeza intelectual, peleará como nunca antes se había visto para acabar con un nuevo enemigo, Lord Blackwood (Mark Strong), y desenmarañar así un complot mortal que podría destruir el país. Más que basarse directamente en las novelas de Conan Doyle, esta película es más una adaptación del cómic de Lionel Wigram, que reinventaba los personajes de Holmes y Watson, convirtiendo a ambos en detectives con diestras habilidades para el boxeo y el manejo de la espada.

El domingo de la semana pasada recibí un mensaje en mi móvil para un plan espontáneo y tardío para la noche de ese día: ¿te vienes al cine, Cathy, a ver Sherlock Holmes? Venga, vamos, que yo siempre estoy dispuesta para un cine. Lo cierto es que, a pesar de lo inesperado del plan, sólo puedo decir que hacía muchísimo tiempo que yo no disfrutaba tanto con una película. Sherlock Holmes me resultó una película entretenidísima, muy, pero que muy bien filmada, divertida, con la dosis justa de acción, con interpretaciones estupendas, sobre todo, en lo que se refiere a la pareja protagonista, y monólogos deductivos brillantes por parte de un Holmes memorables. Genial, señor Ritchie, sencillamente genial.

He leído varias críticas sobre la cinta en diversos sitios de internet y bueno, no es que sean particularmente optimistas. La tildan, en su gran mayoría, de cinta de entretenimiento sin pretensiones, sin más. Bueno, particularmente, yo voy un poco más allá. Se me hizo francamente corta, y estuve durante las dos horas de metraje clavada en el asiento disfrutando como una niña pequeña. Me gustó muchísimo Robert Downey Jr. en su papel, y resalto precisamente este hecho porque cuando conocí la noticia de que este actor encarnaría al legendario Holmes levanté la ceja con escepticismo; no es que no me guste Downey Jr., todo lo contrario, pero no me encajaba en el papel; será por el sempiterno cliché mental que tengo de que personaje inglés = actor inglés. Me equivoqué, a veces hay que ser más open-minded, Cathy. Yo veía más a Law como Holmes y a Downey Jr. como Watson en un principio, pero luego, conforme iba viendo la película, me fue gustando cada vez más la encarnación de ambos personajes por estos dos actores aparentemente tan dispares. Y es que la calidad se nota, y tanto Downey Jr. como Law son dos grandes actores de su generación. Los secundarios son de lujo, destacando a Rachel McAdams en el papel de Adler, el gran amor de Holmes, en su continua dialéctica de "ni contigo, ni sin ti"; cada vez me gusta más esta actriz, que sin prisa, pero sin pausa, continúa demostrando que vale, y mucho. Mark Strong en el papel de lord Blackwood está estupendo, pero es que a mí me gustan los malos con estilo, como él. Bueno, en realidad es que parece ser que a mí todos los Blackwoods me gustan cantidad. Y ver a Hans Matheson siempre es una alegría, ese actor tan sólo conocido por públicos alternativos... a mí es que este escocés me encanta desde que me di cuenta lo mucho que se parecía a mi gran amor de adolescencia en el instituto.

La fotografía es fantástica, retratando, a mi juicio, a la perfección la atmósfera triste, lúgubre, sucia y oscura del Londres más industrial. Y sobre todo, destaco la banda sonora, con un soniquete que se repite constantemente, que lejos de hacerse molesto, cansino y repetitivo, hace que incluso una vez se salga del cine, continúes tarareándolo con una sonrisa de medio lado en los labios, rememorando el irónico divertimento que destila el film.

En fin, que yo recomiendo esta película desde este, mi humilde blog. Merece la pena pasarlo bien en el cine, reirse y disfrutar, porque para triste ya tenemos la vida real, ¿no?

Catherine Heathcliff.

Lo que estoy escuchando: Where Is My Mind?, de The Pixies.

Dracula, My Love

Es que si no escribía esta entrada reventaba.

Anodada y estupefacta me hallo. ¿Pero qué invento es este, que diría aquélla?

Dios de mi vida, lo que hay que ver y oir. Es lo que tiene meterse en internet buscando una cosa por mera curiosidad, que acabas topándote con algo que ni siquiera estaba en tus planes. Aquí la que escribe, Eurofan confesa (aunque este año pretendía apostatar para siempre si España decidía mandar a esa subespecie humana llamada Karmele), ha encontrado una canción que le ha helado la sangre: Dracula, My Love. Por lo que se ve, Rumanía pretendía presentarla a Eurovisión 2007, pero por haber infringido fechas de exhibición (creo, si no me equivoco, que se emitió por la televisión esta canción junto con su videoclip antes de tiempo, pues hay una fecha a partir de la cual se hacen pública las candidaturas... o algo así), fue descalificada, así que esta se quedó perdida entre los anales de la historia del más deep and hidden freakism. Pero que yo no he venido aquí a hablar de mi libro, digo, de Eurovisión, sino de la canción esta de marras, que aquí servidora, profunda seguidora de todo lo vampírico que se precie, se ha topado por internet con esto:



No sé si me aterra más la cantante, lo más parecido a una pastorcilla de porcelana (véase Toy Story para más información), o el Drácula de la canción, con esa capa, o levita, o como se llame, con ese aire amenazante y esos ojos negros (está claro que se cree muy sexy y atractivo), o el del parche en el ojo y el pañuelo en la cabeza (¿qué pinta un pirata aquí, por Dios?), o los canis de los bailarines pegando saltos hiphoperos. O peor: ¡la letra!

Dracula my hommie come on 'n' go away.
I love the way you love me
And I love the way you rock,
I love the way you
Make me really, really hot
So give me, give me
Your kissing me haresta;.
Make me, make me
Your Dracula Contesa
Everybody in the country
Come along and move your body
To the rhythm of Romania
Or Dracula from Transylvania.

Yo a veces pienso friamente que si Bram Stoker levantara la cabeza la volvería a hundir bajo tierra, sobrepasado por lo que vería. O peor aún: si Vlad Tepes III volviera a nacer (líbrenos el cielo de eso, ¡gulp!), creo, creo, creo que haría triste honor a su sobrenombre una vez más, si contemplara semejante despropósito.

Aunque, oiga, la cosa es que tiene ritmillo...

Catherine Heathcliff.

Lo que estoy escuchando: Mis oidos se han atrofiado momentáneamente...

Mal de amores


Ser profesora es un trabajo duro, complicado, a veces extraño, pero algo que me entusiasma, al fin y al cabo. Los buenos momentos compensan los malos días, que como en toda profesión, también existen.

La semana pasada durante la media hora de recreo acudieron a verme dos alumnas de mi primer grupo. Lo cierto es que son dos estudiantes excelente,s trabajadoras, participativas y cariñosas y respetuosas tanto con sus compañeros de clase como conmigo. A mí me tienen especial aprecio, y es recíproco, así que vinieron a verme para hacerme compañía y hacerme una bonita confesión: una de ellas está enamorada. Reproduzco a continuación la conversación que se produjo entre las tres:

AlumnaCathy número 1: ¡Seño, venga, venga, venga aquí!
Catherine Heathcliff: ¿Qué pasa, qué pasa?
AlumnasCathy (las dos a la vez): ¡Jijijijijijijijijijijijijijijijijijijijijijijijiji!
Catherine Heathcliff: ¡Huy, huy! A ver, a ver, ¿quién os gusta?
AlumnaCathy número 1: ¡JAJAJAJAJA! ¡Ay, a mí no, seño, a esta! (Y me señala a su compañera).
AlumnaCathy número 2: ¡Ay, señorita, qué vergüenza! Pero se lo cuento si me promete que no se lo va a decir a nadie.
Catherine Heathcliff, muy seria y solemne: Por Dios, claro que sí, te lo prometo; tú tranquila, que yo no digo nada.
AlumnaCathy número 2: Vale, seño. Me gusta... J... . ¡Ay, qué vergüenza! ¡Jijijijijijijijijijiji!
Catherine Heathcliff: ¡No me digas, chica! Oye, pues muy buena elección, porque es un muchacho muy responsable, estudioso y es muy gracioso y simpático; tiene ese puntito rebelde que lo hace irresistible, ¿a qué sí?
AlumnasCathy (las dos a la vez de nuevo): ¡Jijijijijijijijiji!
AlumnaCathy número 2: Sí, seño, me gusta mucho, mucho.
Catherine Heathcliff, aguantando la risa e intentando imponer seriedad a su faz: Oye, pues nada, a por él. Y oye, ¿no te parece guapo también R...? A mí me parece un chico muy apañado para ti.
AlumnaCathy número 2: ¡Ay, no, seño, ese no! Además, con ese ya estuve saliendo en 2º de primaria, así que ese no.
Catherine Heathcliff: Claro, claro, es que saliste con él en segundo de primaria y ya saliste escaldada, ¿no? Es que claro, ese amor te marcó tu juventud, ¿verdad?
AlumnaCathy número 2 (muy seria): Sí, seño, con él ya no puede ser.
Catherine Heathcliff: Claro... ¿Y qué me dices de A...? Yo creo que es otro chico que te conviene, y además, se sienta delante tuya, así que lo tienes cerquita...
AlumnaCathy número 2, con una expresión de asco tremenda: ¡Noooooooooooooo, señorita, nooooooooooooo! ¡QUE TIENE BIGOTE! ¡Qué asco!
Catherine Heathcliff, haciendo un esfuerzo sobrehumano para no abrir más aún los ojos: Créeme, hija, créeme que llegará el día en que eso no te importe.

Las cosas del amor, hay que ver. No sé qué les pasa a mis alumnos, pero tienen las hormonas a flor de piel, y eso que tienen sólamente 12 y 13 años, no quiero yo imaginarme cómo estarán con 15 o 16. Sea como fuere, a mí todo esto me hace un montón de gracia.

Y el otro día, estando en clase, un alumno mío me enseñó un dibujo enorme, grandísimo, en un folio apaisado, y me dijo: "para usted, seño". El dibujo en cuestión era mi nombre en letras gigantescas. Lo hizo lo más discretamente posible, pero muchos de sus compañeros se dieron cuenta, y de repente, empezaron a gritar: "¡Uuuuuuh, J....., ya le has dicho a la seño lo que sientes por ella! ¡Uuuuuh!". El pobre alumno no dijo ni media palabra; se sentó y abrió su libro, muy solemne y sin revelar en su rostro la más mínima sensación de vergüenza, ni de justificación. La seño, o sea, yo, le dijo: "Muchísimas gracias, J..., eres un encanto. Los demás, el pico cerrado y abriendo el libro, que nadie os ha pedido vuestra opinión". Cuando llegué a mi piso, puse el dibujo en mi nevera, junto con otros regalos de papiroflexia que mis alumnos varios me han ido ofreciendo altruistamente a lo largo de este curso académico. Y ayer en clase, no recuerdo exactamente por qué, salió la palabra "triángulo", y este alumno pintor exclamó: "Triángulos... como los pendientes de mi seño". Ayer llevaba yo unos pendientes negros grandes y colgantes en forma de triángulo.

No sé por qué, llevo dos semanas en el cole con males de amores por doquier. Incluso ayer un alumno mío me preguntó que si tenía novio, a lo que yo respondí: "a ti te lo voy a contar...". Y otra alumna me pidió que le dijera cómo iba mi vida amorosa, y yo tan sólo le dije:

"Ay, hija, si yo te contara... ¡ejercicio 4 y 5, página 45, trabaja, cotilla!".

Y mi aluma sonreía.

Catherine Heathcliff.

Lo que estoy escuchando: Love Is All Around, de Wet, Wet, Wet.

¡Qué dramatismo, por favor!

Ayer trabajando viví uno de los momentos más hilarantes de mi vida. Durante mis dos horas de guardia de ayer martes en mi cole, tuve que acudir a sustituir a la misma clase de segundo curso de secundaria; en la primera hora en la que estuve, que fue la segunda del horario escolar, les prometí que les llevaría en la hora siguiente conmigo, es decir, a quinta, a la sala de informática para unos minutos de asueto. ¿Condición? Que se portaran bien y bajaran como personas civilizadas organizados en una fila correcta.

Bueno, lo conseguí.

No me gusta dejarles a los niños mucho momento de relax delante del ordenador porque lo primero que visitan durante largos minutos es el dichoso subproducto humano llamado Tuenti, que está atrofiando los sentidos de nuestra juventud, ay, Dios. La verdad es que era matemático: primero, Tuenti; después, YouTube. Pero les falló un error de cálculo: los ordenadores de mi colegio tienen filtros para evitar el acceso a YouTube por posibilidad de contenido inapropiado. Y a mí me parece estupendamente, así que voy a proponer también que prohíban el Tuenti, que es un rollo.

Bueno, a lo que iba, que me voy por las ramas... o por los cerros de Úbeda, ejem, ejem.

Como el acceso a YouTube no era posible, los más avispados recurrieron a TuTV. Cuando el YouTube me falla, yo también acudo ahí, o en su defecto, a Vimeo. Me llamó la atención un alumno que se retorcía de la risa viendo un video, así que me acerqué a su mesa. Bueno, pues lo que vi fueron los cinco segundos más divertidos que he visto jamás en mi vida.



Sé que es una estupidez enorme, gigantesca, descomunal, pero yo no sé explicar por qué yo no puedo parar de reirme ante semejante idiotez. No sé si es el título de Dramatic Chipmunk, que no sé si considerarlo una joya o lo más absurdo del mundo; o quizá sea la mirada de la ardilla, que me recuerda un montón a la de mi perrita Lupy cuando juega conmigo (y yo con ella) y ya comienza a enfadarse cuando le quito de manera reiterada la pelota de la boca. ¡No lo sé! El caso es que a mí me encanta, pero de verdad de la buena, y como yo también tengo un puntillo freakie, que a veces es más un puntazo, navegando por internet me he enterado de que es el vídeo de cinco segundos más visto ¡de la historia! Y hay múltiples versiones, lo prometo, pero montones, aunque mi favorita es esta (por la parte de 007):



Lo que hay que ver, señores, ¿a dónde vamos a parar? Y yo, por lo que se ve, hoy tenía demasiado tiempo libre...

Catherine Heathcliff.

Lo que estoy escuchando: The Lion Sleeps Tonight, de The Tokens.

Textos


Hace tiempo alguien me preguntó cuántas veces en mi vida me había enamorado, o en su defecto, si había estado enamorada alguna vez. Yo no he sido nunca muy afortunada en el amor, que digamos, pero sí que soy capaz de responder: me enamoré una vez. Sólamente. Lo cierto es que el sentimiento era tan intenso que me aterra enfrentarme a él otra vez, porque me muero de miedo al pensar en el sufrimiento que precede al intuir una inminente marcha y que sigue al adiós. Y, sin embargo, en numerosas ocasiones echo mucho de menos ese por y para alguien...

Me conozco muy bien, así que no debo sentirme extrañada de la magnitud del sentimiento que albergo en mi interior. La duda está en saber responderme a mí misma si vuelvo a estar enamorada tras bastante tiempo transcurrido. Supongo que en realidad no soy capaz de responder de manera tajante y firme porque esta vez todo es distinto. Ahora no me da miedo pensar en una despedida, sino no ser correspondida de igual manera, o lo que es peor, serlo y no poder llevarlo a cabo.

La distancia se acorta. Asomarse a la ventana y contemplar coches oscuros. Tabletas de chocolate negro en la cabecera de mi cama. Sobres de azúcar endulzando mi almohada. Canciones hasta entonces desconocidas para mí resonando en las paredes de mi habitación. Maneras cordiales en compañía. Búsqueda de rincones furtivos para abrir los corazones con la daga de la sinceridad. Caramelos Werthers. Turroncillos y bolígrafos de diseño. ¿Yo? Sólo uno y una. Silencios impostados y forzados. Anhelos. Ya lo sabías, Catherine, lo imaginabas, lo esperabas, lo suponías. Un rompecabezas gigante en mi cabeza. La distancia se alarga.

Lo cierto es que me he aferrado tanto al punto y seguido que sólo admito puntos y aparte, pero no puntos y finales. No hay nada más triste que resignarnos, y yo mientras pueda seguiré pensando que en mi texto se escriben oraciones sin parar, una detrás de la otra sin prisa, pero sin pausa.

Así que, por favor, no me pidas que comience un nuevo párrafo...

Catherine Heathcliff.

Lo que estoy escuchando: Esta maravilla:







Sinopsis Underworld (2009), de Len Wiseman: Durante siglos, dos razas han ido evolucionando en lo más profundo del mundo de los humanos: los aristocráticos y sofisticados vampiros y los brutales y salvajes licántropos. Para la humanidad, su existencia ha estado siempre inmersa dentro del universo mitológico. Sin embargo, estas razas, al caer el sol, son enemigos mortales la una de la otra, condenados a librar una guerra secreta iniciada siglos atrás hasta que sólo una de las dos quede en pie y confirme su hegemonía. En medio de este conflicto ancestral, la vampiro Selene descubre una conspiración por parte de los licántropos para secuestrar a Michael Corvin (Scott Speedman), un joven doctor humano. Tras seguir a éste por toda la ciudad, ambos, vampiro y humano, entabla una insólita relación, y cuando los licántropos deciden atacar, Selene protege al joven doctor de estas criaturas. A la par, Selene descubre un terrible secreto: un plan para desarrollar una nueva especie invencible que combina los poderes y habilidades tanto de humanos como de licántropos, pero perfeccionados. Si ese plan prosperase, la ancestral batalla entre vampiros y licántropos decantaría la balanza a favor de los últimos, y la raza vampírica sería aniquilada...

Sinopsis Underworld Evolution (2006), de Len Wiseman:
la milenaria lucha entre vampiros y licántropos ha sufrido un inesperado giro: la creación de otra raza, con poderes superiores a los de la dos ya existentes. Traicionada por los de su propio clan, la vampiro Selene (Kate Beckinsale) ansía venganza. Para ello, emprende la búsqueda, ayudada por Michael (Scott Speedman), medio licántropo, medio humano, y con el que mantiene una secreta y prohibida relación amorosa, con el propósito de hallar la identidad del primer inmortal verdadero (el vampiro primigenio). No es Marcus (Tony Curran), el actual rey de los vampiros como se creía, sino Alexander Corvinus (Derek Jacobi), padre de Marcus y de su hermano gemelo William. Selene y Michael lucharán, pues, juntos contra el poderoso Marcus, quien está decidido a liberar a su hermano preso y usar la sed de sangre de éste para llegar a dominar el mundo.

Sinopsis Underworld: La rebelión de los licántropos (Underworld: Rise of the Lycans, 2009), de Patrick Tatopoulos: la enemistad a muerte milenaria entre licántropos y vampiros estalla. En la tercera y última entrega, retrocedemos en el tiempo para contar el origen del cruel conflicto entre ambas razas. Los licántropos, oprimidos y esclavizados durante siglos por los vampiros, se rebelan contra éstos, liderados por Lucien, quien busca aplacar su sed de venganza ante la cruel muerte de su amante vampiro, Sonja (Rhona Mitra), a manos de su padre, Viktor (Bill Nighy), jefe del clan vampiro.

Supongo que todo cinéfilo que se precie tiene su lado frívolo. Yo lo tengo, y mi confesión de hoy desde el punto de vista fílmico es que la trilogía
Underworld me fascina. No es ningún secreto que todo lo que tenga que ver con historias o relatos vampíricos capta mi atención inmediata, así que era de esperar que esta trilogía estuviese entre mis historias predilectas. Lo cierto es que las tres son entretenimiento puro, simple y llano. Ya está. No esperemos encontrar una profunda reflexión existencial en el argumento de las tres, porque será inútil. La verdad es que supongo que esta saga gustará a los amantes del género, o en todo caso, a los aficionados al cine de acción. Los efectos especiales son bastante buenos, aunque en fin, tampoco son para andar tirando cohetes, que ya estamos malacostumbrados a las imágenes espectaculares en el cine. Y bueno, las interpretaciones... pues ya se sabe, si uno anda pegando mamporros, mordiendo, despedazando y gritando todo el rato, pues tampoco podemos esperar un Hamlet (menos Bill Nighy, que haga lo que haga, siempre está bien este hombre; me encanta).

Será mejor que me calle ya, porque estoy diciendo que me gusta mucho esta trilogía, pero la estoy tildando de bazofia cinematográfica a este paso.


Ale, Catherine, cállate y explica qué es lo que más te gusta.

Pues la estética tremendamente gótica y oscura. Me encanta. Y la tercera, en este aspecto, se lleva la palma; es la más cortita, y aunque los seguidores de la saga sepamos qué es lo que va pasar en la tercera y cómo va a terminar, la verdad es que a mí es la que más me gustó. Será por el tema de amor trágico, aderezado por la oscuridad y la estética gótica, no sé. La segunda entrega es la más flojita, para mi gusto, que conste. Bueno, que son flojitas las tres, ya está. Pero me gustan, ea, qué le voy a hacer.

Sólo me queda esperar a ver si es cierto el rumor de una cuarta entrega para 2011. Eso ya me huele a cuerno quemado, si ya está todo contado. Nada, descarado intento de seguir añadiendo ceros, a ver...

Catherine Heathcliff.
Lo que estoy escuchando: Funeral of Hearts, de HIM (Love Metal).


Ayer tuve el gran privilegio de salir a pasear por el centro Sevilla para disfrutar de un capuccino calentito. La verdad es que no tiene precio tomarse algo caliente en el Starbucks al lado de la catedral y con La Giralda cerca. No sé si la gente que ha nacido y ha vivido toda su vida en Sevilla es consciente del incalculable valor de esos momentos aparentemente triviales.

Lo cierto es que siempre me han gustado las tardes de café con charlas agradables e interesantes. Ayer salió el tema de lo poquito que lee la gente en general, y bueno, tristemente, la gente joven. En esto, tanto mi interlocutor como yo estábamos de acuerdo a pies juntillas. Lo veo cada día más en mis alumnos. El jueves pasado, primer día de clases del segundo trimestre, les pregunté a mis alumnos cuáles habían sido los regalos de los Three Wise Men; con estupor y horror, escuchaba que entre wii, nintendo dsi, psp, portátiles y teléfonos móviles, sólo cinco alumnos de noventa y nueve me dijeron "un libro". En fin, la charla y la moralina que les solté fue de órdago, aunque no creo que sirviese de mucho; por un oído entra y por el otro sale, pero bueno, como docente me veo en la obligación moral de instarles a leer por placer, jamás por obligación. Yo, lectora compulsiva, devoradora de libros desde que era una enana, he odiado siempre leer por imposición. El caso es que una alumna me dijo: "señorita, me han regalado cuatro libros". Sus compañeros exclamaron un "¡oooooh!" de asombro, pero yo le respondí estoicamente: "sí, la saga Crepúsculo, ¿a que sí?". A lo que mi alumna me respondió: "¿Cómo lo ha sabido, señorita?".

Tuve una profesora de literatura durante la carrera que solía decir que los libros editados por El barco de vapor eran veneno para los críos y atrofiaban la imaginación; donde estuviera un gran clásico como La isla del tesoro, o El lobo de mar, o Moby Dick, que se quitara todo lo demás. Bueno, yo como filóloga y humilde investigadora de la literatura anglonorteamericana, estaba de acuerdo en parte. Cierto es que como los grandes clásicos no hay nada, pero también es verdad que yo siempre he dicho que lo importante es leer. A mí no me importaría que mis alumnos vinieran un día diciéndome: "señorita, mis padres me han regalado todos los títulos de la serie naranja de El barco de vapor". Cuando era niña, devoré libros enteros de esta colección, los cuales conservo con cariño entre las estanterías repletas de libros de mi habitación en casa de mis padres. Y, sin embargo, fui capaz también de leerme con catorce años las obras teatrales completas de William Shakespeare, y las de las hermanas Brontë y de Charles Dickens con quince y dieciséis primaveras. Fui bastante precoz para casi todo, así que con el paso de los años he tenido que releerlas para llegar al núcleo esencial de semejantes obras, pero aún así yo nunca he dejado de leer. Y sí, comencé con El barco de vapor, pero jamás desdeñé los grandes clásicos, y mi hermano, el día que cumplí ocho años, me regaló una edición preciosa de Peter Pan: conocí así a James M. Barrey, y en mi adolescencia me bebí las páginas de Drácula, El retrato de Dorian Gray, Frankenstein o el moderno Prometeo, y por qué no decirlo, la delicia de La historia interminable.

No me gusta la saga Crepúsculo. Yo, como millones de personas en todo el mundo, me bebí los cuatro volúmenes de la saga en cuestión de días, y me gustó engancharme tanto a esta saga. Disfruté mucho, porque me entusiasma depender tantísimo de un libro y no poder parar de leer. Lo adoro. Pero nunca he dejado de reconocer que la calidad literaria de esta saga, a mi juicio, deja muchísimo que desear. Me molesta ver que mis alumnas tienen agendas y carpetas varias forradas con imágenes de los actores que interpretan a los personajes principales de estos cuatro libros en sus adaptaciones cinematográficas. Y digo que me molesta porque lo triste de todo esto no es que lean la saga de Stephenie Meyer; a la luz de lo que he escrito líneas arriba, bien podría sentirme tremendamente orgullosa, porque leen sin parar cuatro volúmenes de una historia entretenida, y es un buen modo de iniciarse en el hábito de la lectura. Tardío, pero un buen modo al fin y al cabo. Lo realmente terrible de Crepúsculo es que, una vez finalizada la última página de Amanecer, el cuarto y último volumen, mis alumnos son incapaces de progresar. Ya está, se terminó la historia de Edward y Bella y es como si todos los libros del mundo hubieran ardido hasta extinguirse. ¿Qué pasa, es que sois incapaces de continuar leyendo? Bueno, habéis leído literatura vampírica (pseudo literatura, a mi juicio, pero aceptemos barco como animal acuático, pues); ¿qué pasa con Drácula? ¿O Carmilla? ¿O el vampiro Lord Ruthven de El Vampiro? Os aseguro, queridos alumnos, que Bram Stoker, Joseph Sheridan LeFanu y John Polidori escribían cien mil veces mejor que Stephenie Meyer. Incluso Anne Rice merece todos mis respetos. Oye, que las Crónicas Vampíricas de Anne Rice tienen diez volúmenes, ahí hay chicha para rato.

¿De qué me sirve, pues, que le hayan regalado a esta alumna mía los cuatro libros de Crepúsculo, si no va a ir más allá?

O algo peor: otra de mis alumnas me ha confesado que es la tercera vez que se está leyendo esta saga. ¡La tercera! Dios de mi vida, hija, cierra los libros, guárdalos en tu estantería y abre las páginas de El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde. De veras te prometo que es una maravilla.

¿Y yo qué puedo hacer? Bueno, en esto, como en tantas otras cosas que conlleva el ser profesora, tendré que conformarme con que al menos a uno de mis pupilos les haya calado hondo mi moralina cultural, ¿no? En fin...
Catherine Heathcliff.
Lo que estoy escuchando: Schooldays, de Kate y Anna McGarrigle con Rufus Wainwright y otros.

Preguntas


Hoy tengo multitud de preguntas que hacerme, pero tristemente, soy incapaz de encontrarle respuestas a los numerosos interrogantes que asolan mi mente por mí misma. En esto, como en tantas otras cosas, también parece ser que necesito que me echen una mano altruista.

¿No pasa a veces que parece ser que todos tus esfuerzos conducen a un mismo fin, incluso casi de manera inconsciente?

¿No parecen acaso a veces tus actos y acciones diarias movidas por un único motivo, por insignificante que sea o que parezca ante ojos ajenos?

¿Podemos huir de la inseparable sensación de pérdida que a veces sentimos los seres humanos, o de infructuosa no realización?

¿Podemos llegar a acostumbrarnos a que nuestros anhelos nunca lleguen a realizarse, a aclimatarnos a una vida cómoda, pero vacía, sin sacar el valor necesario para decir lo que realmente queremos decir y que de corazón sintamos?

¿Por qué me cuesta tanto creer que la vida no es renunciar a nuestros sueños y deseos más profundos, sino luchar por ellos con vehemencia y tesón?

¿Peco en exceso de romántico idealismo?

Ayúdame, por favor.
Catherine Heathcliff.

Lo que estoy escuchando: Trouble, de Coldplay (Parachutes).

Parecidos poco razonables


Mañana vuelvo al trabajo. Se acaban las vacaciones de Navidad y comienza el segundo trimestre, tanto para mis alumnos como para mí, su profe de inglés. Hoy llevo todo el día preparando cosas para mañana, e inevitablemente, pensé en cómo he pasado este trimestre, qué tal ha evolucionado y cómo han ido las cosas. El balance ha sido más que positivo. Y no pude evitar recordar que el 22 de diciembre del marchito año 2009, último día lectivo, varios alumnos de segundo de secundaria me dijeron:

- ¡Hay que ver, señorita, lo que se parece usted a la actriz de Entre fantasmas!

Hombre, la verdad es que mentiría si no confesara que me sentí halagada en su momento. Lo cierto es que esos mismos alumnos me lo han dicho más de una vez, sobre todo, si entro en su aula por alguna razón o si me cruzo con ellos por casualidad por los pasillos de mi cole.

Bueno, el caso es que yo no estoy escribiendo esto para hablar de Jennifer Love Hewitt, ni de su cuestionable parecido conmigo, el cual dudo sobremanera. Me resulta curioso que me he topado en mi vida con gente que siempre me ha dicho "me recuerdas un montón a alguien; tú te pareces a alguien, pero ahora mismo no caigo". Y yo no me veo parecido con nadie, ni siquiera con papá Catherine, ni con mamá Catherine. La cuestión es que sumo a Jennifer Love Hewitt a mi larga lista de intentos fallidos e infructuosos de encontrarme parecido con alguien. Liv Tyler fue la primera de la lista, cosecha ideada por el tito Catherine, pero luego la cambió por Jennifer Connelly por la poderosísima afirmación de que "las dos tenéis cejas anchas". Ante semejante afirmación y con tanto peso, la evidencia es aplastante, vamos. Y más tarde, dos amigos míos concluyeron que mi parecido más razonable era con Anne Hathaway. Mi amigo Maurizio, italianísimo, dice que le recuerdo mucho a Penélope Cruz, y otros miembros de mi familia dice n que me parezco a Paz Vega. Evidentemente, tanto Maurizio como mi familia me quieren muchísimo. Aunque, bueno, mis alumnos de primero de secundaria me dicen que soy igualita que una tal Alba, concursante del subproducto televisivo Fama: ¡a bailar!. Que yo no sé ni quién es la señorita Alba en cuestión, pero como dicen que me parezco, igual debería imaginarme a mí misma bailando hip hop en Cuatro...

Paparruchas, señores, paparruchas. Que yo me siento halagada, que sí, porque son todas muy lindas y muy divinas, pero a veces me pregunto si la gente se aburre de verdad. Porque es que yo, en eso de sacarle parecidos a los demás, no soy muy certera. O quizás es que ni siquiera me entretengo en eso...

Que no, que no, y que no; que yo soy Catherine Heathcliff a secas y me parezco a mí misma, ni más ni menos. Y lo admito, estos parecidos, aunque me halaguen según qué casos, me incomodan también a ratos.

Pero bueno, no negaré que me divierte no veas cuánto.
Catherine Heathcliff.

Lo que estoy escuchando: Poker Face, de Lady Gaga (The Fame).

Solomon Kane (2009), de Michael J. Bassett


Sinopsis: basada en un personaje nacido del imaginario de Robert E. Howard, creador de Conan, la película se centra en un soldado del siglo XVI atormentado por la crueldad de sus actos y su infinita codicia del pasado, y que busca con ansia la redención combatiendo un siniestro poder, que amenaza su reino. Solomon Kane es un guerrero puritano cuya única meta en la vida es terminar con la maldad en todas sus formas y poder redimir su alma condenada. Aunque juró no volver jamás a matar, a la espera de poder salvar su alma, el triste destino que sufre la bondadosa familia Crowthorn insta al guerrero a volver a la lucha por intentar destruir la cruel maldad que se extiende por doquier.

Yo siempre he dicho de mi misma que soy una persona con bastante mala suerte; lo que a las personas normales y corrientes consiguen con relativa facilidad, a mí me cuesta franquear sendas de tortuoso camino para intentar alcanzar mis metas. Bueno, después de ver ayer en el cine Solomon Kane retiro lo dicho: no he visto persona más desgraciada en mi vida. Pobre hombre... siendo un crío, tiene que huir de su casa porque su padre quiere que se dedique a la vida espiritual y él dice que nones; con su padre y con su hermano el mayor se lleva bastante mal, pero el padre prefiere al mayor porque es el primogénito y su heredero; lucha con los acólitos de Satán espada en mano; lo echan del monasterio (por su bien, dicen) en el que se había refugiado en busca de paz espiritual; le llueven los palos como a las esteras; matan a casi toda la familia que lo había acogido como un miembro más ante sus ojos; los malos malísimos raptan a la hija de esta familia y él tiene que buscarla, removiendo Roma con Santiago, porque le hizo la promesa de encontrarla a su moribundo padre (al de ella, vamos); una panda de zombis (o qué sé yo lo que eran) casi se lo zampan; lo crucifican (literalmente, de verdad); se enfrenta a uno de los malos malísimos, que resulta ser su hermano, pero vamos, que es más malo que un garbanzo rancio; encuentra a su padre después de nosécuantísimos años, pero el padre está más muerto que vivo ya, el pobre; y tiene que luchar con el súper malo malísimo, que es más de cerebro que de fuerza bruta, y tiene bastante mala idea y saña. A todo esto y para colmo de males, al pobre Solomon Kane no para de lloverle en toda la película, así que yo me imagino lo que tiene que ser llevar ese sombrero de ala ancha y esa capa enorme empapada y cubierta de fango todo el rato, que tiene que pesar como mil demonios y él arrastrándola por toda Inglaterra, buscando a la chica en cuestión porque le hizo una promesa a su moribundo padre. Claro, que también si la encontraba redimía su alma, o eso le dijeron. Hubo un punto en el que yo misma, como espectadora, me pregunté si al final en esto lo habían timado, porque visto lo visto, el pobre señor Kane era tela de desgraciado.

Esta es la sinopsis de la película. Punto. De verdad de la buena. Y que conste que yo no me esperaba ver un metraje que pasara a los anales de la historia cinematográfica, sino que buscaba sólo y esclusivamente entretenimiento puro y duro. Que yo también tengo un lado frívolo. A mí el género épico/fantástico/de aventuras me encanta; es posiblemente, uno de mis géneros cinematográficos por excelencia, y cuando un nuevo producto aparece, ahí que voy yo al cine. Claro, están los grandes del género, y luego está el subgénero. Solomon Kane es de este último tipo. Pero oye, que cumple su propósito muy bien, que yo estuve durante la más de hora y media de metraje en continua tensión por el pobre hombre. Ahora, eso sí y lo advierto: la película es "violentilla", con cabezas y demás miembros cercenados por aquí y por allá, además de crucifixión explícita.

He leído en varias críticas de internet que esta película se acercaba pelibrosamente a la serie B. Pues sí, no lo discuto, pero para ser una producción íntegramente europea, yo creo que puede circular por las salas de medio mundo con la cabeza alta y con dignidad.

Pero yo me pregunto, ¿dónde ha quedado ese James Purefoy de la película de Mira Nair Vanity Fair (2004)? Porque mira que salía requeteguapo y relamido ahí, como todo un machote con clase. Aquí en Solomon Kane sale el pobre fatal, que te entran ganas de darle un mendrugo de pan todo el rato. Que sí, que el pobre es un héroe atormentado, pero oye, Hugh Jackman en Australia (2008, de Baz Luhrmann) o en Van Helsing (Stephen Sommers, 2004) también lo es y no pierde ni un ápice de su charm. Será que eso sólo ocurre con Hugh Jackman...

Por cierto, y hablando de Jackman: he leído una crítica en internet en el que aseguran que James Purefoy parece haber aceptado su estatus de Hugh Jackman de serie B. ¡Qué duchos somos en poner etiquetas! Con el coraje que me dan...

Catherine Heathcliff.

Lo que estoy escuchando: Done All Wrong, de Black Rebel Motorcycle Club (New Moon Soundtrack)


Cuando conocemos a Susie Salmon, sabemos que ya está en el cielo, en su nuevo hogar. Desde allí nos va a relatar, con la inconfundible voz de una adolescente de catorce años, una historia tan inquietante como alentadora: la de su propio asesinato a manos de un vecino y el proceso de recuperación por el que van a tener que pasar sus seres queridos. Tras su muerte, Susie contempla cómo la vida continúa sin ella; sus compañeros de colegio rumorean sobre su desaparición, su familia mantiene la ilusión de encontrarla con vida y el asesino se esfuerza en borrar las huellas del crimen. Los acontencimientos se suceden al tiempo que Susie se va adaptando a ese lugar llamado cielo, un refugio mágico donde encuentra consejeros que le ayudan a entender la muerte y amigos con los que convivir, un nuevo hogar donde halla todo lo que desea excepto lo más importante: reencontrarse con las personas a las que ama y viven en la Tierra.

Desde mi cielo es de esas novelas que te hacen reflexionar. En realidad, hay que prepararse para enfrentarse a las más de trescientas páginas de la novela. Para empezar, cuando una lee la pequeña sinopsis que figura en la contraportada de este libro, a priori podría pensar que es una novela de asesinatos al uso, con un crimen y un culpable que, tarde o temprano, pagará por sus crímenes. Bien, pues esa perspectiva hay que deshecharla inmediatamente desde el momento en el que se empieza a leer la novela de Sebold. La clave principal para abordarla es la siguiente premisa fundamental: este libro intenta enseñar cómo enfrentarse a la pérdida de un ser querido, pues inevitablemente y a pesar de todos los golpes con los que nos sorprende la vida, ésta sigue su curso, con o sin los nuestros, o por qué no decirlo, sin nosotros mismos. Porque igual que Susie en el libro, también nosotros morimos, tarde o temprano, y lo que dejamos tras nuestra estela sigue su curso. Inevitablemente.

Sinceramente, a mí la novela me gustó mucho, pero no puedo evitar tener la amarga sensación de "sí, pero". Yo me quedé con ganas de más. Porque está muy bien eso de intentar superar la pérdida de un ser querido, pero dame más, Sebold, que me supo a poco. Cuando terminé la novela, me quedé exactamente igual que al principio. En ese sentido, es un poco plana y lineal, regocijándose a veces en el dolor más visceral. Supongo que el hecho de que a mí personalmente me llegara más al fondo es por el personaje de Lindey Salmon, la hermana de Susie. Es increíble lo mucho que podemos empatizar con un personaje ficticio, pero al igual que Lindsey yo también sé lo que es que te miren con lástima y compasión porque tu hermana (o hermano) ha fallecido; que te intenten consolar constantemente, cuando lo que menos necesitas es que te estén recordando un hecho que rememorarás mientras vivas todo el tiempo; y supongo que lo peor es que te comparen con el/la fallecido/a, porque por muy grande que el amor fraternal sea, no hay dos hermanos iguales. Así que, al igual que Lindsey, prefieres refugiarte en tu mundo interior e intentar enterrar ese hecho trágico en el fondo de tu corazón para dejarlo aflorar cuando te apetezca, pero en soledad, para que nadie te vea flaquear. Después de todo, es preciso ser la más fuerte cuando ves a tus padres hundirse día a día en su propio pesar. Y precisamente ahí a veces me pareció el argumento un poco ñoño, cuando hay aparente unión familiar para superar una tragedia... supongo que es bastante vergonzante que retraten tu propia realidad íntima de manera tan explícita.

En cualquier caso, recomiendo la lectura de esta novela, porque reúne las principales premisas para que guste: es rápida de leer, dinámica, entretenida y tira de los higadillos. Lágrimas aseguradas en según qué episodios.

Aunque, llámenme corazón pétreo, pero yo no lloré ni una sóla vez. Egoístamente, considero mi realidad vivida bastante más triste.

Mi edición:
Título: Desde mi cielo.
Autora: Alice Sebold.
Año de mi edición: 2007.
Editorial: Debols!llo.
Catherine Heathcliff.

Lo que estoy escuchando: Heaven, de Bryan Adams (Unplugged).


Creo que dentro de un año exactamente, 1 de enero de 2011, recordaré que comencé el 2010 encerrada en mi cocina a las 11 de la mañana. Hoy, 1 de enero de 2010, he cocinado mi primer pastel de atún. Y estaba tan contenta esta mañana que mientras mi experimento culinario se estaba horneando, me acerqué a donde estaba mi madre -es decir, su habitación, que andaba haciendo la cama y poniendo orden- y le dije: "Mamá, como salga bien, esté rico y a papá y a ti os guste, te prometo que le echo una foto, la cuelgo en mi blog y le dedico una entrada a mi obra maestra culinaria". Mi madre se reía, pero oiga, aquí estoy, por lo tanto, es fácil deducir el feliz desenlace.

Y es que el pastel de atún tiene historia.

Forrest Gump llamaba a su amigo Bubba "mi muy mejor amigo". Parafraseando a ese personaje increíble interpretado por Tom Hanks en la película dirigida en 1994 por Robert Zemeckis, mi muy mejor amiga -y también compañera de trabajo- y yo llevamos meses intercambiando amistad y... comida. Ya da igual que la hayamos cocinado nosotras, su vecina o mi madre; el caso es que es raro el día en que no llegamos al colegio y nos decimos "ahí en la nevera del comedor, en la esquinita de siempre, te he dejado...". Me encanta. Es un contrabando mutuo de fiambreras en toda regla: empanadas, ensaladilla rusa, merluza al pil pil, remolacha aliñada, brócoli refrito con ajito y huevo batido, menestra, paté de perdiz, pastas de té... y suma y sigue. Un día mi muy mejor amiga vino con el gran pastel de atún. Lo hizo ella en tan sólo una hora, y yo andaba intrigada ante el gran enigma culinario que se abría ante mis ojos. ¿Cómo se hacía ese pastel, que tanto sabía a atún, y que tenía textura de flan o mousse? Fácil, muy fácil una vez conoces la receta. Me prometí a mí misma que, estando en casa de mis padres y llegada la Navidad, lo intentaría cocinar. Hoy ha sido el gran día. Y la degustación. A la hora de comer, mi madre me ha dicho: "esto harta que no veas, pero no puedo dejar de comerlo". Y ese ha sido el mejor cumplido.

Y ahora se supone que vendría la receta, pero como soy un demonio emplumado no la voy a poner. Esto es como la fórmula de la Coca-Cola. Hay múltiples versiones del pastel de atún pululando por internet, pero la mía tiene ese toquecito personal que da hacerla con el cariño de que mi muy mejor amiga la compartiera previamente conmigo. Si la revelo, es como traicionar ese mundo en común entre las dos, aunque sea en algo tan aparentemente irrelevante como es intercambiar recetas. Así que yo invito a mis fieles lectores a una degustación de mi pastel de atún cuando a ellos les plazca. Yo estaré siempre dispuesta, porque una de las cosas que me hace más feliz es remangarme y meter las manos en faenas culinarias. Sin delantal, no obstante, por mucho que mi madre me diga que una cocinera sin delantal no es cocinera.

Como tampoco es costurera la que cose sin dedal.
Catherine Heathcliff.

Lo que estoy escuchando: Minor Swing, de Rachel Portman (Chocolat Soundtrack).

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