Eli Stone.
Mi noche de los jueves ya se ha convertido en dominio de dos series: Criando malvas (Pushing Daisies), de la que ya hablé en un post anterior, y Eli Stone. Afronté con escepticismo la llegada de esta nueva serie, más que nada, porque planteaba otra vuelta de tuerca a las ya tan trilladas series sobre abogados; pero no puedo más que reconocer que Eli Stone es, cuanto menos, realmente original, y plantea otra vuelta de tuerca al mundo de las series sobre abogacía.
Eli Stone es un abogado de éxito, muy ambicioso, miembro de un bufete de prestigio, tiene dinero y una novia hermosamente perfecta con la que pronto contraerá matrimonio; a Eli le van las cosas francamente bien, y su ambición y pasión en su trabajo lo guían en cada caso para llegar a una sóla meta: la victoria a cualquier precio. Y, generalmente, con este cóctel explosivo suele irle bastante bien. En definitiva, tiene todo lo que un hombre podría desear... hasta que su vida se ve truncada por un inesperado acontecimiento. De golpe y porrazo y sin ningún motivo aparente, comienza a tener visiones francamente curiosas; todo comenzó una noche en la que estando con su novia se le apareció nada más y nada menos que George Michael cantando Faith. Atribuyendo lo fantástico del hecho a un evento transitorio, Eli siguió con su vida normal, pero las visiones se multiplicaban, y lo que era aún más extraño, las visiones eran como pistas, trazas, guías que conducían a Eli, si las seguía al dedillo, al éxito... y también a hacerle mejor persona; Eli era como una especie de profeta moderno.
Francamente preocupado, pues sus visiones eran más frecuentes de lo que él esperaba, y le afectaban en su vida personal y en el encorsetado ambiente laboral que el bufete le imponía, acudió al médico a intentar buscar una explicación; su hermano Nathan, un reputado neurocirujano, le reveló el diagnóstico que explicaba sus constantes visiones: un aneurisma cerebral inoperable que, a largo plazo, acabaría con su vida. Y es ahí donde la vuelta de tuerca de la que hablaba en el párrafo anterior aparece: el aneurisma acabará con él, pero también es lo mejor que le ha ocurrido en su vida; comienza a contemplar su existencia con otros ojos, y emprenderá un viaje personal que le hará replantearse hasta el más ínfimo detalle en su vida. Nunca más volverá a aceptar un caso sólo por dinero, sino que ahora su conciencia moral será su guía principal; romperá su compromiso con Taylor, su novia y también hija de su recto y severo jefe, según él para evitar que ella sufra con su enfermedad, pero a título personal creo que lo hizo porque realmente Taylor está tan vacía como lo estaba la vida anterior de Eli. Pero el aneurisma no sólo dará un giro de 360º a su vida presente, sino también a la pasada: poco a poco, irá acercándose más a la figura de su padre, muerto años atrás, víctima, precisamente, de ese aneurisma que, debido al factor congénito, ahora él sufre; Eli se irá dando cuenta de que su padre no era aquél alcohólico que se degeneraba a ojos vista víctima de su adicción, sino tan sólo un gran hombre de enorme corazón que veía cómo su vida se le escapaba entre los dedos sin que pudiera remediarlo, y que encontró en la bebida el refugio que su inmediato alrededor no podía ofrecerle. Ya nada volverá a ser igual para Eli; de ahí el eslogan de la serie: Eli Stone reinventa su vida.
He de reconocer que, aún gustándome, no es una de mis series favoritas, aunque sí que es cierto que, poco a poco, va conquistándome. Jonny Lee Miller es un Eli estupendo, pues sabe darle la nota de ingenuidad y ese aire desvalido, a la par que decidido y valiente, que el personaje requiere. Para mí es lo mejor de la serie, y él es uno de los motivos por el que la sigo fielmente. Bueno, él y las visiones, porque, dentro de la tragedia que implican, están retratadas con un humor y una ternura claves para que el espectador no pueda evitar contemplar a Eli con un inevitable sabor agridulce.
Mi noche de los jueves ya se ha convertido en dominio de dos series: Criando malvas (Pushing Daisies), de la que ya hablé en un post anterior, y Eli Stone. Afronté con escepticismo la llegada de esta nueva serie, más que nada, porque planteaba otra vuelta de tuerca a las ya tan trilladas series sobre abogados; pero no puedo más que reconocer que Eli Stone es, cuanto menos, realmente original, y plantea otra vuelta de tuerca al mundo de las series sobre abogacía.
Eli Stone es un abogado de éxito, muy ambicioso, miembro de un bufete de prestigio, tiene dinero y una novia hermosamente perfecta con la que pronto contraerá matrimonio; a Eli le van las cosas francamente bien, y su ambición y pasión en su trabajo lo guían en cada caso para llegar a una sóla meta: la victoria a cualquier precio. Y, generalmente, con este cóctel explosivo suele irle bastante bien. En definitiva, tiene todo lo que un hombre podría desear... hasta que su vida se ve truncada por un inesperado acontecimiento. De golpe y porrazo y sin ningún motivo aparente, comienza a tener visiones francamente curiosas; todo comenzó una noche en la que estando con su novia se le apareció nada más y nada menos que George Michael cantando Faith. Atribuyendo lo fantástico del hecho a un evento transitorio, Eli siguió con su vida normal, pero las visiones se multiplicaban, y lo que era aún más extraño, las visiones eran como pistas, trazas, guías que conducían a Eli, si las seguía al dedillo, al éxito... y también a hacerle mejor persona; Eli era como una especie de profeta moderno.
Francamente preocupado, pues sus visiones eran más frecuentes de lo que él esperaba, y le afectaban en su vida personal y en el encorsetado ambiente laboral que el bufete le imponía, acudió al médico a intentar buscar una explicación; su hermano Nathan, un reputado neurocirujano, le reveló el diagnóstico que explicaba sus constantes visiones: un aneurisma cerebral inoperable que, a largo plazo, acabaría con su vida. Y es ahí donde la vuelta de tuerca de la que hablaba en el párrafo anterior aparece: el aneurisma acabará con él, pero también es lo mejor que le ha ocurrido en su vida; comienza a contemplar su existencia con otros ojos, y emprenderá un viaje personal que le hará replantearse hasta el más ínfimo detalle en su vida. Nunca más volverá a aceptar un caso sólo por dinero, sino que ahora su conciencia moral será su guía principal; romperá su compromiso con Taylor, su novia y también hija de su recto y severo jefe, según él para evitar que ella sufra con su enfermedad, pero a título personal creo que lo hizo porque realmente Taylor está tan vacía como lo estaba la vida anterior de Eli. Pero el aneurisma no sólo dará un giro de 360º a su vida presente, sino también a la pasada: poco a poco, irá acercándose más a la figura de su padre, muerto años atrás, víctima, precisamente, de ese aneurisma que, debido al factor congénito, ahora él sufre; Eli se irá dando cuenta de que su padre no era aquél alcohólico que se degeneraba a ojos vista víctima de su adicción, sino tan sólo un gran hombre de enorme corazón que veía cómo su vida se le escapaba entre los dedos sin que pudiera remediarlo, y que encontró en la bebida el refugio que su inmediato alrededor no podía ofrecerle. Ya nada volverá a ser igual para Eli; de ahí el eslogan de la serie: Eli Stone reinventa su vida.
He de reconocer que, aún gustándome, no es una de mis series favoritas, aunque sí que es cierto que, poco a poco, va conquistándome. Jonny Lee Miller es un Eli estupendo, pues sabe darle la nota de ingenuidad y ese aire desvalido, a la par que decidido y valiente, que el personaje requiere. Para mí es lo mejor de la serie, y él es uno de los motivos por el que la sigo fielmente. Bueno, él y las visiones, porque, dentro de la tragedia que implican, están retratadas con un humor y una ternura claves para que el espectador no pueda evitar contemplar a Eli con un inevitable sabor agridulce.
Catherine Heathcliff.
Lo que estoy escuchando: Faith, de George Michael.
Etiquetas: Una de series
0 Comments:
Entrada más reciente Entrada antigua Inicio
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)