Etiquetas: ¿Qué vemos hoy?
Cuando el papel me cortó el dedo, sólo salió una gota de sangre del pequeño rasguño. Entonces, todo pasó muy rápido. "¡No!", rugió Edward. se arrojó sobre mí, lanzándome contra la mesa y aterricé en un montón de cristales hechos añicos. Jasper chocó contra Edward y el sonido pareció el choque de dos rocas... Aturdida y desorientada, miré la brillante snagre roja que salía de mibrazo y después a los ojos enfebrecidos de seis vampiros repentinamente hambrientos...
Drástico y brusco cambio entre Crepúsculo y Luna Nueva.
Como si de un rite de passage se tratara, cuando uno finaliza la lectura de Luna Nueva no puede sino pararse a reflexionar en el hecho de que sólo el principio y el final de la novela merecen la pena, es decir, sólo las partes en las que los Cullen interactúan de manera directa en la historia; el resto... polvo y aire, parafraseando al Máximo Décimo Meridio ideado por Ridley Scott. Peor aún, uno descubre el hecho de que se ha bebido Luna Nueva en cuatro días sólo porque esperaba encontrarse con algún Cullen de nuevo... la misma ansia de volver a leer nombres como Alice, Carlisle, Esme, Jasper, Rosalie, Emmet... y Edward. Sed de los Cullen, sed de vampiros... y no de hombres lobos. Como una herida cicatrizante, que tira y escuece en su proceso, la palabra licántropo y todo lo que de ello derivaba, se me antojaba molesta. Jacob, aun siendo un personaje francamente agradable y digno de inocente e infantil simpatía, se convirtió en ese gran hastío que dominaba la vida de Bella y que, por extensión, ponía a prueba mi más que paciente lectura.
Me bebí la sangre negra que la tinta de Luna Nueva vertía entre sus páginas en cuatro días, esperando que se tornara en la roja que revitalizase de nuevo mi avidez lectora, y que sirviese como morboso reclamo y fogosa invitación para que los Cullen volvieran a visitarme. Y lo hicieron, y de nuevo me entregué a ellos con delicioso frenesí, sin oponer resistencia. Pero me supo a poco, mi sed de vampiros no se había saciado aún con su regreso, y necesité de Eclipse para comenzar a sentrime satisfecha de nuevo...
En el momento en el que escribo esta entrada, todavía me nutro de Eclipse, pero presiento que dejará de serme útil en breve; sin embargo, Amanecer está ahí, aguardando, expectante...
Crepúsculo (Twilight), de Stephenie Meyer
10 comentarios Publicado por Catherine Heathcliff en 19:58In a time of conflict between Protestants and Catholics, both Mary and Catherine chose to remain loyal to the Roman Catholic church.
Mary, Queen of Scots, was first betrothed to the Dauphin of France, who died shortly after their marriage and his ascension to the throne. She returned to Scotland, where her mother had been regent for her, and assumed the throne. But her short reign was troubled: Catholics versus Protestants struggling for the throne, and a pretty messy love life: her second husband was murdered, and then she was kidnapped by and married the man widely blamed for the murder. Mary was a cousin of Queen Elizabeth I of England, and she was assumed by many to be next in line for the crown. Thus, she was a threat to Queen Elizabeth, who eventually had her executed. Mary's motto was "In My End Is My Beginning."
Catherine of Aragon was the daughter of Queen Isabella I of Spain and her husband and co-ruler, King Ferdinand. Promised in marriage to the heir to the Tudor throne, prince Arthur, she married Arthur's brother Henry after Arthur died. Her failure to have sons meant Henry looked elsewhere for a wife. He broke from the Church of Rome in order to end his marriage to Catherine, who continued her own devotion to Catholicism and passed that commitment on to her daughter, the future Queen Mary I ("Bloody Mary"). Her motto was "Humble and Loyal."
Etiquetas: Íntimo y personal
The Tudors, Music from the Showtime Original Series
4 comentarios Publicado por Catherine Heathcliff en 19:25Trevor Morris creó una partitura genial de principio a fin, con 25 piezas breves que retrotraen al oyente a la Inglaterra de los Tudor. Inspirándose en la música de Thomas Thallis y de las piezas que el propio Enrique VIII compuso (como la pieza Greensleeves, que, tradicionalmente, se le atribuye al monarca inglés), las 25 partes que componen la banda sonora de la serie son breves, pero concluyentes, y realmente evocadoras a la hora de reconstruir mentalmente las escenas a las que acompañaron. De entre todas ellas, destaco sobre todo, la que reza como A Historic Love, y que a continuación recojo como muestra. Obviamente, el nombre obedece a la pasión devoradora (y fugaz) que consumió a Enrique VIII por Ana Bolena, y que es el tema principal a tratar durante la primera temporada de la serie. El tema central de esta parte se repite, además, en la pieza final, Wolsey Commits Suicide - Finale; todos aquellos que hayan visto la serie en su totalidad, entenderán el por qué Trevor Morris repite el tema central del amor entre el monarca y Ana con el supuesto suicidio de Wolsey (algo discutible históricamente, la verdad)... y es que el ascenso de Ana Bolena equivale en proporción inversa al declive del cardenal.
Muy recomendable; es breve y concluyente, y no se hace pesada el oírla, todo lo contrario. Como un soplo de aire fresco, Trevor Morris ha sabido combinar lo mejor de la corte de los Tudor con los sonidos actuales. Es como si Thomas Wyatt y Thomas Thallis le hubiesen acompañado durante la composición de la partitura, y le hubiesen revelado lo que ellos presenciaron durante su estancia en la corte de Enrique... y Morris sólo nos lo pudiera revelar como mejor sabe hacerlo: con su música.
Etiquetas: Música es...
Me chifla, me encanta, me alucina, me subyuga, me enloquece. Este anuncio es absolutamente mi favorito de todos los que pululan por la televisión. Me parece lo mejor y lo más elegante que se ha hecho en muchísimo tiempo.
Dada la proximidad de las fiestas que, por desgracia, nos van a acompañar durante todo el mes de diciembre y parte de enero de manera inminente, la televisión tiene a bien ofrecernos anuncios de colonias y perfumes varios a porrillos. Siempre he odiado los anuncios de colonias, porque me parecen absurdos y sin sentido; además, utilizan el sempiterno cliché del sexo como reclamo publicitario, y eso es algo que he aborrecido desde tiempos inmemoriales. Pero con este no me pasa.
Ya lo sé. La mayoría de la gente que lea esta entrada pensará que me tiene enamorada este anuncio, no por él en sí mismo, sino por ÉL, es decir, el chaval que aparece el anuncio; vamos, lo que viene siendo el modelo beneficiario de que el emporio de Paco Rabanne se fijara en él. Pues lo siento mucho, pero va a ser que no; aunque corro el riesgo de que poca gente me crea, cosa que me trae sin cuidado, la verdad, nunca me han gustado los modelos a priori, porque ya me gustaría a mí verles recién levantados y sin la capa de chapa, pintura y demás parafernalia que les rodean. El angelito en cuestión se llama Mat Gordon, y es canadiense; añado esta información para demostrar que me he molestado en saber la identidad del caballero, y que cuando veo el anuncio no me limito a contemplarlo como un cacho de carne con ojos. Pero vamos, que si a mí me gustara el anuncio sólo por el protagonista en cuestión, pues digo yo que tampoco tendría nada de malo; pero lo siento, no es el caso.
Mi desmedido interés por el anuncio va más allá. Para empezar, me gusta el estilo y la calidad del mismo; creo que es una pequeña joya visual, y que da realmente pena el hecho de que sólo dure 32 escasos segundos. La idea es simplemente genial: un chico insultantemente atractivo, lleno de rebosante juventud y ambición, que con sólo chasquear sus dedos tiene el mundo a sus pies. Ya quisiéramos muchos. Sin embargo, supongo que todos al verlo irremediablemente pensamos en la futilidad de este pensamiento, y de manera inevitable concebimos el mensaje inicial del anuncio con nuestros prejuicios preestablecidos. Pero, seamos francos: ¿contemplamos realmente el mensaje con prejuicio y rechazo ante la superficialidad del personaje, o realmente, en nuestro fuero interno, codiciamos una visión de nuestra propia existencia basada en la misma superficialidad que rodea el devenir del modelo en el spot? Dejo la pregunta abierta, pero me temo que la respuesta es lo suficientemente obvia.
Como mujer que soy, no puedo dejar de mencionar la parte final del anuncio, en la que los tres últimos chasquidos del rey Midas consiguen: 1. Una despampanante rubia; 2. Que la rubia caiga a los pies del caballerete... y que se le caiga a ella el vestido, de paso; 3. Luces apagadas, "preludio de que algo emocionante va a pasar". Traducción: una chica como objeto, un premio, un capricho más que el afortunado chasqueador consigue. La verdad es que no puedo ofrecer otra visión a este hecho; pero, ¿sabéis qué? Que yo, como mujer, no me siento ofendida. ¿Y por qué digo esto? Pues por los/las feministas que, estoy segura, supuran odio cuando ven el anuncio. Que hay que ver más allá, señores, que no se puede concebir el mundo como un espacio cuadriculado en el que 2+2 son 4. Es cierto que este anuncio es de perfume, y va a recurrir al sexo sí o sí, y era de esperar. Pero es eso, un anuncio, nada más, algo trivial, y la realidad es bien distinta; dudo mucho que las mujeres de a pie, las que luchamos día a día en nuestros trabajos y en nuestras vidas, seamos conquistadas por un simple chasquear de dedos y la superficialidad del lujo y el oropel. Yo, por lo menos, no.
Catherine Heathcliff.
Lo que estoy escuchando: Do It Again, de The Chemical Brothers. Sí, es la canción que suena en el anuncio; el título le viene que ni pintado.
Etiquetas: Publicidad
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