Que adoro la música por encima de todas las cosas no es ningún secreto. Si alguien me pregunta qué tipo de música escucho, responderé que de todo tipo. Claro, esa etiqueta "de todo tipo" es peligrosa, porque hay sonidos horripilantes que nunca atravesarán los altavoces ni de mi portátil, ni de mi equipo de música. Casi todos se refieren a los que mueven masas y son generalmente marca intrínseca de la adolescencia pasajera, como el manido chunta-chunta o todo lo que tiene que ver con espeluznantes letras que tengan que ver con menear o restregar alguna parte baja de la anatomía de un ser humano. Esas cosas como que no están hechas para mí, qué le vamos a hacer.
Hace unos meses -bastantes, diría yo- llegó a mis manos, por casualidad, un cd extraño de una no menos extraña ¿artista?: The Fame, de Lady Gaga. ¿Quién narices sería esta Lady Gaga? Investigando por internet me topé con una mujer, cuanto menos, extravagante. Excesiva, rimbombante, exagerada, escandalosa, provocadora... todos son apelativos que la describen a la perfección. La reacción inicial es de rechazo, o al menos, eso fue lo que provocó en mí. Su estética, la verdad, es que tiene que ver conmigo lo que los garbanzos con las rosas de un jardín. Y no es que yo la esté llamando a ella garbanzo y a mí rosa, que no es ese el tema; a lo que me vengo a referir es que, a priori, la estética de esta buena mujer obedece a todo lo antitético con respecto a mí. Pero el caso es que no, que escuchando su música me fue "enganchando" gradualmente, porque a pesar de que lo suyo es un pop-dance ajeno a lo que yo podría escuchar inicialmente, su música siempre ha conseguido despertar en mí ese lado frívolo que yo también tengo y que normalmente me esfuerzo en ocultar.
Así que no me importa clamar a los cuatro vientos que, señores, Lady Gaga me encanta y disfruto mucho escuchándola cuando quiero dejar aflorar mi lado superficial. Su música es mero entretenimiento, sin pretensiones, y su estética, extraña como ella sola, es deliciosamente extravagante y divertida.
Si me permiten mis lectores, me autodedico su último single, Bad Romance. El videoclip no tiene desperdicio, sin duda, e indiferencia es lo último que provoca. Está siendo la banda sonora de mi fin de semana griposo, lleno de tos y reposo en cama. Casi me sueno la nariz al compás del "oh, la, la" del estribillo...
Hace unos meses -bastantes, diría yo- llegó a mis manos, por casualidad, un cd extraño de una no menos extraña ¿artista?: The Fame, de Lady Gaga. ¿Quién narices sería esta Lady Gaga? Investigando por internet me topé con una mujer, cuanto menos, extravagante. Excesiva, rimbombante, exagerada, escandalosa, provocadora... todos son apelativos que la describen a la perfección. La reacción inicial es de rechazo, o al menos, eso fue lo que provocó en mí. Su estética, la verdad, es que tiene que ver conmigo lo que los garbanzos con las rosas de un jardín. Y no es que yo la esté llamando a ella garbanzo y a mí rosa, que no es ese el tema; a lo que me vengo a referir es que, a priori, la estética de esta buena mujer obedece a todo lo antitético con respecto a mí. Pero el caso es que no, que escuchando su música me fue "enganchando" gradualmente, porque a pesar de que lo suyo es un pop-dance ajeno a lo que yo podría escuchar inicialmente, su música siempre ha conseguido despertar en mí ese lado frívolo que yo también tengo y que normalmente me esfuerzo en ocultar.
Así que no me importa clamar a los cuatro vientos que, señores, Lady Gaga me encanta y disfruto mucho escuchándola cuando quiero dejar aflorar mi lado superficial. Su música es mero entretenimiento, sin pretensiones, y su estética, extraña como ella sola, es deliciosamente extravagante y divertida.
Si me permiten mis lectores, me autodedico su último single, Bad Romance. El videoclip no tiene desperdicio, sin duda, e indiferencia es lo último que provoca. Está siendo la banda sonora de mi fin de semana griposo, lleno de tos y reposo en cama. Casi me sueno la nariz al compás del "oh, la, la" del estribillo...
Catherine Heathcliff.
Lo que estoy escuchando: Blanco y en botella, vamos.
Etiquetas: Música es...
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