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Oh, blanca Navidad


Desde que era pequeña, he adorado siempre la Navidad. Siempre me ha aportado buenos momentos y he intentado vivirla con ilusión, si bien es cierto que la espartana sobriedad es la tónica general en la celebración de estas fiestas en casa. Como todos, compartiré estas fechas tan señaladas con la familia, con los míos, aunque en mi caso eso de "la familia" se reduce a mis padres. Punto.

Llevo desde que comenzó el fin de semana pensando en la vuelta a casa por Navidad. Se me va a hacer extraño por numerosos motivos. Para empezar, va a ser el primer año en el que soy yo la que tiene que volver a casa por Navidad, como decía el manido anuncio de televisión; jamás se ha dado el caso, constantemente he estado en casa, pero ahora vivo sola y en otra ciudad, así que siempre hay una primera vez para todo, dicen. Y también para el regreso.

Tengo sensaciones enfrentadas. La perspectiva de volver se me antoja extraña. Por un lado, tengo ganas de estar en mi hogar y poder abrazar a mi madre cuando me apetezca, sin necesidad de recurrir a largas conversaciones por teléfono para sentirla cerca en la distancia. Tengo ganas de estar en mi hogar para comenzar debates acalorados con mi padre sobre cualquier cosa, hasta la más estúpida o trivial, para continuar discutiendo en serio, estar unas horas sin hablarnos y acabar dándonos un abrazo diciendo el típico, pero sentido "no ha pasado nada, papá". Tengo ganas de volver a visitar la tierra donde está mi casa, tan diferente a mi Sevilla, pero la cual no por ello menos añorada; hay que estar lejos para darse cuenta, claro. Y tengo ganas de que llegue el regreso para ver a mis amigos, los cuales no veo desde finales de verano, pero a los que sigo llevando guardados bajo llave en mi mundo interior.

Y, ¿qué es lo que dejaré aquí durante dos semanas? Demasiadas cosas y personas como para que mis pobres líneas les hagan justicia. He llegado a sentirme tan bien en este lugar que ahora soy una extraña en mi propio hogar. Tranquilidad, autorrealización, apoyo, amistad, amor... quizá el rosa de la rebeca que vestía esta mañana en el trabajo ensombrece mi juicio, no lo sé, o será el cansancio acumulado durante el día de hoy. Siempre he dicho que mi hogar está donde estén los míos, y de un tiempo a esta parte siento que, en realidad, está aquí.

Así que en estos días inquietos llenos de correcciones, evaluaciones, tarjetas de felicitación, ajetreos, prisas y buenos deseos, no puedo evitar levantar mi bolígrafo rojo del examen, mirar al vacío y preguntarme si estas dos semanas de ausencia, de separación, de distancia física, me serán tan difíciles como ya de por sí me están resultando tan sólo al pensar en ellas.

...Es una sensación extraña dejarte tu otra mitad a 300 kilómetros de distancia...

Catherine Heathcliff.

Lo que estoy escuchando: Carry You Home, de James Blunt (All the Lost Souls).

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