La vida es caprichosa. Nos empeñamos en controlarla y creemos que, por más que lo intentemos, conseguiremos asir con fuerza las riendas de la encabritada cabalgadura y domaremos la montura. Resulta bastante triste reconocer que, al fin y al cabo, jamás conseguimos cabalgar en paz, sino que la calma es relativa y el galope aparece sin trote previo de aviso.
El año expira, morirá en cuestión de días, y la conciencia humana tiende a hacer autobalance. En mi caso particular, este año ha sido inquieto. Mi cautela me impide calificarlo de manera optimista o pesimista, porque si algo he aprendido a lo largo de estos doce meses es que de un día para otro las cosas pueden cambiar de forma drástica.
Es curioso lo mucho que puede suponer un acto tan cotidiano como hablar. Tristemente, los seres humanos somos de naturaleza egoísta y andamos siempre demasiado ocupados como para frenar, tomar un profundo respiro y dejarnos llevar. Soy muy aficionada a las utopías y creo en la palabra. Pero en la de verdad. Es hermoso abrir en canal tu pecho, extraer tu corazón y hablar con él entre tus manos, como si fuera testigo mudo de lo que debes decir, sin olvidar pronunciar todo lo que en secreto te ha estado susurrando durante meses. Ánimo, te dice, lo estás haciendo muy bien, no dejes nada en el tintero, nada que en tus largas horas de velada auoconfesión y recapitulación no hayas anhelado expresar.
Me siento bien. Que haya tranquilidad, no hay decepción por ningún rincón, sabía cuáles eran mis cartas. Cartas... sí, esas que la vida presenta de cuando en cuando, y de cuyo juego dependerá el devenir de tus días. Las personas que se cruzan en nuestras vidas... a veces merece la pena pararse a pensar en ellas. No me gusta hablar de mí, pues pienso que mis escritos son ya de por sí bastante reveladores, y cierto es que las cosas siempre me han gustado claras, directas, concisas.
Ayer al mediodía alguien muy importante para mí me dijo que los filósofos están todos locos. Y es verdad. Dejemos, pues, la filosofía aparte. Siempre he sabido lo que quería, mis anhelos, mis inquietudes. Puedo enorgullecerme de eso. Lo tengo muy claro.
Y siento que debo dar las gracias.
El año expira, morirá en cuestión de días, y la conciencia humana tiende a hacer autobalance. En mi caso particular, este año ha sido inquieto. Mi cautela me impide calificarlo de manera optimista o pesimista, porque si algo he aprendido a lo largo de estos doce meses es que de un día para otro las cosas pueden cambiar de forma drástica.
Es curioso lo mucho que puede suponer un acto tan cotidiano como hablar. Tristemente, los seres humanos somos de naturaleza egoísta y andamos siempre demasiado ocupados como para frenar, tomar un profundo respiro y dejarnos llevar. Soy muy aficionada a las utopías y creo en la palabra. Pero en la de verdad. Es hermoso abrir en canal tu pecho, extraer tu corazón y hablar con él entre tus manos, como si fuera testigo mudo de lo que debes decir, sin olvidar pronunciar todo lo que en secreto te ha estado susurrando durante meses. Ánimo, te dice, lo estás haciendo muy bien, no dejes nada en el tintero, nada que en tus largas horas de velada auoconfesión y recapitulación no hayas anhelado expresar.
Me siento bien. Que haya tranquilidad, no hay decepción por ningún rincón, sabía cuáles eran mis cartas. Cartas... sí, esas que la vida presenta de cuando en cuando, y de cuyo juego dependerá el devenir de tus días. Las personas que se cruzan en nuestras vidas... a veces merece la pena pararse a pensar en ellas. No me gusta hablar de mí, pues pienso que mis escritos son ya de por sí bastante reveladores, y cierto es que las cosas siempre me han gustado claras, directas, concisas.
Ayer al mediodía alguien muy importante para mí me dijo que los filósofos están todos locos. Y es verdad. Dejemos, pues, la filosofía aparte. Siempre he sabido lo que quería, mis anhelos, mis inquietudes. Puedo enorgullecerme de eso. Lo tengo muy claro.
Y siento que debo dar las gracias.
Catherine Heathcliff.
Lo que estoy escuchando: A White Demon Love Song, de The Killers (New Moon Soundtrack).
Etiquetas: Íntimo y personal
6 Comments:
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En mi época de instituto, solía oir un programa de radio cuyo locutor es para mí una persona muy especial. Solía leer frases de Herman Hesse o algunas que le llamara la atención. Un día leyó una y la escribí en mi carpeta de estudiante como una quinceañera transcribe las frases del muro de la Superpop.
No es el amor quien muere,
somos nosotros mismos.
Poema XII del libro "Donde habite el olvido", de Luis Cernuda.
En principio la escribí porque me gustaba como sonaba; con el paso de los años ha ido cobrando sentido y he comprendido que el que pierde la capacidad de amar... es un muerto en vida. Nada más pobre para una vida.
My amount is little, but my support is sincere.
Blackwood.
Aún así, a pesar de todo, vivo porque amo. Y me enorgullezco al confesar tras la quietud de estas líneas que en mi vida trato de ser lo más honesta posible. Por esa razón, considero que mi amor es sincero.
Peco en exceso de idealismo, ya me conoces y no estoy descubriendo nada nuevo ante ti, que me conoces y que tanto me agrada que me conozcas.
¿Qué le pido al día de hoy, antes de irme a la cama? Mmmmh, a ver... ¡ya sé! Le pido que jamás me permita dejar de amar.
No conozco aún verso de Luis Cernuda que no haya conseguido hacerme enmudecer.
Yours is never a little amount, Blackwood, be sure of that. Just always stay there, please, where I can find you.
Catherine Heathcliff.
Blackwood.
Yo también considero que venía como anillo al dedo al tema. Por eso la contesté.
Catherine Heathcliff.
Me imagino Catherine, que no hace falta que te diga que soy fanática de tus entradas pues puede que suene un poco ridículo pero todas ellas me parecen demasiado hermosas como para que las haya escrito una persona... lo sé, pero tú más que nadie sabes que el mundo no es perfecto y que poco a poco la gente que nos vamos encontrando por la vida es cada vez más y más sucia. En cambio tú te mantienes fiel a tus principios, te mantienes única y firme en tu mente. ¡¡Dios, ya quiero que publiques un libro!! Es como que empiezo a leer lo que escribes y no puedo parar, quiero leer más.
Besotes!!
P.D.: ¿Con que Michael Sheen ehh? Jajaja, Aro ha logrado traspasar tu corazón, una de sus pelis que conozco es la de "Frost contra Nixon" pero de ahí a que te guste ese estilo de película ya es discutible.
Gracias, como siempre, por tus bonitas palabras. Lo cierto es que sí, que la vida te pone a personas en tu camino que marcan tu existencia, para bien o para mal, y te paras a reflexionar y piensas en lo curiosa que es la vida.
Lo que pasa es que, en esta entrada en concreto, hablaba de las personas que marcan tu vida para bien y que permanecerán en tu corazón para siempre, pase lo que pase, y recordarás todo lo vivido siempre con ellas. A mí me está pasando actualmente, y me encanta paladear las pequeñas cosas del día a día, guardando lo bueno en mi corazón.
Lo de mi libro... ojalá llegue algún día, me haría muy feliz, la verdad.
Un besazo, linda.
P.D. Pues lo de Michael Sheen, aparte de lo gran actor que es, viene por otro sitio súper frívolo y que me da vergüenza hasta confesar. Es que este finde volví a ver "Underworld", y a pesar de que es una peli del montoncito y sin mucho argumento, a mí es que me encantó la estética... y Michael Sheen. Con ese aire zarrapastroso y atormentado... ¡qué mono, madre! ¡Que me he pedido la trilogía de "Underworld" para Reyes, hija! ¿Ves? Si tengo 25 añazos y soy un caso perdido a veces, ¡ays!