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Entrada dedicada a ti, Adri. Te prometí que la escribiría. Gracias, una vez más, por el detalle de regalarme esta película.

Sinopsis: Oskar (Kare Hedebrant) es un niño tímido de 12 años. Acosado continuamente por sus compañeros de colegio, sueña en secreto con matarlos a todos. Eli (Lina Leandersson), una misteriosa niña de su edad, llega a su mismo edificio, convirtiéndose así en vecinos y en íntimos amigos. La llegada de Eli coincide con una serie de inexplicables muertes. Oskar sabe el secreto de Eli: es un vampiro. A pesar de esto, la amistad de ambos está por encima de todos los temores posibles.

Aquí, señoras y señores, tenemos un claro ejemplo que rompe la ecuación inalterable por todo el mundo sabida: historia de vampiros = Catherine Heathcliff "flipándolo en colores", si se me permite el giro coloquial. Pues no, lo siento, pero no. No es el caso. Aunque sé que me repito, Déjame entrar me parece una película tremendamente sobrevalorada. Para mí, no es más que otra historia de adolescentes típica (rechazo, marginados sociales, dos criaturas bastante retrotraídas que se encuentran, éxito asegurado en su íntima singularidad), disfrazada, eso sí, de cine de autor. Es que ya el hecho de que la película sea sueca ya hace que la miremos con ojillos de respeto. Porque, ¿cuántas pelis suecas cruzan las fronteras escandinavas al año? A ver, a ver... con los dedos de una mano, y si llega.

La historia de Oskar no es nueva. ¿Un marginado social en el contexto escolar? Por Dios, no hace falta ver una película, y hablo con conocimiento de causa, pues soy docente. ¿Deseos violentos? Todos los tenemos, y quien diga que no, falta a la verdad como un bellaco. Y la sensación de haber encontrado una media naranja espiritual, unidos por un punto en común que nos diferencia del resto... típico cliché romanticón. Porque vamos a ver, ¿qué narices pinta aquí el tema vampírico? Además de que me parece totalmente absurdo y metido con un calzador y una palanca, vaya vampiresa tenemos aquí con Eli. Hubo momentos, y no me importa confesarlo, en que a mí la niña en cuestión me erizaba los pelillos de la nuca, y creo que la culpa de eso la tuvo Oskar cuando le dijo: "hueles raro". Desde entonces, no pude evitar ver a Eli como una criatura bastante desagradable (que de hecho, ese era el propósito del director), e incluso parecía que en mi habitación, mientras proyectaba la película, olía a cementerio: a cadáver. ¡Qué gráfica soy! Lo sé. Pero hasta ese punto me pareció ilustrativo el comentario de Oskar y la caracterización bastante repulsiva de Eli. Y es que yo no culpo a la pobre niña, la verdad; culpo mi idea patológicamente preconcebida de que un vampiro es todo glamour. Demasiado Lord Ruthven, demasiada Carmilla, demasiado Lestat de Lioncourt. En cualquier caso, la chavalita me pareció lo más desagradable que he visto en mucho tiempo, y repito, sé que esa era la idea de la proyección: que queden claros los marginados sociales. Oh, Dios... ¡soy una snob! Churretes sanguinolientos y lametones al suelo aparte, creo que Déjame entrar no se puede ver padeciendo amigdalitis pultácea y con fiebre, como yo hice. Nonononono, definitivamente no.

De todos modos, no dejo de reconocer que la película tiene planos y escenas memorables. Mi favorita: cuando Oskar se lava los dientes con su madre. Grandiosa. Y otra cosa digna de mencionar de la proyección es el inhóspito paisaje; nieve por doquier, poca población, desolación absoluta: enajenaría a cualquiera.

Hollywood ya ha estrenado su particular versión, (Let Me In, 2010), de Matt Reeves. Seguro, seguro, seguro que habrá más sangre y más higadillos. Y yo supongo que la veré, por esa curiosidad mórbida que siempre puede más que mi voluntad.

Catherine Heathcliff.

Lo que estoy escuchando: Damned & Divine, de Tarja Turunen (My Winter Storm).

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