¡Advertencia!: puede contener spoilers.
Los Tudor.
Si alguien desea pasar un buen rato aprendiendo historia, ésta es su serie. O si, simplemente, a alguien le gusta la historia en general, ésta es su serie. O si a alguien le gusta pasar un rato agradable frente al televisor, porque es acérrimo seguidor de las series que nos vienen desde el otro lado del charco, ésta es su serie. O si alguen desea dar rienda suelta a su lado más superficial, con intrigas y amoríos por doquier, ésta es su serie. Incluso para todos aquéllos que anden perdidamente enamorados de Jonathan Rhys-Meyers... obviamente, ésta es su serie. En definitiva, para mí, y sin lugar a dudas, ésta es una serie para todo el mundo.
A lo largo de la historia de la televisión, las series que basaban sus argumentos en la hechos históricos han sido una constante. No digamos ya el cine. Y si esos hechos históricos tienen que ver con Enrique VIII de Inglaterra... entonces el asunto es mucho más prolijo. Desde el serial televisivo de la BBC del año 1970, Las seis esposas de Enrique VIII (The Six Wives of Henry VIII, en el original), compuesta por seis capítulos, cada uno de ellos dedicado a una esposa, hasta la reciente en salas Las hermanas Bolena (The Other Boleyn Girl, 2008) son numerosos los ejemplos cinematográficos y televisivos en los que el monarca inglés se convierte en el principal protagonista y fuente inagotable de giros argumentales. Rebelde, ambicioso, increíblemente cruel, despiadado y megalómano donde los haya, el rey inglés ha hecho correr siempre ríos de tinta, no tanto por su labor como gobernante, sino más por su ajetreada vida amorosa. Casado seis veces, sus ansias de poder y obsesión constante por tener un heredero varón, marcaron trágicamente el devenir de un país y el sino de sus esposas. Casado en primeras nupcias con Catalina de Aragón, tras más de 20 años de matrimonio y varios hijos muertos en común (sólo sobreviviría María, que más tarde se convertiría en María I Tudor, reina de Inglaterra... y conocida mundialmente como Bloody Mary, y no me refiero a la bebida, precisamente), provocó una auténtica revolución en su país al separarse de la iglesa católica y convertirse en cabeza visible de la iglesia anglicana en Inglaterra, con el simple fin de lograr un divorcio, alegando que su matrimonio con la princesa española estaba maldito, pues ella ya estuvo casada con Arturo, hermano mayor de Enrique y primer heredero a la corona inglesa; la salud endeble de éste hicieron que muriera prematuramente, aparentemente, sin haber consumado su matrimonio con Catalina. Obviamente, todos sabemos que, en realidad, el rey andaba completamente subyugado por los encantos de Ana Bolena, a la que desposaría en secreto estando ya embarazada de Isabel I. Ana Bolena jamás gozó de la popularidad de su predecesora entre el pueblo llano, que la llamó siempre "ramera". Por defender a Catalina, se fueron quedando por el camino grandes hombres como Thomas More y John Fisher (Santo Tomás Moro y San Juan Fisher), magníficas personas y eruditos que perdieron sus vidas por defender la causa de la legítima reina Catalina, una mujer realmente amada por su pueblo y por sus súbditos de la corte, y por erigirse en los máximos defensores de la fé católica. A pesar de todo, las esperanzas del rey de tener un hijo se desvanecieron al dar a luz Ana a la que sería la monarca más grande de la historia de su país, Isabel, y después, a un hijo muerto. Agotada la frágil paciencia del rey, hizo todo lo posible, asesorado por el pérfido Thomas Cromwell, para quitarse de en medio a Ana, y así lo hizo, decapitándola por alta traición, al ser hallada culpable del delito de adulterio... lógicamente, absolutamente incierto. Para bien o para mal, y esta es una percepción personal, Ana acabó enamorándose del rey, y sufrió su despecho, igual que lo hizo Catalina. Para entonces, la insaciable ambición del rey había hallado en Juana Seymour otro foco de atenciones; 11 días después de la ejecución de Ana Bolena, el rey contrajo matrimonio con Jane. Se dice que fue la reina que más amó el rey, pues fue la única en darle un hijo varón, el futuro rey Eduardo VI. No obstante, poco después de dar a luz, murió. Esta muerte afectó a Enrique... aunque no demasiado, diría yo. A fin de conseguir una alianza con los príncipes protestantes alemanes, Enrique contrajo matrimonio con Ana de Clèves, hija del duque de Clèves. Este matrimonio, basado puramente en la conveniencia, duró tan sólo seis meses. Al rey no le gustaba el aspecto físico de la reina Ana, y podría decirse que el sentimiento era mutuo. Ana era una criatura realmente inteligente, y consiguió que el rey se divorciara de ella... eso sí, con pingües beneficios: fue compensada con numerosas propiedades y una cuantiosa renta, así como el título de "Hermana del Rey"... fue la última de sus esposas en morir, curiosamente. A ésta le siguió Catalina Howard, una jovencita un tanto promiscua. Personalmente, me recuerda muchísimo a Ana Bolena, y no sólo porque fuera prima por parte de padre de ésta, sino porque también era una muchachita ambiciosa y un bastante ligerilla de cascos... también fue acusada de adulterio, pero en este caso sí que era cierto y completamente demostrable, pues tuvo un pasional romance con uno de los favoritos del rey, Thomas Culpeper, así que no tardó en ser decapitada acusada de alta traición. Finalmente, el rey, un tanto hastiado por su vida marital, contrajo matrimonio con Catalina Parr. De esta reina se dice que era noble y de un carácter afable, además de bondadosa; sintió un gran afecto por los hijos del rey (María, hija de Catalina de Aragón; Isabel, hija de Ana Bolena; y Eduardo, hijo de Juana Seymour); además, consiguió que el monarca se reconciliara con sus hijos, y Catalina los crió como suyos. Sobrevivió al rey, y tras la muerte de éste, consiguió casarse con el que fue el amor de su vida: Thomas Seymour, hermano de la reina Juana Seymour.
Todo este increíble y prolífico poso histórico sirve de base para crear el argumento de los Tudor. La primera temporada completa, ya emitida en su totalidad en España por Canal +, cuenta precisamente el proceso de divorcio de Enrique con Catalina, así como su enamoramiento irrefrenable de una ambiciosa Ana Bolena, además de un retrato de todos los cambios políticos y sociales que ésto ocasionó, así como el impacto que tuvo en las relaciones internacionales, especialmente con Francia, y cómo no, con España. A título personal, diré que ésta es una de mis series favoritas; siempre he sido una gran aficionada a la historia, y al empezar a ver esta serie quería comprobar qué visión se le daba a este tema y cómo representaban al imperio español de Carlos I de la época. Para mi sorpresa, he de decir que me hallo ante una serie bastante objetiva en su planteamiento, que no escatima en resaltar la ambición y crueldad del rey, así como el lado conspirador de Ana Bolena... y también su cara más sensible para con el rey. Además, la serie deja absolutamente claro que Catalina era realmente querida por su pueblo, y muy a diferencia de la imagen que se nos ha ofrecido de esta reina en películas como Ana de los mil días (Anne of the Thousand Days, 1969), papel interpretado por Irene Papas, en esta serie Catalina, además de una completamente enamorada esposa, es una mujer luchadora y muy inteligente, que intentó aprovechar el afecto que despertaba ante sus súbditos. No obstante, yo siempre diré que a Catalina le falló el amar tanto a alguien que no lo merecía.
El elenco de actores no puede ser mejor; destaco a Sam Neil, que interpreta el papel del cardenal Wolsey, venido en desgracia precisamente por el ascenso de Ana Bolena al trono; el siempre impecable Jeremy Northam, un Thomas More estupendo; Marie Doyle Kennedy, una Catalina de Aragón casi perfecta; Natalie Dormer, una actriz inglesa joven, pero de gran talento... una perfecta Ana Bolena. ¿Qué tal Jonathan Rhys-Meyers en el papel de Enrique VIII? Bueno... en mi opinión, un aspecto controvertido. Es un buen actor, y da siempre una nota de distinción a sus trabajos. Pero como rey de Inglaterra... no sé, a mí se me antoja extraño. No es por el aspecto físico; recordemos que el personaje real era un hombre más bien orondo, y Rhys-Meyers es justo todo lo contrario. No es eso, no; quizás es que considero que a este actor irlandés el papel le viene grande; intenta hacerlo tan bien, otorgarle la impostura ambiciosa y la magificencia y la tiranía en su declamación, que cae inevitablemente en la sobreactuación. Aunque no siempre...
No puedo sino recomendar fervorosamente la serie; el argumento, los actores... no sería tan francamente buena la serie sin unos decorados magníficos y unos exteriores en escenarios y construcciones reales de lujo. Todos estos elementos son aderezados por un vestuario y una banda sonora magnífica, que espero poder tener en mis manos en breve.
Catherine Heathcliff.
Etiquetas: Una de series
1 Comment:
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- Ayrim said...
22 de agosto de 2008, 14:39La serie merece la pena, solamente por ver a ese hombre llamado Henry Cavill jeje
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