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No me gusta


No me gustan los domingos, ni mucho menos los domingos por la tarde. Son bastante deprimentes y estoy todo el día de un humor de perros, sin parar de refunfuñar. Lo gracioso del tema es que no sé explicar por qué.


No me gusta el calor. Odio los climas cálidos y los meses de junio, julio y agosto son un auténtico calvario para mí. Porque esto es como yo siempre digo: si tienes frío, te abrigas; si tienes calor, ¿qué narices haces?


No me gustan las incoherencias, el egoísmo, la envidia y la ignorancia. No me gusta la gente que no coge el toro por los cuernos y afronta las situaciones, enmascarando la verdad, o peor, omitiéndola. No me gusta la gente que no es clara, las de doble cara, y no me gusta no ser lo suficientemente espabilada a veces como para no darme cuenta de dónde están y resguardarme de ellas.


No me gusta que me guste siempre la persona equivocada. No me gusta sentir que he encontrado a la horma de mi zapato para luego darme cuenta que el zapato no era de mi número, me estaba pequeño o más bien grande. No me gusta que si creo haberlo encontrado, son más los impedimentos y dificultades que impiden la completa consecución. Aún así, siempre arriesgo.


No me gustan las paradojas ni las incongruencias.


No me gusta planchar, ni tampoco guardar la ropa. No me gusta ser tan maniática del orden que no me puedo permitir que no me guste dejar montañas de ropa sin planchar ni sin guardar en su sitio correspondiente. No me gusta ser incongruente en este aspecto, así que, a tenor del párrafo anterior, no me gustas, Catherine Heathcliff.


No me gusta la ausencia de orden y de higiene.


No me gusta la música fuerte, ni tampoco muy baja. Me pregunto especialmente si mis vecinos conocen el término medio.


No me gusta la gente que silba a todas horas y en espacios públicos cerrados, como por ejemplo, el autobús o el banco. Tampoco me gusta la gente que come pipas en las mismas situaciones, ni tampoco que tiren las cáscaras donde les venga en gana. No me gusta la gente que habla a gritos por el móvil, o que tienen el mp3 a todo volumen que se escucha hasta a través de los auriculares. No me gustan los que directamente prescinden de los auriculares para oir su música a todo trapo. Y lo que es peor: generalmente es música horriblemente estridente.


No me gustan los malos modales ni las formas intimidatorias. No me gusta la gente que chilla para intentar imponer su razón, ni tampoco los que son intransigentes. No me gustan los extremismos de ninguna clase. No me gusta que por sentirme orgullosa de ser española me tachen de facha, cuando no hay cosa más alejada de la realidad.


No me gusta la alcachofa, ni el queso. Pero el resto de verduras me chifla, y el queso en la pasta, cocinada de la manera que sea, me encanta. Vuelvo a ser paradójica, así que cada vez me odio más a mí misma.


No me gusta que mis cuatro muelas del juicio hayan decidido salir a la par. No me gusta que la inferior izquierda me de tanto la lata, a pesar de tener espacio suficiente para salir. No me gusta que mi dentista me inste a quitármelas; si tengo espacio y están saliendo correctamente, ¿por qué me las voy a quitar? ¿Acaso no son mías? Pues eso.


No me gusta esconderme.


No me gusta llorar. No me gusta la violencia, ni el maltrato, ni el abandono, sea del tipo que sea.


No me gusta el tabaco, ni el alcohol. Me lo paso genial con un caramelo en la boca y con un vaso de Coca-Cola (o Cola-Cao, en su defecto). Para decir estupideces no me hace falta un gin-tonic.


No me gusta el cine español, en general. Hay contadísimas excepciones, no obstante.


No me gusta que me gusten tanto la ropa, los zapatos, los complementos, la cosmética y la peluquería, porque básicamente, tengo que moderarme siempre. Las facturas y el alquiler son prioritarios, evidentemente.


No me gusta no tener a nadie que quiera hacer conmigo la ruta por el norte de España que tengo planeada para este veranno. A este paso me veo haciéndola sola, o peor aún, no yendo.


No me gusta que porque me guste Coldplay, o porque sepa quién es Björk, o porque adore a Tim Burton, idolatre hasta la saciedad a Daniel Day-Lewis y lea novelas decimonónicas inglesas, me tachen de "gafapasta". O peor aún: de freakie.


No me gustan las etiquetas. No siempre dos más dos son cuatro.


No me gusta la gente que habla mal, sin corrección, y no me gusta el lenguaje sms.


No me gusta no conseguir pasar siempre desapercibida.


No me gusta nada en absoluto hablar de mí.


No me gusta que el/la que haya leído esta entrada no se crea lo dicho en la oración anterior.


Catherine Heathcliff.


Lo que estoy escuchando: Odio, de Revólver.

8 Comments:

  1. Anónimo said...
    A mí no me gusta ver como alguien sobetea y adula a su alrededor con la única intención de conseguir un voto. Lo veo cada dos años.

    No me gusta ser tan hipócrita como para despedirme dándole un beso y para completar, desearle un buen fin de semana. Tomémoslo como un acto de buena educación.

    No me gustan los que siempre tienen un martillo en la mano, en vez de un lápiz o un pincel.

    No me gustan los mentirosos. Los detesto.

    Tampoco los que, en aras de la verdad, empuñan la bandera de la insolencia, y empiezan a soltar por la boquita palabras que hieren sin tener en cuenta cómo se van a sentir los demás.

    Continuará...
    (`·.·•мαяgун•·.·´) said...
    No me gustan muchas cosas, pero sobre todo odio la gente convenida... también odio a la gente que no sabe hablar bien pues, puede que esto te parezca un poco estúpido pero las palabrotas existen para que cuando estemos completamente rabiosos se nos escapen sin querer pero no para nombrarlas en cada frase que decimos pues sino ya no se podrían considerar palabrotas... en fin muchas cosas, ahora mismo ODIO al mundo entre comillas (a ti no por supuesto =D) pasate por mi blog de Crepúsculo, vas a tardar tres años en leerlo pero creo que podrás ver por qué estoy así.

    Besotes guapa!tQ (ups, ya sé que no te gustan las abreviaturas sms pero esta me la dejas pasar ^^)
    Catherine Heathcliff said...
    No me gusta también ninguna de las cosas que dices. Coincido contigo.

    No me gustan los besos de despedida, en general. Los hay que son hipócirtas, como los que dices que te desean "buen fin de semana", pero los hay sinceros que dicen "no quiero que este momento acabe". Estos últimos sí me gustan.

    No me gustan tampoco los aduladores gratuitos.

    ¿A qué estaría bien continuar con esto del "no me gusta" con un Cola-Cao de por medio? Primero tú, después yo, y así sucesivamente.

    Catherine Heathcliff.
    Catherine Heathcliff said...
    ¡Hola, guapa!

    Enseguida me paso por tu blog, a ver qué tal.

    Besotes, linda.

    Catherine Heathcliff.

    P.D. Ahora estás rabiosa, pero ya verás como pronto se te pasa. ¡Besos!
    Anónimo said...
    Leyendo que no estás enfadada conmigo, continuamos.

    No me gustan las normas estúpidas, como por ejemplo el canon de la SGAE.

    No me gustan las personas que se cuelan en la fila del banco, argumentando que tiene que hacer una transferencia a su hija, que le hace mucha falta.

    No me gustan aquellas que me suben la tensión adrede.

    Continuará...
    Catherine Heathcliff said...
    ¿Por qué habría de estar enfadada contigo?

    A mí no me gusta tampoco las personas que me suben la tensión adrede, y mira que soy hipotensa. De todos modos, yo me pregunto que hay casos en los que la tensión sube de manera inevitable ante algo agradable, como por ejemplo, ver algo o alguien que nos gusta. Eso a veces puede resultar desagradable, porque agita nuestras tranquilas vidas de cuando en cuando.

    Continúa, pues.

    Catherine Heathcliff.
    Anónimo said...
    No me gusta un peine lleno de cabellos, la cerveza caliente ni las mujeres frías, los perros que me ladran a la altura del oido cuando paseo por mi barrio... ¡ya!ni tampoco soporto el petardeo ensordecedor de las medio motos de los niñatos.

    No me gusta la cortesía fingida de las operadoras de Movistar.

    Continuará....
    Catherine Heathcliff said...
    No me gustan tampoco los peines llenos de cabellos. Te puedes hacer una idea lo que paso yo todos los días. Tengo el pelo largo, espeso, negro (como ya sabes) y el suelo de mi cuarto de baño de color claro. Me paso el día con el cepillo y el recogedor en la mano. ¿Recuerdas? Maniática del orden, de la limpieza y de la higiene.

    No me gusta que mi vecino de al lado tenga AHORA MISMO el reggaeton a toda cebolla. Y yo escuchando "The Songs of Distant Earth", de Mike Oldfield... menudo contraste.

    No me gusta la suciedad en las calles, ni que los dueños se responsabilicen de sus mascotas.

    No me gusta la nata en la leche caliente. Me da mucho asco y siempre la quito.

    No me gusta que me ignoren.

    Continúa, por favor.

    Catherine Heathcliff.

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