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Delirios de defectos

Cuando una persona está enferma le da por pensar.


Como era de esperar, y dado que he dado comienzo a un nuevo curso, he pillado mi primer catarro. Normal. Con tanto alumno metido en seis aulas, era de esperar que pillase cualquier tipo de proceso gripal. Lo que no me imaginé es que iba a ser tan pronto; quizás sea debido a este tiempo fresco que estamos viviendo desde hace unos días; el otoño este año parece haberse adelantado... menos mal.


El viernes estaba peor. Creo que tenía fiebre, aunque no mucha, pero lo peor de todo, lo que no puedo soportar, es el dolor de huesos; eso es lo que peor llevo, esa sensación de costarte incluso levantar la cabeza o hasta mantenerla firme sobre los hombros, como si pesara media tonelada. Y ese sopor... que te decides meterte en la cama y no puedes dormir, o si lo haces, no descansas, y te despiertas aún peor que cuando bendita la hora decidiste reposar. En fin, nada nuevo para nadie. Un catarro común.


Pero es que a mí el viernes me dio por pensar, no sé si producto de la fiebre o no, y reflexioné sobre mi vida y sobre mí. Y yo no sé qué ocurrió que empecé a enumerar unos cuantos defectos, que si bien los tengo, nunca me había parado a pensar y a meditar seriamente en ellos. Craso error. Cuando uno está enfermo, nunca debe hacer eso, pues refugiarse en la autocrítica, unido al estado sedante de los medicamentos, puede perjudicar seriamente la salud. E irremediablemente pensaba en si debía cambiarlos o, cuanto menos, moderarlos.


Soy muy intransigente; no me gusta que me lleven la contraria -según qué casos, claro-, y si me la llevan, más le vale a quien sea que tenga un argumento de peso que contraiga mi opinión. También es verdad que cuando no llevo razón, lo reconozco y asumo mis errores.

Soy una persona muy bromista, pero no me gusta que me hagan a mí las bromas; claro, la ley del embudo, muy injusta, por cierto; muy mal, Catherine, muy mal.

Soy rencorosa; antes no lo era, dejaba pasar todo, pero a raíz de comprarme el barquito y navegar sola en él, me he dado cuenta de que me he transformado en alguien un tanto rencoroso, pero no mucho; en realidad, no es que sea rencor, sino más bien cautela, y ser menos permisiva con según qué cosas, no quiero que me vuelvan a hacer daño, aunque ésto no lo podemos evitar, es parte de la aventura que es vivir.

Ayudo a todo el mundo que me lo pida con una sonrisa de oreja a oreja y con mil amores, pero si los que me piden ayuda son parte de mi familia -como mi madre o mi padre- ya es otro cantar... puede ser que la sonrisa se transforme en una mueca irritante. Mala persona, Catherine, mala persona.

Me gusta ser puntual y que lo sean conmigo; me irrita muchísimo quedar con alguien a las 21 y que esa persona llegue a las 21.15.

Cambio de carácter con una facilidad pasmosa: lo mismo estoy riéndome a carcajada limpia, a los cinco minutos tengo hinchada la vena del cuello de ira o me estoy deshaciendo en lágrimas, lo mismo te quiero que te odio, no hay término medio. Vas de mal en peor, Catherine, así no se puede ser.

Soy absolutamente perfeccionista, casi de manera enfermiza; todo tiene que estar programado y milimetrado con una perfección completa; si una línea recta se traza un tanto torcida... ah, mundo, guarda tus espaldas, que la iracunda Catherine hará acto de presencia.

Me lo callo todo; soy una tumba andante, tanto en lo que se refiere a mis cosas como a las de los demás. Es muy difícil que yo le abra de manera completa mi corazón a nadie. Claro, hay veces que, de tanto callar, mi mundo interior estalla… en un torrente de lágrimas.

Me cuesta mucho confiar en las personas al principio. Lo que es un proceso duradero para la mayor parte de los seres humanos, para mí es una andadura casi eterna. En realidad, esto puede considerarse tanto un defecto como una virtud, pero sí que es cierto que a veces echo en falta el tiempo en el que confiaba en las personas al cien por cien; ando con pies de plomo ahora, y así es francamente difícil vivir. Palabra. Pobre Catherine...

¿Cuántos más? Cientos, miles. ¿Y qué piensas hacer con ellos, Catherine? Pues no lo sé, la verdad.


I am what I am... the way God made me.





Catherine Heathcliff.

Lo que estoy escuchando: I Am What I Am, de Mark Owen (Green Man).

2 Comments:

  1. Elena Moreno Fuentes said...
    Déjalos como están, tómate un paracetamol y verás como empiezas a ver los miles de cosas buenas que tienes!!!:)
    A ver si nos vemos pronto!

    1 besote y, a mejorarse!!!
    Ayrim said...
    Lo mejor que tienes, es que eres un ser humano tan lleno de sensibilidad y de pensamientos. Enseñas mucho a los demas, no pienses en los defectos y que desaparezcan los catarros.

    Un beso

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