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Amiga


Esta tarde he recibido la llamada de una amiga. Una amiga de las buenas. Hace bastantes meses que no nos vemos. Ella está en el norte y yo en el sur. Y, sin embargo, las dos nos conocimos en el este. Siempre la he echado de menos porque fueron pocos los meses en los que tuvimos oportunidad de intimar más, así que, siempre que pienso en ella, aparece rodeada por un halo de nostalgia. Ella necesitaba hablar. Lamentablemente, este no está siendo su mejor año. Las cosas se han ido torciendo progresivamente los últimos meses, y para colmo de males, hace poco le han roto el corazón. La charla ha sido larga, pero no puedo evitar tener la sensación de que ha sido poco para ella. Ella no es realmente consciente de lo mucho que lamento no poder estar más cerca de ella y poder darle un buen abrazo de amiga para procurar animarla. En realidad, es lo que le he dicho esta tarde: dentro de unos años, mirará atrás y se preguntará, "¿realmente mereció la pena tanto sufrimiento?". Procuraré que, llegado el caso, también esté yo ahí al otro lado del teléfono para oirla sonreír ante el amargo recuerdo.


Los que sigan mis pequeños escritos en este blog sabrán que muy frecuentemente tiendo a esbozar mi alma a retazos a traves de esas líneas. Pero sí que es cierto que no suelo hacerlo "abiertamente", sino recurriendo al maravilloso poder del lenguaje metafórico.


Hoy va a ser la excepción. Porque mi amiga me ha hecho pensar.


No he sabido qué decirle porque, tristemente, entiendo, salvando las circunstancias de cada una, por lo que está pasando. El pasado mes de junio, al principio, pasé por algo parecido. Antes no me gustaba recordarlo, pero ahora puedo decir abiertamente que me importa un bledo, como diría aquél, hablar del tema. Porque yo tengo la plena convicción de que de todo se aprende. Y si algo he aprendido a raíz de aquello es a intentar relativizar las cosas. Y lamento con todo mi corazón haber pasado tantas semanas lamentándome por las esquinas. Jamás he sido así, y ahora sé que mis lágrimas no eran por el amor perdido, sino por mi propio orgullo mancillado; no me gusta perder ni a las canicas, y para mí eso fue un gran fracaso.


Realmente, no hace tanto que junio nos dejó, y sin embargo, yo me siento distinta. Muchas cosas en mi vida han cambiado de manera drástica y radical, y posiblemente, permanente. Mi mundo (im)perfecto, el que esbozo y construyo cada día. Todo es distinto, o quizás yo lo veo así. Relativizar y saber qué cosas son las que verdad importa. El mundo real, como me dijeron anoche. Y es verdad. El imperfecto mundo real. Y tal y como dije en la entrada anterior, yo ya sé cuál es la perfección utópica e irrealizable de mi agridulce mundo perfecto.


Necesito una buena conversación en mis solitarias tardes de café por Sevilla.


De todos modos, y como diría Segismundo, los sueños, sueños son, y yo quisiera poder eliminar el prefijo negativo de la palabra "imperfección".


Pero no puedo hacerlo sola.


Catherine Heathcliff.


Lo que estoy escuchando: Delicate, de Damien Rice (O).

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