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The Boxer (1997), de Jim Sheridan


Hace dos noches decidí ver The Boxer, una película que siempre, siempre, siempre había cogido empezada en sus diferentes reposiciones en televisión, y que jamás, jamás, jamás había visto concluir. Y me daba mucha rabia, pues consideraba esta película como una francamente buena.


Y estaba en lo cierto.


Según mi costumbre de ir cada semana a los grandes almacenes de mi ciudad, y rebuscar alguna que otra ganga cinematográfica en dvd -y en cd también- en los maravillosos y elegantes cestos que colocan en medio de los pasillos, encontré esta película de Jim Sheridan con el suculento precio de 5 euros. ¿Aproveché la ventajosa oportunidad? Of course. Es un placer hacer negocios con usted, señor Carrefour.


El jueves por la noche decidí dejarme llevar por las maltrechas calles de Belfast, y bueno, la visita fue maravillosa. Dejándome guiar por Danny Flynn (un Daniel Day-Lewis soberbio, de verdad), vi los efectos que la sinrazón dejaba por Irlanda del Norte, devastada por bombas y fanáticos defensores del IRA. Danny me contó que había sido boxeador en su juventud, pero que ahora, tras 14 años de condena por pertenecer al Irish Republican Army, había decidido empezar una nueva vida en su hogar en Belfast... y al lado de Maggie (Emily Watson), su amor de juventud. Pero Danny me dijo que todo se le había complicado un poco, y que tras ser puesto en libertad por buen comportamiento, se encontró con que sus antiguos amigos le volvían la espalda, y que incluso, intentaron quitarle la vida varias veces. Yo le pregunté, horrorizada, que por qué, y él me respondió que se debía a su renuncia a las armas, que había entendido que católicos y protestantes podían vivir en paz, pero sus antiguos compañeros no lo veían así. Triste, ¿verdad?, me dijo, y yo asentí, en silencio. Pero yo quería saber qué pasó con Maggie, y él sonrió con amargura. Maggie contrajo matrimonio con el mejor amigo de Danny mientras éste estaba en prisión, y tenía un hijo adolescente. Cuando Danny fue puesto en libertad, el marido de Maggie estaba a su vez en la cárcel, y Danny intentó volver a revivir el bonito amor de juventud que ambos tuvieron. ¿Tuviste éxito, Danny? Sonriendo de nuevo, pero esta vez, pícaramente, se miró los pies, y levantó su rostro hacia mi, y mientras contemplaba el mío en detalle, me dijo: tendrás que quedarte en Belfast hasta el final. Y se alejó. "No soy un asesino, Maggie, pero este lugar hace que quiera matar".

Obviamente, yo me quedé hasta él final, porque él me lo dijo. Pero esta vez seguí mi periplo yo sola, y fui testigo de una de las grandes películas de los noventa, con unas interpretaciones soberbias, y unos escenarios geniales. Jim Sheridan, como maetro de ceremonias, impregna hondamente su sello de irlandés en un film comprometido y brillante. Una vez más, Sheridan consigue su propósito: hacer al espectador reflexionar.


Una vez más, Daniel Day-Lewis me demostró por qué, para mí, es el actor más grande hoy día, y entendí por qué se prodiga en cine tan poco. Hay quien dice que es porque se entrega tantísimo a sus personajes que acaba exhausto. Yo no lo creo; yo creo que es porque en cada actuación se supera a sí mismo, y todos nos preguntamos qué será lo próximo, y si conseguirá, al menos, igualarse; claro está, no sólo lo iguala, sino que lo supera. Yo no lo echo de menos en la gran pantalla, porque sus actuaciones son tan absolutamente memorables que perduran vívidamente en mi memoria hasta que vuelve hacer acto de presencia.


Love is always worth fighting for.


Catherine Heathcliff.


Lo que estoy escuchando: Mná Na hEireann, de Kate Bush.

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